Una navidad muy sobrenatural
Descripción Oficial
UNA PRESENTACIÓN ESPECIAL. Es navidad y los hermanos Winchester se encuentran investigando una serie de asesinatos en donde las víctimas habían sido sacadas de sus casas a través de la chimenea. Sam se da cuenta de que están lidiando con una especie de anti-Santa, un demonio con raíces paganas.
Mientras tanto, Dean sabe que esta es su última navidad, por lo que quiere pasarlas de la manera más tradicional posible. Sam se niega a aceptar que su hermano mayor no estará cerca el año entrante, y termina contándole a Jeff sobre una navidad pasada en donde esperaba a que su padre llegara a casa para darle un regalo especial.
Mientras tanto, Dean sabe que esta es su última navidad, por lo que quiere pasarlas de la manera más tradicional posible. Sam se niega a aceptar que su hermano mayor no estará cerca el año entrante, y termina contándole a Jeff sobre una navidad pasada en donde esperaba a que su padre llegara a casa para darle un regalo especial.
Seattle, Washington
Un año antes
Era noche buena
y todas las personas en la ciudad estaban viajando para ver a sus familiares y
celebrar, un anciano llego a casa de su hija en el centro de la ciudad, toco el
timbre y a los pocos segundos su nieto le abrió la puerta y lo abrazo.
— Feliz navidad,
abuelo. — dijo el niño.
— Oh, feliz
navidad a ti también, Stevie. — respondió el abuelo.
— ¿Me trajiste
algún regalo? — pregunto el niño instintivamente mientras lo escoltaba al
interior de la sala para que descansara.
— ¿Por qué
debería haberlo hecho? — pregunto el anciano, fingiendo no saber nada sobre el
tema en discusión.
— Porque es
navidad. — dijo el niño, aterrado ante la idea de que a su abuela se le hubiera
olvidado, lo que para él era la fecha mas importante de su vida.
— Oh, creí que
santa Claus era quien traía los regalos por navidad… te portaste bien este año,
¿verdad? — cuestiono el abuelo.
— Muy bien, lo
juro. — dijo el niño y su entusiasmo hizo reír a su abuelo.
— Entonces
¿quién sabe?, quizás si venga. — dijo el abuelo sobre Santa Claus.
Las horas
pasaron y tras acabar la cena familiar. El abuelito se disfrazo de Santa y una
vez que estaba frente al árbol de navidad, toco una campanita y el niño bajo
corriendo por las escaleras, solo para verlo colocar los regalos bajo el árbol.
— ¡Santa! —
Exclamo e pequeño impresionado, pues para todo niño era una ilusión poder encontrarse
con su héroe de los regalos.
El abuelo
continúo dejando regalos en el árbol y entonces se escucharon unos ruidos en el
techo. El niño atribuyo eso a que se trataban de los renos, pero entonces el
ruido fue bajando por las paredes, provocando que el anciano se asomara por la
chimenea en busca de algún animal. Pronto algo succiono al abuelo por la
chimenea y lo hizo gritar desesperado por lo que estaba pasándole.
— ¿Santa? —
pregunto el niño y entonces uno de los pies del anciano cayo fuera de la
chimenea, todo lleno de sangre pues algo había entrado aquella navidad a su
casa para llevárselo.
Ypsilanti, Michigan.
2008
Una serie de
desapariciones similares a las de Washington, empezaron a suceder en el pueblo,
exactamente en las vísperas de la navidad. Así que los hermanos Winchester
llegaron al lugar para investigar, comenzó el interrogatorio en la casa de la
ultima victima.
— Mi hija y yo
estábamos en la cama… Mike estaba abajo decorando el árbol… Oí un golpe en el
techo y entonces oí a Mike gritar, y ahora estoy hablando con el FBI. — comento
la esposa del desaparecido a Deán (haciéndose pasar por detective de nuevo)
— ¿Y no vio
nada? — cuestiono Deán.
— No, él ya… ya
no estaba. — dijo la mujer, consternada ante el recuerdo de un charco de sangre
en su sala, justo después de la desaparición del marido.
— ¿Las puertas
estaban cerradas? ¿No forzaron la cerradura? — pregunto Deán
— Así es. — murmuro
la mujer.
— ¿Alguien más
tiene una llave? — continuo preguntándole.
— Mis padres. —
dijo ella.
— ¿Dónde viven?
— Florida. —
dijo la mujer y entonces Sam salió de la casa para interrumpirlos, pues ese
pequeño interrogatorio solo había sido una distracción.
— Gracias por
dejarme revisar, Sra. Walsh… creo que… ya tenemos todo lo que necesitamos, eso
fue todo. — aseguro Sam
— Estaremos en
contacto. — le dijo Deán, y los dos empezaron a alejarse.
— Agentes... La
policía dijo que mi esposo pudo ser secuestrado. — dijo la mujer desde el
porche y ambos se giraron a verla nuevamente.
— Es posible. — dijo
Deán
— ¿Y porque no
llaman los secuestradores? ¿O exigen un rescate? Ya va a ser navidad… ¿Qué le
voy a decir a mi hija? — les pregunto la mujer, estaba destrozada por dentro y
temía que no pudiera manejar la situación ella sola.
— Lo sentimos
mucho. — dijo
Sam, pues ellos no podían hacer nada mas para ayudarla, solo podían cazar a la
cosa que se llevo al marido.
— ¿Encontraste
algo? — pregunto Deán, volviendo a retomar su camino hacia el auto.
— Calcetines,
muérdago... esto. — dijo Sam, dándole un diente y limpiándose la
sangre del mismo en su saco.
— ¿Un diente?
¿En dónde estaba? — pregunto Deán, con la cosa en su mano.
— En la
chimenea. — dijo Sam
— ¿La chimenea?
Ningún hombre cabe por la chimenea… Es muy angosto — aseguro Deán.
— Bueno, no cabe en una pieza— murmuro Sam, pues
las pruebas indicaban que las personas no salían vivas o por lo menos completas
de sus casas.
— Bien, si papá
subió la chimenea... — empezó a decir Deán.
— Hay
que averiguar qué lo jalo por ahí. — aseguro Sam y se metieron al impala, donde Jeff
estaba jugando con la computadora de Sammy.
— Eso fue
rápido. — comento Jeff, sin siquiera quitar la mirada de su juego, los chicos
le echaron una rápida mirada y se pusieron de nuevo en el camino.
Apenas llegar al motel, Sam y Jeff se pusieron a investigar
sobre monstruos y esas cosas, mientras que Deán se fue a la oficina de policía
para ver si había adelantos del caso del hombre desaparecido y al no
encontrarse con noticias, regreso a casa.
— ¿Que?, ¿Tenía
razón? ¿Es el asesino en serie de la chimenea? — pregunto apenas entrar a la
habitación y ver a sus hermanos concentrados en la investigación.
— Sí… fue… se
trata de Dick Van Dyke. — se burlo Sam
— ¿Quién? —
pregunto Deán sin entender la broma.
— "Mary
Poppins." — dijo Sam, con la esperanza de que eso le trajera el recuerdo
del mítico personaje a su hermano.
— ¿Quien? —
pregunto Deán, aun mas confundido que antes.
— Oh, Por favor...
no importa — exclamo Sam asombrado, no podía creerse que su hermano no
recordara esos detalles de su niñez.
— Resulta
que ese Walsh es el segundo hombre sacado de su casa este mes. — dijo Deán.
— ¿Ah, sí? —
pregunto Sam con interés por el caso.
— Si
— ¿El
otro fue sacado por la chimenea también? — pregunto Jeff esta vez.
— No lo sé… Los
testigos dicen que oyeron un golpe en el techo. — dijo Deán y Sam hizo una
mueca, aceptando la posibilidad de que los incidentes estuvieran relacionados. —
¿Con que crees que estamos tratando? — pregunto.
— En realidad, tengo
una idea. — murmuro Sam
— ¿Sí?
— Si, eh, y te sonara
a locura. — aseguro Sam
— ¿Qué puedes
decir que me suene loco a mi? — preguntó Deán con ironía.
— Santa malo. —
murmuro Sam con una sonrisita y vio como el rostro de su hermano mayor pasaba
por varias emociones.
— Sí, estás
loco. — se burlo Deán.
— Sí... mira, lo
que quiero decir es que hay una versión del anti-claus en cada cultura… Tenemos
a Belsnickel, Krampus, Black peter… Como quieras llamarlo, hay muchas leyendas.
— comento Sam y le mostro todas las paginas que mantenía abiertas en internet.
— ¿Que dicen
qué? — pregunto Deán, pues tanta información de leyendas en una sola
computadora era difícil de leer.
— Dice que,
desde hace tiempo el hermano de santa se volvió malo, y ahora aparece en la
navidad, y en vez de dar regalos, castiga a los malos. — explico Sam
— ¿Jalándolos
por la chimenea? — pregunto Deán alucinado, porque eso sonaba bastante loco,
aun para ellos.
— Para empezar,
sí. — murmuro Sam
— Así que, esta
es tu teoría ¿eh? ¿Hermano malo de Santa? — pregunto Deán confundido y tuvo que
tomar asiento para poder digerir que su hermano lo decía muy enserio.
— Bueno, sólo digo
lo que dicen las leyendas. — dijo Sam en su defensa, pues Deán lo estaba
mirando como si estuviera loco de remate.
— Santa no tiene
un hermano. Santa no existe. — dijo Deán entre risas.
— Sí, lo sé… Tú fuiste
el que me lo dijo hace mucho ¿ya lo olvidaste? — le dijo Sam, pero aquello
había sonado tanto a reproche que hizo sentir mal a Deán y lo dejo
callado. — ¿sabes qué? Tal vez me
equivoco… Yo... estoy equivocado. — aseguro Sam
— Tal vez, tal
vez no. — murmuro Deán.
— ¿Qué? —
pregunto Sam
— Estuve
indagando, resulta que ambas víctimas visitaron el mismo sitio antes de ser
extraídos. — dijo Deán.
— ¿Dónde?
Así que por la
tarde los hermanos visitaron la llamada,”ALDEA DE SANTA”. Un
sitio que fingía ser una villa y que invitaba a todos los niños pequeños a ir y
entregar personalmente su carta de regalos a Santa Claus.
— Por dios, es
como estar en Kínder Garden otra vez. — murmuro Jeff, mirando con desprecio los
trajes de duendes que vestían los empleados.
— ¿Qué pasa
hermanito? ¿Acaso no te llevaban a estos lugares de pequeño? — pregunto Deán
con interés, al menos esperaba que uno de sus hermanos hubiera podido tener una
infancia normal.
— Sip… y por eso
los odio. — murmuro Jeff
— ¿Cómo dices? —
le pregunto Sam
— Miren, cuando
tenía como cinco años… mi papá, ósea el adoptivo… me llevo a la aldea de Santa
de Whitemore… había mucha gente y yo… me perdí… pase como dos horas llorando en
el regazo de santa… y los malditos duendes no movieron ni un dedo para buscar a
papá... el me busco por su cuenta. — les conto Jeff.
— Bueno, eso da
algo de credibilidad a la teoría de los duendes malos, ¿no? — se burlo Deán
— Sí, pero
¿anti-claus?... No puede ser. — murmuro Sam
— Es un milagro
de navidad… Oye hablando de eso, deberíamos celebrarla este año. — dijo Deán
mientras caminaban.
— ¿Celebrar qué?
— pregunto Sam extrañado.
— La navidad. —
respondió Deán.
— No gracias. —
dijo Sam a la defensiva.
— Si, vamos a poner un árbol, hacemos unos regalos…
como cuando éramos niños. — dijo Deán entusiasmado ante la idea.
— Deán, esos no
fueron precisamente buenos recuerdos para mí ¿sabes? — dijo Sam enojado.
— ¿De qué estás
hablando? Tuvimos buenas navidades. — aseguro Deán.
— ¿Oye, de la
infancia de quien estás hablando? — pregunto Sam con ironía, el tema de la
navidad era parte de los temas que jamás podría hablar con nadie, era bastante
doloroso y deprimente recordarlo.
— Oh vamos, Sam
— le rogo Deán.
— No, sólo...
no. — respondió Sam y se quedo parado tras Deán, con la mirada seria y el ceño
fruncido para indicarle que no debía seguir hablándole de eso.
— Esta bien,
Grinch. — le dijo Deán. — Supongo que seremos solo Jeff y yo, entonces. —
aseguro Deán
— De hecho Deán…
creo que estoy de lado de Sam en esto — le dijo el niño, y Deán lo miro
impresionado.
— ¿Que? ¿Porque?
— le pregunto Deán, pues jamás espero escuchar tal respuesta de un niño, se
suponía que Jeff era el normal, el alegre.
— La navidad es
aburrida… además, una navidad con dos personas solamente… es hasta deprimente.
— aseguro Jeff y empezó a discutir con su hermano mayor. Sin embargo su último
comentario hizo eco en la mente de Sam quien se quedo mirando los ojos de un
reno de plástico y con ellos le vinieron a la memoria los recuerdos de la
ultima navidad en la que fue inocente, en la que fue un niño.
Broken Bow, Nebraska
Noche buena de 1991
Sam (de 8 años
en ese entonces) miraba un especial de navidad sobre la historia animada de
Rodolfo el reno, mientras que Deán (de 12 años) miraba por la ventana del
motel, como todas las personas estaban con su familia y eran felices, el
deseaba tener lo mismo y el hecho de saber que jamás lo tendría, lo ponía de
los nervios en esos días.
— ¿Qué es eso? —
pregunto Deán, tras notar que su hermanito estaba muy entretenido doblando
hojas de un periódico viejo.
— Un regalo para
papá. — murmuro Sam
— Sí, claro… ¿De
dónde lo sacaste? ¿Lo robaste? — exigió saber Deán pues no le gustaba que Sam
se metiera en problemas por tonterías como eso.
— No… El tío
Bobby me lo dio para dárselo… Dijo que era muy especial. — le explico Sammy
— ¿Y qué es? —
volvió a preguntar Deán.
— Un poni. — se
burlo Sam, pues le fastidiaba cuando Deán se ponía en su plan de policía, y le
regalaba o cuestionaba por todo lo que hacia.
— Muy gracioso. —
murmuro Deán y se sentó en el sofá junto a su hermano para fingir leer una
revista y así tratar de descubrir que era ese regalo.
— Papá estará
aquí, ¿verdad? — pregunto Sam
— Estará. —
aseguro Deán.
— Es navidad. —
se quejo Sam, pues le parecía injusto que en ese día tan especial, su padre se
hubiera vuelto a marchar.
— Lo sabe… Y
estará aquí, lo prometo. — dijo Deán.
— ¿En dónde está
ahora? — volvió a preguntar Sam, y Jeff no pudo evitar el rodar sus ojos, pues
su hermanito estaba empezando con su cansada ronda de preguntas semanal.
— Trabajando —
murmuro Deán, juntando toda la paciencia para no golpearlo.
— ¿En que
trabaja? — pregunto Sam
— Tú sabes eso… Vende
cosas. — le recordó Deán.
— ¿Qué clase de
cosas? — volvió a preguntar Sam, preguntaba apropósito pues esperaba con ello
poder obtener respuestas diferentes y presionar a Deán para que le contara la
verdad.
— Cosas. —
murmuro Deán y finalmente prefirió irse a acostar a la cama para alejarse de
Sam
— Nunca me dicen
nada. — se quejo Sam, recargándose en el
respaldo del sofá para poder mirar a su hermano.
— Pues deja de
preguntar. — le sugirió Deán, pues eso era justo lo que el estaba esperando y
por lo que ya estaba cansado de rogar.
— ¿Papá es un
espía? — pregunto Sam
— Hujum… Es James Bond. — dijo Deán entre risas, pero
le gustaba que esa inocencia continuara en su hermano, era algo por lo que
había luchado desde el primer momento en que su padre lo dejo a su cargo.
— ¿Por qué nos
mudamos tanto? — pregunto Sam
— Porque a donde
quiera que vamos, se cansan de ver tu cara. — respondió Deán.
— Ya soy grande
Deán…. Dime la verdad. — le rogo Sam
— No te gustara
la verdad. Créeme. — le aseguro Deán y el niño pareció quedarse conforme unos
segundos pero luego su curiosidad fue mas halla del limite.
— ¿Es por eso
que nunca hablamos de... mamá? — pregunto Sammy en voz baja, pero fue
suficiente para desatar la furia de su hermano mayor, quien salto como fiera de
la cama para hacerle frente.
— ¡Cállate! ¡Nunca
hables de mamá, jamás! — le grito Deán antes de caminar hacia la puerta.
— Espera... ¿A
dónde vas? — pregunto Sam
— Afuera. — dijo
Deán entre dientes, tomo su patineta y salió por la puerta.
Actualidad.
— Voy a dar una
vuelta, haber que hay de bueno en ese sitio. — dijo Jeff a Deán tras acabar su
péquela discusión de la navidad.
— Cuidad, no te
vayas a perder— se burlo Deán y Jeff le saco la lengua antes de irse. — Con los
10 dólares que cobran por entrar aquí, Santa podría poner algo de nieve. — dijo
Deán, acercándose nuevamente a Sam
— ¿Qué? —
pregunto Sam sin entender, pues estaba perdido todavía en sus recuerdos.
— Nada. ¿Qué
estábamos buscando? — pregunto Deán para cambiar el tema.
— La leyenda
dice que el anti-claus cojea al caminar y huele a dulce. — comento Sam
— Genial…
Entonces estamos buscando un santa cojo…
¿Por qué los dulces? — pregunto Deán con curiosidad, aquello era un
detalle bastante extraño para un monstruo.
— Piénsalo, Deán…
Si hueles a dulces, los niños se acercarán ¿no? — explico Sam
— Eso es
aterrador… ¿Cómo sabe esta cosa quién fue malo y quien fue bueno? — volvió a
preguntar Deán, aun con la mueca de asco por imaginarse a un hombre mayor
robándose niñitos.
— No lo sé. —
murmuro Sam y entonces encontraron la posible respuesta en un niño que iba
sentándose en la pierna del hombre que trabajaba como Santa.
— Bueno, Ronny,
siéntate en la pierna de santa… ¿Has sido bueno este año? — pregunto el hombre.
— Sí. — murmuro
el niño
— Bien… Santa
tiene un regalo especial para ti. — dijo el hombre, entonces llego la madre del
chico y se lo llevo.
— Tal vez ya
sabemos. — murmuro Deán tras escuchar la pequeña conversación, los dos se
quedaron miraron fijamente hacia Santa y
eso atrajo la atención de una empleada.
— Bienvenidos a
la casa de santa… ¿Puedo escoltar a su hijo con Santa?— pregunto una joven
duende apenas hacerles frente,
— No… Pero aquí
mi hermano... ha soñado toda la vida con eso. — dijo Deán al señalar a Sam
— Oh, lo siento...
Solo es para menores de 12 años. — comento la empleada, Sam miro rápido en
busca de Jeff pero no lo encontró, así que tuvo que inventar otra cosa.
— No, sólo está
bromeando…. Sólo venimos a ver. — dijo Sam sin pensar como de fatal sonaba
aquello, Deán negó con la cabeza y haciendo una mueca chistosa.
— Puaj. — dijo
la duende con asco y se fue corriendo, pues pensó que ellos eran unos
acosadores de niños y era suerte que no tuvieran seguridad en el sitio, pues de
ser así, los abría mandado sacar.
— No he querido
decir que hemos venido para... — Sam ya no siguió hablando pues su explicación
ya no tenia sentido. — Muchas gracias
Deán. Gracias por eso. — le reprocho Sam, Deán se empezó a reír pero se puso
serio al girar su mirada.
— Mira eso — indico Deán, pues el Santa Claus de
enfrente iba caminando como cojo y paso junto a ellos. — ¿viste eso? — pregunto
Deán
— Mucha gente cojea,
¿no? — sugirió Sam
— Dime que no
has olido eso... olía a dulces. — dijo Deán.
— Eran uvas...
creo... Tiene que serlo. — decía Sam, tratando de pensar si valía la pena
comenzar una cacería de brujas por una idea tan tonta.
— Puede ser... ¿Quieres
correr ese riesgo? — le insinuó Deán, así que Sam no tuvo mas que pensarlo y
acepto ir tras el sujeto.
Así que los
Winchester pasaron todo el resto del día siguiente al sospechoso y para la
noche terminaron estacionados justo frente a su casa, en espera de alguna señal
de que el tipo era culpable.
— ¿Qué hora es? —
pregunto Deán entre bostezos
— La misma que
la última vez que preguntaste. — dijo Sam, cansado de haber escuchado esa
pregunta tantas veces ya.
— Toma… Eso
tiene Cafeína. — dijo Jeff y le dio un termo, Deán lo destapo pero ya no tenia
ni una gota del preciado liquido.
— Fantástico. —
exclamo Deán derrotado, la vigilancia en automóvil era algo de lo mas aburrido
que un cazador podría llegar a hacer. — Oye, Sam — le llamo Deán, pues además
del aburrimiento no podía seguir peleando contra su conciencia.
— ¿Sí? — y Sam
se giro para verlo.
— ¿Por qué eres
el niño que odia la navidad? — pregunto Deán.
— Deán. —
murmuro Sam a medio suspiro, nuevamente estaban tocando ese dichoso tema.
¿Hasta cuando iba a entender Deán que no quería hablarlo?
— Quiero decir,
admito que... tuvimos algunas navidades difíciles cuando éramos pequeños… —
empezó a decir Deán.
— ¿Difíciles? —
pregunto Sam con ironía pero a su hermano no le importo, y siguió hablando,
— Pero eso fue
entonces... Lo haremos bien este año. — aseguro Deán.
— Mira Deán, si
quieres tener navidad… Tú celébrala, pero no me involucres a mí. — dijo Sam
molesto y cansado de estar tratando ese tema, Deán suspiro cansado de batallar
con ello, así que lo dejo ir.
— Si, seria
fantástico... Yo y mi alma cantando villancicos. — dijo Deán lleno de ironía y
entonces vieron como el santa dentro de la casa, se asomaba a todas partes y
luego cerraba sus cortinas con mucha cautela.
— ¿Qué pasa con santa nicotina? — se pregunto Deán y pronto escucharon
un aterrador grito de auxilio, bajaron corriendo del auto y se posicionaron
detrás de la puerta.
— ¿Qué? —
pregunto Deán tras escuchar una risita de Sammy
— Nada… Es sólo
que... El señor linda navidad tenga que matar a santa. — se burlo Sam, Deán
rodo los ojos pro giro la perilla de la puerta y entraron al remolque. Santa se
puso de pie, estaba en calzoncillos, viendo una película porno y con una pipa
de marihuana en las manos.
— Hay por dios —
murmuro Jeff y se giro para ocultar su risa,
— ¿Qué están
haciendo aquí? — exigió saber el hombre, Sam y Deán guardaron rápido las armas
y sonrieron, para luego empezar a cantar:
Noche de paz, noche de amor,
todo duerme en rededor… y las estrellas con su resplandor…y..
Los muchachos ni
siquiera se sabían la canción, así que Sam los jalo a ambos por los brazos y
salieron sonrientes, Santa se quedo riendo dentro de su remolque, pues le había
parecido un lindo gesto de los muchachos de todas maneras.
Mientras en otra
casa, un niño bajaba para comprobar sus regalos y en ese momento unos ruidos
extraños se escucharon en la chimenea.
— ¡Santa, es
temprano! — dijo el niño y la tapa de la chimenea se boto y una cosa vestida de
rojo sangre se metió a la casa, paso junto al niño y subió las escaleras. El
niñito se quedo impresionado y escucho un grito de su madre seguido por un
golpe, luego la cosa bajo las escaleras con un costal que se movía en las manos
y al llegar a la chimenea doblo el costal a la mitad y este dejo de moverse,
tomo unas galletas del platito y volvió a salir.
La noticia de la
nueva desaparición corrió por el pueblo y los chicos Winchester llegaron a la
casa para el amanecer. Encontrándose con que todo seguía etiquetado como escena
del crimen. Lo que fue de mas suerte para ellos, ya que facilito el
interrogatorio con la esposa del hombre.
— ¿Así es como
su hijo describió el ataque? ¿"santa saco a papá por la chimenea"? — pregunto
Deán tras escucharla narrar su historia.
— Eso es lo que
dice, sí.
— ¿Y en dónde
estaba usted?— le pregunto
— Durmiendo… Y
de repente... Al fue arrastrado de la cama, y gritaba. — narro la mujer
— ¿Pudo ver al
atacante? — pregunto Sam
— Estaba oscuro
y me golpeó… Me desmaye. — dijo la mujer al borde de las lagrimas.
— Lo siento… Sé
que esto es duro. — murmuro Deán, le daba lastima ver que las personas sufrían
por perder a un ser amado, era como cuando el perdió a Sammy.
— Sí... mm,
Señora Caldwell, ¿dónde consiguió la corona que hay encima de la chimenea? — pregunto
Sam y provoco que se formara un silencio bastante incomodo
— ¿Perdone? — pregunto
la mujer impresionada.
— Lo siento, es
sólo curiosidad, si — murmuro Sam, sabia que su pregunta era bastante fuera de
lugar, pero de todas formas y muy extrañada, la mujer le conto todos los
detalles de la compra de esa dichosa corona. Terminaron el interrogatorio y
salieron volando de la casa.
— Coronas, ¿eh? ¿No
quieres preguntarle sobre sus zapatos?... Vi un bonito bolso en la entrada. —
se burlo Deán, no entendía porque demonios Sam le había preguntado aquello.
— La vi en otra
parte Deán. — murmuro Sam
— ¿Dónde?
— En la casa de
los Walshes... Ayer. — aseguro Sam
— Lo sé, te
estaba probando. — mintió Dan pues el no se había dado cuenta de ese detalle,
pero le enorgullecía que Sam fura tan bueno en esos aspectos.
Sam y Deán
regresaron al motel para cambiarse de ropa y se encontraron con Jeff a media
llamada telefónica.
— Sí, si… está
bien… sigue buscando, ¿quieres?... Gracias, Bobby. — decía Jeff antes de colgar
y guardarse el celular. — Bueno, siento
decirles esto pero… no se trata del anti-Claus— les dijo Jeff con media mueca
de disgusto.
— ¿Qué te dijo Bobby?
— pregunto Deán.
— Eh, que somos
idiotas… Y también dijo que tal vez haya filipéndulas en esas coronas. — dijo
Jeff.
— ¡Wow!
Asombroso… ¿Qué son esas cosas? — pregunto Deán con toneladas de sarcasmo en su
voz, no entendía porque sus hermanos siempre daban por hecho que conocía esas
rarezas de lo sobrenatural
— Son muy raras,
Tal vez sea la planta más poderosa en el folclore pagano. — explico Jeff y le
dio la laptop a Sam para que leyera.
— ¿Pagano? —
pregunto Deán, aquella palabra no era muy común de escuchar en esos días de
canticos y abrazos.
— Sí… Mira,
usaban filipéndula para los sacrificios humanos… Es algo así como carne para
sus dioses, son atraídos con eso… y se presentan y se comen al humano más
cercano. — le explico Sam
— ¿Por qué usarían
eso para coronas navideñas? — pregunto Jeff, aterrado por la idea de los
sacrificios humanos en la actualidad.
— Eso no es algo
tan extraño, la mayoría de las tradiciones navideñas son paganas. — dijo Sam
— La navidad es
el cumpleaños de Jesús. — aseguro Deán.
— No, el
cumpleaños de Jesús es en otoño… De hecho se trata del festival del solsticio
de invierno, que retomo la iglesia y lo llamo "navidad"… Pero el
pastel, el árbol, incluso el traje rojo de santa provienen del culto pagano. —
explico Sam, pues aquel tema fue parte de un trabajo final que realizo para la
universidad.
— ¿Cómo sabes
eso? ¿Qué más me vas a decir? ¿Que el conejo de pascua es judío? — pregunto
Deán con ironía.
— ¿Entonces se
trata de un dios pagano? — pregunto Jeff, el tema de lo dioses era algo que le
entusiasmaba muchísimo y siempre se había preguntado si eran reales, ahora
sabia que si.
— Sí,
probablemente Hold Nickar, dios del solsticio de invierno. — dijo Sam, leyendo
directamente de la pantalla de la laptop.
— Y esas
señoras, imitadoras de Martha Stewart, comprando esas coronas... — empezó a
decir Deán.
— Si es casi
como poner una señal de neón en la puerta que diga: "ven a comernos".
— agrego Sam
— Genial. —
murmuro Deán, impactado por las formas tan inusuales que los monstruos estaban
utilizando en los últimos tiempos para cobrar victimas.
— Cuando sacrificas
a Hold Nickar, adivinen qué te da a cambio. — pidió Sam
— Un baile
privado, espero. — murmuro Deán lleno de ironía.
— Buen clima. —
murmuro Sam y todos se quedaron mirando hacia afuera, realmente no se habían
dado cuenta de la buena calidad de aire que había en ese sitio.
— Casi no hay nieve
en plena mitad de diciembre en el centro de Michigan. — corroboro Deán.
— Por ejemplo. —
murmuro Sam
— ¿Ya sabemos
cómo matarlo? — volvió a preguntarle.
— No, Bobby trabaja
en eso ahora— aseguro Jeff.
— Tenemos que
averiguar de donde sacaron esas coronas. — dijo Sam
— ¿Crees que las
venden a propósito? ¿Buscando victimas para eso? — pregunto Deán, no seria la
primera vez en su vida que se enfrenta a personas tan locas como para pactar
con dioses o demonios.
— Averigüémoslo.
— dijo Sam, así que los chicos se cambiaron de ropa y salieron al pueblo, fue
una suerte que solo hubiera una tienda de adornos en el centro, pues así se
ahorraron mucho tiempo de búsqueda.
— ¿Puedo ayudarlos?
— pregunto el dependiente apenas verlos cruzar por la puerta de su tienda.
— Eh, eso espero…
estuvimos jugando Jenga con los Walsh la otra noche, y el no ha dejado de
alabar su corana navideña… mejor dile tu. — dijo Deán a Sam a media risa.
— Claro… Olía
bien. — murmuro Sam malhumorado, no le gustaba cuando su hermano lo ponía
delante en las situaciones difíciles.
— Vendo muchas
coronas, chicos. — dijo el hombre.
— Claro, claro,
pero verá, esta tenia que ser muy especial… Tiene, eh, tiene, eh, hojas verdes,
mm, botones blancos… Creo que estaban hechas de, eh, ¿filipéndulas? — explico
Sam
— Vaya, si que
es minucioso. — aseguro el dueño de la tienda y lo miro feo, Sam bajo la mirada
porque sintió algo de hostilidad en sus palabras.
— Si, lo es. —
dijo Deán sonriente.
— De todas
formas, sé de cuales estas hablando… Se acabaron. — aseguro el hombre.
— Parece que esas
filipéndulas son muy raras y costosas… ¿Por qué hacer coronas con ellas? — le
pregunto Deán.
— Quien sabe… Yo
no las hice. —dijo el hombre.
— ¿Entonces
quién? — pregunto Deán interesado, ya decía que ese hombre se veía bastante
tonto como para estar metido en asuntos de rituales.
— Madge Carrigan…
Una mujer de aquí… Dijo que las coronas eran tan especiales que me las regaló. —
les conto el hombre.
— ¿No le cobró? —
le pregunto Jeff y el hombre negó con la cabeza.
— ¿Las dio
gratis? — pregunto Deán
— Demonios no…
Es navidad… Y la gente las paga bien. — conto el hombre.
— Ese es el
espíritu. — murmuro Deán entre dientes, era sorpréndete como las personas
siempre querían sacar algo para su propio beneficio. Platicaron unos momentos
mas con el dueño de la tienda y regresaron a casa para pensar.
— ¿Cuánto podría
costar una corona de filipéndulas? — pregunto Deán.
— Cuando menos
doscientos dólares. — dijo Sam
— ¿Y esta mujer las
hace gratis? ¿Qué piensas de eso? — pregunto Deán.
— Bueno, es muy
sospechoso. — dijo Sam y ambos se sentaron en sus camas, por alguna razón
sentía que el día había sido bastante pesado.
— ¿Recuerdas la
corona que papa llevo a casa un año? — le pregunto Deán a Sammy.
— ¿Te refieres a
la que se robó de una licorería? — pregunto Sam
— ¿Papá se robo
una corona de navidad de una licorería? — pregunto Jeff y se recostó en la cama
de Sammy. Cuando hablaban de John y sus aventuras, Jeff era como un niño
pequeño escuchando un cuento
— Sí, estaba
hecha de latas de cerveza… era fabulosa… Apuesto a que si busco lo suficiente, podría
encontrar una igual a esa. — le conto Deán.
— De acuerdo... ¿Qué
pasa contigo? — exigió saber Sam
— ¿Qué? — pregunto
Deán si entender ese brusco cambio de tema.
— Quiero decir,
¿Desde cuando eres Deán Crosby en estos días? ¿Por qué quieres celebrar la
navidad? — le cuestiono Sam frustrado.
— ¿Tú por qué
estás en contra? ¿Tu niñez fue tan traumática? — le reto Deán.
— No, eso no
tiene nada que ver. — aseguro Sam
— ¿Entonces qué?
— exigió saber Deán, pues Sam siempre había sido el chico sentimientos de esa
familia y ahora no entendía porque estaba siendo tan amargado.
— Sólo... no lo
entiendo… No has hablado sobre la navidad en años. — le recordó Sam, pues el
año anterior habían estado tan concentrados con la cacería del demonio de ojos
amarillos, que ni siquiera se acordaron de la fecha.
— Es cierto,
pero… Este es mi último año. — dijo Deán.
— Lo sé… Por eso
no puedo. — murmuro Sam, molesto por la forma tan descarada en que su hermano
hablaba de su muerte.
— ¿De que… de
que hablas? — pregunto Deán, sintiendo otra punzada en el corazón. Parecía que
el era quien le arruinaba esa fecha a su hermano en cada oportunidad y esa
nunca había sido su intención.
— No puedo Deán,
estar aquí… bebiendo rompope, fingiendo que todo esta bien… sabiendo que al
siguiente año estarás muerto… no puedo — explico Sam, todos se callaron un
segundo hasta que Sammy salió como zombi de la habitación, conteniendo sus
lagrimas.
— Eso fue… raro.
— murmuro Jeff, sorprendido porque jamás había visto a Sam de esa manera, tan
emocional, tan destrozado.
— Es mi culpa,
yo lo orille a ser así. — murmuro Deán, pero al ver la cara de intriga en Jeff,
no tuvo mas que contarle su triste pasado con las navidades, en especial con
esa navidad en la que Sam perdió la inocencia de niño.
Broken Bow, Nebraska
Noche buena de 1991
Deán pasó todo
el día fuera de casa, pero había sido necesario para que pudiera calmar su
enojo contra Sammy. El hablar de su madre siempre lo hacia sentir mal, pero
también entendía que ella también fue mamá de Sam, y el niño tenia derecho a
preguntar, pues era la única forma en la que podría llegar a conocerla.
— ¿No te habías
ido? — pregunto Sammy, apenas escuchar que su hermano abría la puerta de la
habitación.
— Sí, te traje
tu cena. — dijo Deán, aun molesto y le arrojo un paquete de pollo. — No olvides
tus verduras. — agrego y le arrojó unas papas. Luego se sentó en su cama y
destapo un refresco para relajarse.
— Sé por qué
tienes un arma bajo tu almohada. — dijo Sam y Deán tuvo que revisar que el arma
continuara ahí guardada.
— No la toques,
y no lo sabes. — le advirtió Deán.
— Y sé por qué
siempre hechas sal a donde vayamos. — aseguro Sam
— No, no lo
sabes... Cállate. — le ordeno Deán, pero entonces Sam se acostó y saco algo de
debajo del colchón y luego lo arrojo sobre la mesita de noche, era el diario de
su padre.
— ¿De dónde sacaste
eso? ¡Es de papá!... Te va a dar una paliza por leerlo. — le grito Deán,
poniéndose como fiera otra vez.
— ¿Los monstruos
son reales? — pregunto Sammy
— ¿Qué? Estás
loco. — aseguro Deán con una risita de nervios, estaba seguro de que Sammy
había estado leyendo el diario de su padre y ahora rogaba porque no le hubiera
entendido a su letra o algo parecido.
— Dímelo. — rogo
Sam y Deán pudo ver en su mirada la decisión, así que suspiro resignado pues
sus intentos por cuidar la mente del niño de esas cosas, se habían ido a la
basura en esos momentos.
— Te juro que si
le dices a papá que yo te dije esto… estas muerto. — le advirtió Deán.
— Lo prometo. —
murmuro Sam, Deán suspiro una ultima vez y se sentó en su propia cama, para
verlo frente a frente.
— Sammy lo
primero que tienes que saber, es que tenemos al mejor papá del mundo entero… Es
un súper héroe. — dijo Deán.
— ¿Enserio? —
pregunto Sam entusiasmado.
— Sí… Los
monstruos son reales… Papá los mata, los esta matando ahora. — comento Deán.
— Papá dijo que…
los monstruos de debajo de mi cama no existen. — murmuro Sam confundido.
— Eso es porque
ya reviso ahí… Pero sí, son reales… Casi todo es real. — continuo Deán.
— ¿Santa es
real? — pregunto Sam, pues estaban en el día de navidad y seria grandioso que
pudiera conocer al hombre esa misma noche.
— No. — dijo
Deán y eso apago por completo el entusiasmo de su hermano, quien se sentía
defraudado y ahora asustado.
— Si los
monstruos son reales, pueden atraparnos, pueden atraparme. — dijo el niño,
entrando en pánico por fin.
— Papá no dejara
que lo hagan. — le aseguro Deán.
— ¿Pero y si lo
matan? — pregunto Sam horrorizado.
— No van a
matarlo… Papá es el mejor. — le aseguro Deán con orgullo en su voz, el si había
visto a su padre luchando contra esas cosas y estaba bastante seguro de que el
hombre daría hasta la vida por ellos.
— Leí en el
libro que… mataron a mamá. — murmuro Sam
con pesar y miedo de que Deán le fuera a gritar de nuevo, pero esta vez Deán se
puso de pie para sentarse a su lado.
— Es complicado,
Sam — dijo Deán, pues el mismo no comprendía ese hecho y no podría hablarle de
ello a su hermano, eso le correspondía a su padre.
— Si mataron a
mamá, pueden matar a papá… Y si matan a papá, lo harán con nosotros. — aseguro
Sam
— Eso no es así…
Papá está bien… Nosotros estamos bien, créeme. — Le dijo Deán y entonces las lágrimas
de Sam empezaron a caer sobre la alfombra
— ¿Estás bien? — le pregunto.
— Sí. — murmuro
el niño, levantando la mirada para evitar que su hermano lo viera llorar, tenia
que ser fuerte.
— Oye, papá
estará aquí para navidad... siempre llega. — aseguro Deán para reconfortarlo.
— Sólo quiero
dormir, ¿esta bien? — le pidió Sam
— Sí, esta bien—
le dijo Deán y Sam se acostó para llorar libremente, ahora que sabia la verdad
absoluta se daba cuenta de que todo era maldad en el mundo y el estaba mas solo
que nadie en él. — Todo estará mejor cuando te despiertes… Ya lo verás… Lo
prometo. — aseguro Deán y se quedo un rato mas ahí sentado con su hermano.
Actualidad
— ¿Deán como
pudiste hacer eso? Sammy solo era un niño, ¿pero que tienes en la cabeza? ¡ERA
NAVIDAD! — le grito Jeff, realmente indignado por escuchar esa historia tan
triste, y no quería ni imaginarse al pobre Sam — ¿Y sabes que? Ya hasta me da
gusto no haber crecido con ustedes, con mi suerte… seguro que me hubieras dicho
la verdad desde los tres años y en vez de darme leche, ¡Me hubieras dado
cerveza! — agrego muy molesto el niño.
— Oye, no seas
tan duro conmigo… No tienes idea de cuanto lamento eso, todos los días pienso
en que hubiera pasado si Sammy se hubiera ido a la universidad sin saberlo,
seguramente que estaría mejor. — aseguro Deán.
— Todo mundo
estaría mejor sin esto… pero estamos malditos… todos… seguro que ese maldito
demonio hubiera ido tras Sam de todas formas… dios, pobre Sammy… pobre de ti…
tuvieron que pasársela solos mucho tiempo… por… papá. — dijo Jeff,
entristeciéndose al imaginar a su padre como un hombre desatendido de sus
chicos.
— No digas eso,
papá hizo lo mejor que pudo… siempre… Y si, tienes razón… traumatizamos a Sam
de por vida… pero ya no podemos hacer nada. — aseguro Deán.
— Eso es basura
Deán, puedes dejarlo en paz con eso de la navidad para empezar… si, yo se que
es tu ultima navidad también, pero eso debiste pensarlo antes… yo no dije nada
del pacto, pero no por eso estoy feliz… eres mi hermano mayor y te vas a morir
y… y yo… yo… no quiero que mueras, no quiero. — dijo Jeff y termino llorando,
era tan empático que ahora el dolor de Sammy se convirtió en el propio y se
convino con el suyo.
— Esta bien,
tranquilo… ven aquí. — le decía Deán, abrazándolo a su pecho para tratar de
calmarlo. Pero ahora el ya se sentía como la peor persona del mundo, salvo a un
hermano sin siquiera pensar en los sentimientos del otro.
Los Winchester no
siguieron con el tema del pacto o de celebrar la navidad, solo se fueron a
dormir y a primera hora de la mañana fueron a la casa de la señora que regalo
las misteriosas coronas paganas, la señora Madge Carrigan.
— ¿Aquí es donde
vive la Sra. corona, eh? ¿Pueden sentir las vibras malignas y paganas? — dijo Deán
apenas estar en el porche, pues la casa estaba toda llena de adornos navideños
que en cierto modo se veían ridículos. Toco la puerta y una mujer mayor abrió
la puerta.
— ¿Sí? —
pregunto la mujer y se les quedo mirando de pies a cabeza.
— Por favor dígame
que es Madge Carrigan, quien hace las coronas de filipéndulas. — rogo Deán con
falsa ilusión.
— Para
servirles. — dijo la mujer
— ¡Ja! Bingo. —
exclamo Deán con su falsa emoción, así que Jeff le dio un pellizco en el brazo
para que se callara, pues estaba siendo bastante obvio.
— Pues estuvimos
admirando sus coronas con el señor Sylar el otro día. — comento Sam
— ¿Sí? ¿No creen
que las filipéndulas huelen realmente bien? — pregunto la mujer sonriente.
— Seguro que sí…
Pero el problema es, que todas sus coronas se vendieron antes de que pudiéramos
comprar una. — dijo Sam con una mueca de tristeza falsa.
— ¡Oh, diablos! —
exclamo la mujer consternada.
— ¿De casualidad
tendría una, que pudiéramos comprarle? — le pregunto Deán, pues con ello
podrían atraer a la cosa a su propia casa y asesinarla.
— No, me temo
que esas eran las únicas que hice este año. — aseguro la mujer.
— Dígame algo...
¿Por qué decidió hacerlas de filipéndulas? — le cuestiono Deán, tenia que ser
capaz de identificar si ella era malvada o simplemente estúpida.
— ¡Por su olor,
por supuesto!... creo que no hay nada que huela mejor. — aseguro la mujer y
empezó a reírse como desquiciada.
— Sí, eh, ya…
menciono eso. — murmuro Sam, sintiendo miedo por esa sonrisa tan extraña en el
rostro de la mujer.
— ¿Qué pasa
cariño? — pregunto un hombre mayor quien iba llegando a la puerta desde adentro
de la casa.
— Bueno, estos
chicos preguntan por las coronas, cariño. — le dijo la mujer.
— Oh, esas
coronas son buenas... Lindas coronas… Oh, ¿quieren probar estos maníes? — y el
hombre les ofreció a los hermanos un platito lleno de deliciosos y crujientes
maníes. La boca de Deán se hizo agua y estuvo apunto de levantar la mano y tomar
un par, pero Sam lo detuvo.
— No gracias,
estamos bien. — murmuro Sam con una falsa sonrisa, había algo realmente extraño
en la actitud de esos sujetos. Así que
apenas regresar al motel, Sam se puso a investigarlos.
— ¡Lo sabía!
Había algo raro en ellos. — exclamo en medio de un aplauso.
— ¿Qué has
averiguado? — pregunto Deán quien no dejaba de tallar una estaca de pino, pues
Bobby había llamado nuevamente para recomendarles que lo hicieran.
— Los Carrigan
vivían en Seattle el año pasado, donde dos secuestros se produjeron en navidad…
Se mudaron aquí en enero… todas esas cosas navideñas en su casa no eran ramas
de pino… Eran verbena y menta. — explico
Sam
— ¿Cosas paganas?
— pregunto Deán.
— De lo más
pagano. — murmuro Sam y eso fue suficiente confirmación para su hermano, esos
ancianos eran los malos del vecindario.
— Así que… ¿Qué?
¿Ozzie y Harriet tienen a un dios pagano bajo el sillón cubierto de plástico? —
pregunto Deán con ironía, pero no es tan difícil imaginarse a un par de
personas mayores haciendo pactos con dioses, después de todo había un beneficio
en ello.
— No lo sé… solo
que se que hay que ir a ver… ¿Qué dijo
Bobby? ¿Está seguro de que estas estacas de madera matarán a esa cosa? —
pregunto Sam
— Sí, está
seguro. — dijo Deán, soplándole a la fina punta de una de las estacas que
recién terminaba de tallar. Entonces Jeff se levanto de su cama y dejo dos
estacas de pino en la mesa.
— ¿Cómo
terminaste tan rápido?— le pregunto Deán, impactado por la fina calidad de las
puntas de las estacas.
— ¿Hola?... caza
vampiros retirado. — se burlo Jeff. — Esto de las estacas viene con la
descripción del trabajo y papá me enseño a hacerlo… de hecho solíamos jugar con
ello. — les conto Jeff y sus hermanos continuaron con su propio trabajo.
Por la noche los
Winchester regresaron a la casa, Deán forzó la entrada con suma cautela de no
hacer ruido y pudieron entrar.
— ¿Ves?
Plástico. — dijo Deán. Rasgando la envoltura amarillenta de uno de los sofás. Siguieron
caminando por la casa, había demasiados adornos por todas partes, casas de
dulces y pasteles también.
— Oye, Deán. —
dijo Sam al encontrarse con una puerta sin ningún adorno, la abrieron y
descubrieron que se trataba del sótano, así que bajaron.
En el sótano
había un montón de sangre y huesos tirados por el piso y estaba un costal rojo
tirado en el suelo, justo debajo de otro costal lleno de sangre que colgaba de
una ganzúa.
— Que asco,
estos ancianos están locos. — murmuro Jeff, los tres hermanos iban haciendo
muecas de asco pues pocas veces se habían topado con cosas tan desagradables.
Entonces Sam encontró otro costal colgado a unos metros, lo toco y el costal empezó
a moverse sin cesar. Sam se hecho para atrás por el susto y entonces una mano
lo tomo por el cuello.
— ¡Sam! — grito Deán
al girar y ver a la anciana levantando a su hermano por el cuello, trato de
correr con el pero el otro sujeto apareció por detrás y lo noqueo. Jeff se le
fue encima pero el hombre se dejo caer hacia atrás, provocando que el niño se
golpeara la cabeza en el suelo y quedara inconsciente.
— Creo que no
debieron haber bajado aquí. — dijo la anciana sin soltar a Sam, quien al
aluzarlos con su linterna, noto sus espectrales rostros. Ambos eran dioses
paganos. La mujer lo estampo contra la pared y lo dejo inconsciente también.
Para cuando Deán
despertó, estaba en la cocina, totalmente atado en una silla de madera y con
sus hermanos atados a su alrededor.
— ¿Deán? ¿Estás
bien? — pregunto Sam al sentir el
movimiento de su hermano.
— Sí, creo que
si — murmuro Deán, aun adaptando su visión a la luz de la cocina.
— Creo que nos
topamos con el Sr. y Sra. dios… Es bueno saberlo. — dijo Sam y en eso llegaron
los dioses hasta la cocina.
— Oh, creímos
que se la iban a pasar dormidos durante toda la diversión. — comento la
anciana, poniéndose un mandil de cocina alrededor de la cintura.
— ¿Y perdernos
esto? Nah, somos fiesteros. — dijo Deán lleno de ironía.
— ¿No es
increíble, cariño?... Son cazadores es lo que son. — dijo el otro hombre, quien
comía nuevamente sus estúpidos maníes.
— Y ustedes
dioses paganos… Bueno, ¿por qué no lo dejamos en empate y nos vamos por caminos separados? — dijo
Deán.
— ¿Para que
puedan traer más cazadores y matarnos? ¡No lo creo! — dijo el hombre.
— Tal vez
debieron pensar eso antes de comer humanos, ¿no lo creen? — les pregunto Sam
con ironía también.
— Oh, antes
tomábamos unos cien tributos al año… eso es un hecho… ahora tomamos ¿cuantos?
¿Dos? ¿Tres? — se preguntaba la anciana.
— Con los
muchachos serán seis. — aseguro el hombre.
— Bueno, no es
tan mal ¿he? — pregunto la mujer, se empezaba a saborear el sabor de la sangre
y la carne de los muchachos, en especial la de Jeff. — Hueles delicioso cariño,
no puedo esperar aprobar tu sangre… es… deliciosa. — le dijo la anciana.
— Si usted lo
dice… ustedes son los caníbales. — le respondió Jeff
— Jovencito, muéstranos
mas respeto. — le exigió el sujeto.
— ¿O qué? ¿Nos
comerán? — les pregunto Sam con ironía.
— No tan rápido…
hay rituales que seguir primero. — comento el hombre.
— Oh, nos
encantan los rituales— agrego la mujer.
— ¿Y saben qué inicia toda la diversión? —
pregunto el otro anciano.
— Déjame
adivinar, filipéndulas… Oh, rayos no tienen coronas…. Creo que tendremos que
cancelar todo el sacrificio ¿he? — sugirió Deán.
— Oh, no seas aguafiestas.
— dijo la mujer y les puso una corona alrededor del cuello a cada uno de los
hermanos. — ¿No se ven adorables? — pregunto
— Para comerse… Muy
bien, y ahora… Paso número dos. — dijo el anciano, dejo sus maníes y tomo un
afilado cuchillo de la mesa de la cocina. Luego se acerco a Sam
— Sammy… ¡Sammy!
— gritaba Deán.
— ¡No! — grito
Sam al sentir como el afilado cuchillo cortaba una parte de su brazo, luego el
anciano tomo un platón y lo puso debajo de Sam, dejando que su sangre cayera
dentro.
— Déjalo en paz,
¡hijo de perra! — le grito Deán.
— ¿Oyes cómo nos
hablan? ¿A dioses? — pregunto el hombre ofendido. — Escucha amigo, hace años
éramos adorados por millones. — agrego.
— ¡Lo tiempos cambian!
— le grito Jeff.
— Dímelo a mí…
De repente, este Jesús es la novedad en el pueblo… De repente, nuestros altares
fueron quemados, y fuimos cazados como
monstruos comunes— les conto el hombre.
— ¿Pero nos
quejamos? Oh, no, no, no, no lo dijimos… Dos milenios… Mantuvimoss un nivel
bajo. Tenemos trabajos, hipoteca… Lo... ¿cuál es la palabra, cariño? — pregunto
la mujer.
— Nos
asimilamos. — aseguro el tipo.
— Sí, nos
asimilamos… Jugamos al bridge los martes y viernes… Somos como todos los demás.
— aseguro la mujer y se puso a hacer algunas mezclas raras con todas las
porquerías que tenían en su mesa de la cocina.
— No se están
mezclando también como creen. — les dijo Deán, entonces la mujer tomo el
cuchillo otra vez y se le acerco.
— Esto dolerá un
poquito, querido. — dijo la mujer y le corto el brazo a Deán.
— ¡Zorra! —
grito Deán ante el dolor.
— Oh, por dios… debes
un dólar en la jarra de groserías… Oh, ¿sabes lo que digo cuando me siento mal?...
"Demonios" — le dijo la mujer y puso el plato debajo de su brazo para
llenarlo con su sangre.
— ¡Tratare de
recordar eso! — dijo Deán.
— Chicos no tienen
ni idea de lo afortunados que son… Hubo un tiempo en que los chicos venían
desde muy lejos, sólo para estar sentados donde están ustedes. — les aseguro el
anciano mientras caminaba hacia Sam
— ¿Qué vas a
hacer con eso? — pregunto Sam al notar las enormes pinzas que el anciano
sostenía en sus manos.
— ¡No se atreva
a tocarme otra vez o la matare! — advirtió Deán a la mujer.
— Muy bien. —
murmuro la mujer y le corto el otro brazo a Deán. El otro hombre tomo la mano
de Sam en la suya, y con las pinzas que tenia le arranco una uña, haciéndolo
gritar lo mas desesperado posible.
— Oh, ¡tenemos
una uña! — grto complacido, luego vertieron la sangre y otras cosas en un
plato.
— ¿Qué más falta,
cariño? — dijo la mujer y antes de obtener respuesta, le arranco un mechón de
cabello a Jeff y lo agrego a la mezcla.
— Déjalo en paz,
juro que te matare. — amenazo Deán a la mujer tras escuchar el desgarrador
grito de su hermano menor.
— Bueno, veamos…
Una uña, cabello, sangre... que mala memoria tengo ¡olvidé el diente! — dijo el
hombre y tomo unas pinzas mas grandes.
— Feliz navidad,
hermanos— exclamo Deán con ironía, luego el hombre se le acerco con las pinzas
y le levanto la cabeza.
— Abre la boca y
dí "ah". — le ordeno el sujeto y le metió las pinzas en la boca,
estaba por arrancarle el diente, cuando empezaron a tocar insistentemente.
— ¿No va a abrir?...
Deberían abrir. — dijo Deán con dificultad, el hombre le saco las pinzas de la
boca y fue con su mujer a abrir la puerta.
— ¡Feliz
navidad! — dijo una mujer con suéter de reno y les dio un pastel.
— Te dije que
olía a pastel de frutas. — dijo el hombre, volviendo a fingir una sonrisa de
idiota normal de los suburbios.
— No debiste
molestarte. — dijo la mujer.
— Oh, no te
preocupes. Es un placer… Nel y yo vamos a ir cantar villancicos. ¿Quieren venir?
— pregunto la insistente mujer. Los sujetos se miraron rápidamente para buscar
una excusa razonable.
— Me duele la
espalda, ya no se que ponerme. — mintió el anciano
— Oh, bueno, es
una pena… en fin... Feliz navidad. — dijo la vecina.
— Igualmente querida. — le dijo la anciana.
— Pero
¿jugaremos Bigde mañana? — volvió a preguntar la vecina.
— ¡Por supuesto!
— dijo el hombre.
— ¡Sí! bueno,
adiós. — dijo la mujer y por fin se largo del porche, apenas cerrar la puerta
los ancianos tiraron su pastel y lo pisaron. Habían hecho un tremendo esfuerzo
para no matarla en su porche, era una mujer bastante desesperante.
— Bueno, ¿por
dónde íbamos? — pregunto la mujer apenas entrar a la cocina y entonces las
puertas a su alrededor se cerraron, los Winchester estaban dentro de la sala.
Los dioses empezaron a azotar las puertas para tratar de entrar, pero Deán
logro atrancar la puerta con un cajón cercano e ir a la puerta para ayudar a
sus hermanos.
— ¿Qué hacemos
ahora? ¡Las estacas están en el sótano! — dijo Deán.
— ¡Pues,
necesitamos más pino Deán! — grito Sam
— Ya se donde
hay mas pino… Ayúdenme con esto. — dijo Jeff y entre los tres derribaron el
árbol de navidad y empezaron a romperlo. Ya que tenían las ramas de pino en sus
manos, todo se quedo en silencio y un momento despues el anciando salto sobre
Jeff y Dean fue en su auxilio.
— Oye tontito...
Ese árbol me gustaba. — dijo la mujer y derribo a Sam de un puñetazo, el se
puso rápido de pie y la golpeo con la rama en el rostro y después se la clavo directo
en el corazón.
— ¡Madge! —
grito el marido, dejando a Deán en el suelo. Deán aprovecho para derribarlo y le
clavo la estaca en el corazón también. Una sombra negra salió del cuerpo de los
ancianos y desapareció en el aire, se habían destruido para siempre.
— Feliz navidad.
— murmuro Sam al ver a los dos muertos en el suelo y lo mas irónico de todo era
que una de las estacas clavadas conservo una esfera colgando, era como un ver
un mini arbolito de navidad y eso trajo otra pieza del pasado a la mente de
Deán.
Broken Bow, Nebraska
Noche buena de 1991
— Sam, despierta
— le rogaba Deán una y otra vez a su hermano, pero no fue hasta que lo zarandeo
que logro que Sammy abrieron un poquito los ojos. — Papá estuvo aquí… Mira lo que te trajo — le dijo y el
pequeño Sammy se sentó en su cama.
— ¿Papá vino? —
pregunto Sam entre bostezos
— Sí mira esto...
trajo cosas. — dijo Deán y Sammy giro la mirada hacia la sala, donde estaba un
arbolito pequeño de navidad con pocas luces y unas cajas debajo, eran regalos.
— ¿Por qué no me
despertaron? — pregunto Sam confundido, pues su padre siempre lo despertaba
para saludarlo y era raro que en ese momento no estuviera ahí, sobre él.
— Trato de
hacerlo unas mil veces. — le dijo Deán.
— ¿Así? —
pregunto Sam sorprendido.
— Sí… Y te dije
que nos traería regalos ¿o no? — le pregunto Deán y el niño asintió. — Anda, ve a ver. — le ordeno y Sam se
levanto corriendo hacia el árbol, se sentó en el sofá,, tomo uno de los regalos
y rompió la envoltura en un, dos por tres.
— ¿Qué es eso? —
pregunto Deán sonriente, ese brillo en los ojos de Sam era su razón de ser.
— ¿Barbie Zafiro?
— se pregunto Sam, con una caja de una muñeca barbie en su regazo. Deán se
empezó a reír a carcajadas.
— Debe pensar
que eres una niña. — dijo Deán
— Déjame en paz.
— exigió Sammy.
— Abre el otro. —
le ordeno Deán, Sam rápidamente rompió la envoltura y saco unos pompones rosas
de porrista de la caja, mismos que tiro inmediatamente al suelo.
— Papá no vino,
¿verdad? — pregunto Sam fastidiado, tantas tonterías no podían ser coincidencia.
— Sí, si vino,
lo juro. — dijo Deán.
— Deán... ¿de
dónde sacaste esto? — le pregunto Sammy, pues esa reacción de nervios de Deán,
lo delataba por completo, además no era un secreto que él hacia de todo para
mantener completo al niño.
— De la casa
bonita… Te juro que no sabía que eran regalos de niña— murmuro Deán muy apenado
y pronto vio la expresión triste de su hermano. — Mira, estoy seguro de que
papá hubiera estado aquí si hubiera podido. — agrego Deán.
— Si está vivo. —
murmuro Sammy. A partir de ese momento empezó a vivir con esa preocupación en
su mente.
— No digas eso… Por
supuesto que está vivo… Es papá. — dijo Deán y se mordió los labios, Sam se
giro y saco un paquete de periódico de su chaqueta.
— Ten… Toma
esto. — murmuro Sam, y entonces Deán se dio cuenta de que le estaba ofreciendo
el regalo al que esa mañana le estaba dedicando tanto esmero.
— No, no… Eso es
para papá. — murmuro Sam
— Papá me
mintió… Quiero que lo tengas. — le rogo Sam
— ¿Estás seguro?
— pregunto Deán.
— Seguro. —
insistió Sam y Deán tomo el paquete, lo desenvolvió y saco un colgante de forma
extraña del interior.
— Gracias Sam,
me… me encanta. — aseguro Deán y se lo colgó inmediatamente en el cuello. Sam asintió
levemente porque ese amuleto se le veía realmente bien.
A partir de esa
navidad, Deán siempre llevo puesto ese amuleto colgando de su cuello. Era su
amuleto de la suerte y el objeto de más valor sentimental que poseía, por lo
que jamás se lo quitaría.
Actualidad
Deán estuvo pensando
mucho en sus acciones, en el hecho de que era su última navidad con vida, así
que quiso hacer algo especial para sus hermanos (sin impórtale que ellos no lo
quisieran) y apenas salir de la casa de los dioses, se fue en busca de una
sorpresa para los chicos, la cosa fue que al llegar al motel, el se llevo la
sorpresa.
— Oye ¿Y la
cerveza? — le pregunto un Sam sonriente apenas verlo.
— ¿Qué es todo
esto? — pregunto Deán al ver que el cuarto de motel estaba lleno de adornos de
cartón que decían Feliz navidad, había luces de colores en la ventana y sobre
todo había un pequeño arbolito en la mesa de centro… era como un sueño.
— ¿Qué crees que
es? Es... es navidad. — dijo Sam aun mas sonriente.
— ¿Por qué
cambiaste de opinión? — le pregunto Deán.
— Bueno, eh... prueba
el rompope… dime si necesita más alcohol. — dijo Sam para cambiar de tema, el
jamás lo admitiría pero estaba haciendo eso como forma de retribuir lo que Deán
hiciera aquella navidad sin su padre, la vez en que trato de mantener su inocencia
intacta.
Deán tomo un
vaso de rompope de la mano de Sam y bebió, haciendo muecas graciosas pues sabia
realmente a puro alcohol.
— No, ya no —
dijo Deán, sosteniendo la risa.
— ¿Sí? —
pregunto Sam, empezando a reírse también.
— Sí. — reafirmo
Deán y se empezó a reír.
— Bien… Bueno,
eh siéntate… Vamos a hacer cosas de navidad o lo que sea. — comento Sam, y
ambos se sentaron el sofá, aun sonrientes.
— Bueno… primero
es lo primero. — murmuro Deán y se quito la chaqueta, luego saco unas bolsas de
debajo del sofá. — Feliz navidad — le dijo y le dio los paquetes.
— ¿De dónde los
sacaste? — pregunto Sam sonriente e intrigado porque cosa podría llegar a tener
en sus manos.
— De un lugar
especial… La gasolinera de enfrente — comento Deán y se empezaron a reír a
carcajadas, las viejas costumbres jamás iban a dejarlos. — Ábrelos. — le dijo.
— Bueno, las
grandes mentes piensan igual, Deán. — comento Sam, dejo sus regalos en la mesa
y de debajo saco otros regalos y se los dio a Deán.
— ¿En serio? —
pregunto Deán sonriente, mientras admiraba las viejas envolturas de periódico
de Sam, realmente se sentía feliz, por primera vez en mucho tiempo. Sam abrió
sus regalos rápidamente y se empezó a reír.
— ¡Revistas!... Y...
Crema de afeitar. — dijo gustoso.
— ¿Te gustan? —
pregunto Deán.
— Sí. Sí. —murmuraba
Sam con cierta felicidad, entonces Deán abrió sus propios regalos e igualmente
sonrió.
— Mira esto… Algo
para mí y para mi bebé. — dijo, sosteniendo un chocolate y una botella de
aceite de motor en las manos. — Son asombrosos… Gracias Sammy. — le dijo,
mirando que a su manera los dos se estaban demostrando su afecto.
— ¿Y donde esta
el enano? Tengo algo para el también. — agrego Deán, entonces Sam le indico con
la mirada que el chico estaba en el impala, Deán se lamento un minuto porque
cuando entro a la casa no se percato de su presencia, pero ahora salió como de
rayo para estar con él.
— ¿Qué haces
aquí? — le pregunto al subirse en la parte trasera con él. Jeff tenia la mirada
clavada en sus zapatos pero se giro a verlo.
— La navidad
pasada… papá… nos tomo esta. — dijo Jeff y le dio a su hermano mayor una foto,
estaban ellos cuatro, era bastante conmovedor para Deán pues era la primera
foto familiar en años. — ¿Recuerdas que feliz era?... decía… decía que tenia a
sus niños de vuelta con él… y que éramos una familia…
— Jeff, somos
una familia. — murmuro Deán.
— Lo se, pero…
lo que te dije era verdad… no quiero que mueras — dijo Jeff y las palabras
quedaron estancadas en la garganta de Deán, no había respuesta para eso, solo
un gran LO
SIENTO.
— Encontraremos
una forma de romper ese trato… Y estaremos juntos la próxima navidad, lo
prometo…. Pero ahora… quiero que tengas esto. — Y Deán le dio su regalo de
navidad, era una pequeña caja de música, Jeff le dio cuerda y una tonada
hermosa empezó a tocar. — Papá solía tararearla casi siempre, te ayudara a dormir.
— Yo… gracias…
me encanta… digo yo solo te compre una rasuradora pero esto… es fantástico,
gracias. —dijo Jeff y se le fue encima en un abrazo, Deán lo apretó fuerte pues
su promesa del pacto probablemente era falsa, pero era navidad y en ese día se
debía hacer feliz a la familia.
— Bien, bien… vamos a dentro que esta haciendo
frio y Sam tiene una fiesta preparada ahí dentro. —dijo Deán, así que entraron
a la casa y Sam abrazo al niño una vez mas, y se sentaron los tres en el sofá.
Sin percatarse de que afuera ya estaba nevando, por primera vez en mucho
tiempo.
— Feliz navidad,
hermanos. — dijo Deán y chocaron sus vasos de rompope.
— Feliz navidad.
— exclamo Jeff.
— Feliz navidad.
— murmuro Sam, y en ese momento tan emocional decidió que debía decir lo que
sentía realmente. — Oye Deán…— empezó a decir Sam, pero al ver la expresión
sonriente de sus hermanos, decidió callarse, era navidad y no era un día para
tratar cosas malas, era un día para que fueran hermanos, para que fueran
familia. — ¿Quieres ver el partido? —
termino por decir.
— Por supuesto. —
exclamo Deán feliz, por primera vez en mucho tiempo se sentía en paz, aun que
sabia que solo seria por ese momento, pero no importaba. Todo estaba bien.
— Ya que. —
murmuro Jeff, no era fan de los deportes.
— De acuerdo. —
dijo Sam y prendió la televisión, los tres se quedaron toda la noche mirándola
programación y bebiendo rompope hasta que se quedaron dormido, felices por
haber pasado una navidad muy sobrenatural.
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