domingo, 29 de septiembre de 2013

SPN 3.11 El Punto Misterioso

El Punto Misterioso
Descripción
Los hermanos investigan la desaparición de un hombre que desapareció mientras visitaba un lugar turístico. Y en la búsqueda del sitio, Dean es asesinado por el propietario. Sam queda devastado, pero se sorprende cuando despierta de mañana y se encuentra con Dean vivo y completamente bien. A medida que pasa el día, Sam se da cuenta de que sigue viviendo en el día anterior y trata de evitar la muerte de Dean, una y otra vez. Sam tiene que aprender a vivir la vida sin su hermano mayor a su lado.

La semana había sido muy pesada para los hermanos Winchester, dos cacerías de demonios y hasta un fantasma. Y eso que apenas era martes de la nueva semana, por lo que Sammy estaba profundamente cansado, y dormía a pierna suelta en el motel, hasta que la canción ”HEAT OF THE MOMENT de ASIA” sonó a todo volumen en la habitación y lo despertó.

— ¡Ya es hora, Sammy! — grito Deán apenas ver que su hermano se incorporaba en su propia cama de motel.

— Deán... ¿Asia? — pregunto Sam con incredulidad, la canción era una de las clásicas de antaño y no la había escuchado desde que tenia 9 años.

— ¿Que?... me gusta esta canción y lo sabes. — dijo Deán en su defensa, mientras amarraba los cordones de sus botas.

— Sí, y si la vuelvo a escuchar, voy a suicidarme— murmuro Sam  malhumorado, despertar de un sueño profundo con canciones como esas, no era para nada bueno.

— ¿Qué? — pregunto Deán con ironía y subió todo el volumen de la radio.  — Lo siento… No puedo oírte. — aseguro Deán y empezó a cantar, apuntándole con el dedo a su hermano

 Heat of the moment
Heat of the moment
Showed in your eyes
Finalmente Sam y Deán se metieron al baño a lavarse los dientes y Deán no pudo evitar el hacer gárgaras extrañas con la pasta, mientras que Sam solo lo miraba muy extrañado, quería reírse pero había algo, como un mal presentimiento que no lo dejaba hacerlo.

— Cuando tú quieras, Deán. — dijo Sam molesto desde la puerta de salida, pues no se podía creer que el hubiera despertado tarde pero ya estuviera listo, mientras que su hermano se seguía arreglando o.

— ¿Es  tuyo? — pregunto Deán para molestarlo, y sujetando un brazier negro en las manos. — Bingo. — Exclamo Deán y guardo su pistola en el pantalón — Estoy listo para desayunar— dijo y finalmente salieron de la habitación.

Los Winchester llegaron hasta una pequeña cafetería que había en la esquina de la calle, era un lugar hogareño y de buen ambiente, justo lo que ellos necesitaban para relajarse. Apenas entrar a la cafetería, se encontraron inmersos en el mundo real y normal, donde todas las camareras servían café con sus enormes sonrisas falsas.

— Conduzca con cuidado ahora, señor Pickett. — se escucho decir a una de las camareras y le dio su cambio a un hombre mayor, y gruñón que le daba el avión.

— No puedes sentarte si no ordenas algo, Cal… Conoces las reglas. — decía  otra camarera a un vagabundo que simplemente le arrojo unas monedas y se pidió un café, como no tenia casa, no tenia donde mas estar.

— Oye… Martes, puerco en parrilla. — exclamo Deán al sentarse en su mesa y leer el pequeño menú del especial que colgaba en la pared.

— ¿Sabes siquiera qué es eso? — pregunto Sam con ironía, no seria la primera vez en que su hermano ordenaba una comida que no se llegaba a terminar.

— ¿Les tomo su orden? — pregunto una camarera, acerándose a su mesa.
— Sí… Quiero el especial, tocino doble y un café. — ordeno Deán.

— Que sean dos cafés y un cereal. — agrego Sam

— Enseguida— dijo la camarera y se fue a la cocina.

— Enserio Sam, este trabajo es una pequeñez… Deberíamos estar buscando a Bela. — sugirió Deán. Pues desde que ella les robara la Colt, se había mantenido bien oculta de los radares de cazadores.

— Oh si, claro... vamos a hacerlo… ¿En dónde? — pregunto Sam lleno de ironía, no había día o momento en que Deán dejara de hablar de ella y eso lo molestaba mucho.

— Cállate. — murmuro Deán.

— Mira, créeme, yo quiero hallarla tanto como tú…  Y Jeff y Bobby la están tratando de rastrear ahora… Así que mientras tanto, tenemos esto. — dijo Sam y dejo unas hojas sobre la mesa.

— Bien, así que este profesor… — comenzó a leer Deán.

— Dexter Hasselback, estaba de paso hace unos días cuando desapareció. — dijo Sam, todo para ahorrarle a Deán la tarea de leer el expediente.

— ¿A dónde iba? — pregunto Dean.

— Su hija dice que iba a visitar el punto misterioso de Broward— dijo Sam y le mostro una propaganda del lugar.

— ¿Donde las leyes de la física no se aplican? — pregunto Deán, pues es era el lema que el sitio estaba manejando en su propaganda, pero sonaba realmente tonto.

Entonces llego finalmente la camarera con la orden y empezó a colocarla en la mesa. — Dos cafés negros, y salsa picante para... Ooops. — grito la mujer pues la pequeña botella de salsa resbalo de la mesa, y se hizo pedazos al estrellarse contra el suelo.

— Diablos... Lo siento… ¡Limpieza! — grito la camarera y se fue, Deán puso los ojos en blanco porque realmente había querido probar esa salsa derramada en el suelo. Así que ignoraron el accidente y se pusieron a comer tranquilazamente.

Fue hasta que los muchachos dejaron la cafeterita que empezaron a discutir sobre el caso nuevamente, mientras caminaban.

— Sam, estos  lugares son solo trampas para turistas, solo ves bolas rodando hacia arriba… muebles clavados en el techo… El único peligro es para tu billetera. — aseguro Deán, pasaron junto a un perro atado a una toma de agua y este les ladro muy feo.

— Si, pero… Sólo digo que hay puntos en el mundo donde se abren agujeros que se tragan personas… El triángulo de las Bermudas,  el vórtice de Oregón. — decía Sam

— ¿El punto misterioso de Broward? — agrego Deán a la lista con mucha incredulidad.

— A veces estos lugares son legítimos. —  agrego Sam

—Bueno, si fuera legitimo… que habría que verlo... ¿Cuál es la leyenda? — pregunto Deán y entonces choco hombro con hombre, con una mujer rubia, que únicamente se disculpo y siguió su camino muy apresurada.

— La leyenda es una muy loca realmente… Quiero decir, dicen que estos lugares, los campos magnéticos son tan fuertes que doblan el espacio y el tiempo… Mandando a las víctimas a quien sabe donde. — explico Sam

— Me suena a”Expediente X” — murmuro Deán lleno de ironía y se quedaron mirando a dos empleados que trataban de meter un piano nuevo por una diminuta puerta.

— ¡Te dije que no cabria! — gritaba uno de ellos.

— ¿Qué quieres, un Pulitzer? — pregunto el otro molesto, ya llevaban mas de una hora tratando de subir esa cosa por las escaleras, y estaba cansado también.

— Esta bien, yo no dije que eso esté pasando… Pero si tenemos que verlo, ver si podemos hacer algo. — dijo Sam, regresado su atención al tema principal, el caso.

— Esta bien, esta bien… Iremos hoy cuando cierren a revisar el lugar. — dijo Deán resignado, pues sabia que Sam jamás dejaría de molestarlo si le decía que No.

El día paso muy rápido, mucho mas rápido de lo que Sam hubiera querido pues apenas había tenido 5 minutos para hablar con Jeff por teléfono y saber que no tenia ninguna noticia de Bela, Sam lo extrañaba pues Jeff había llegado a ser el mediador de comportamiento de Deán, cuando el chico estaba no había tonterías, solo un Deán muy maduro.

Finalmente llego la noche, y ambos hermanos se metieron por el tejado de la propiedad, llegando a estar dentro de un pasillo de color verde que estaba pintado con un túnel negro y que parecía jamás tener fin.

— Wow, intrigante— dijo Deán tras salir del túnel mareador y encontrarse con la parte de muebles clavados al techo, donde llamaba mucho la atención ver un cenicero colgando boca abajo sin que algo de su contenido se cayera.

— ¿Tienes algo? —Pregunto Deán-

— No. — murmuro Sam, sin dejar de revisar todos los cajones a su paso.

— ¿Tienes idea de qué estás buscando? — pregunto Deán.

— Uh... si… bueno… No. — dijo Sam, sintiéndose culpable por haber tenido la brillante idea de meterse a ese sitio sin tener siquiera una idea clara de que buscaban, lo que era muy arriesgado.

— ¿Qué rayos  hacen aquí? — se escucho preguntar a un hombre y para cuando los Winchester se giraron, se encontraron cara a cara con el dueño del sitio, apuntándoles con un rifle a los dos.

— Whoa, whoa, whoa… le explicare. — dijo Deán, lamentando tener su pistola en la mano pues eso la hacia verse mas sospechosos todavía.

— ¿Me están robando? — cuestiono el sujeto molesto.

— Mire, nadie le está robando... Cálmese. — le pidió Sam con las manos en alto.

— ¡No se mueva! ¡No se mueva!— gritaba el hombre, tras darse cuenta que una de las manos de Deán se movía extrañamente.

— Solo bajare el arma. — Dijo Deán, guardarse el arma en su bolsillo trasero, pero entonces el sujeto jalo el gatillo y le disparo en el pecho varias veces, haciéndolo caer estrepitosamente en el suelo.

— ¡Deán! — grito Sam y corrió junto a su hermano. — Llame al 911. — le ordeno al hombre, quien ahora estaba temblando como gelatina por lo que había hecho.

— Yo... no quería... — tartamudeaba el sujeto.

— ¡Ahora! — grito Sam y el tipo por fin obedeció.

Sam se arrodillo junto a su hermano y lo levanto sobre su regazo, tratando de aplicar presión sobre sus heridas para que no se desangrara, sin embargo las heridas eran muy graves y a Deán le empezaba a faltar el aire.

— No. no. no… Así no… hermano… Deán— rogaba Sam, pero de nada sirvió pues en ese momento, su hermano mayor murió en  sus brazos.

En un parpadeo Sam desapareció del punto misterioso y apareció e su cama, despertando exactamente igual que esa mañana, con la canción de Asia a todo volumen.

— ¡Ya es hora, Sammy!— exclamo Deán feliz mientras baila y se ataba los cordones de las botas. — ¿Oyes, Asia? — pregunto Deán tras ver la cara de fantasma loco que tenia su hermano en esos momentos.

— Deán — murmuro Sam, tratando de entender lo que estaba pasando, Deán había muerto pero ahora lo tenía ahí delante como si nada.

— Oh, vamos… Me gusta esa canción y lo sabes. — se quejo Deán, y exactamente como Sam lo recordaba su hermano canto, hizo extrañas gárgaras en el baño y tardo mucho en vestirse, Sam estaba tan extrañado que no decía nada, solo miraba expectante.

— ¿Qué? — pegunto Deán tras notar la mirada de su hermano.

— No entiendo. — murmuro

— ¿Estás bien?

— No. Creo que... Tuve un sueño extraño. — dijo Sam, confundido.

— ¿Si? ¿Enanos o Payasos? — pregunto Deán con gracia, quiera que su hermano se relajara pero no funciono, pues Sam como ido, incluso mas cuando llegaron al restaurante y volvieron a ver a todas las camareras que servían café con sus enormes sonrisas falsas.

— Conduzca con cuidado ahora, señor Pickett. — Se escucho decir a una de las camareras y le dio su cambio a un hombre mayor, y gruñón que le daba el avión.

— No puedes sentarte si no ordenas algo, Cal… Conoces las reglas. — decía  otra camarera a un vagabundo que simplemente le arrojo unas monedas y se pidió un café, como no tenia casa, no tenia donde mas estar.

Todo lo que estaba pasando alrededor de Sam era exactamente lo mismo que ya había vivido y escuchado el día anterior, lo que le daba muchos escalofríos.

— Oye… Martes, puerco en parrilla. — exclamo Deán con alegría y se sentaron en la misma mesa del día anterior.

— ¿Es martes? — pregunto Sam incrédulo, el ya había tenido un martes, el peor martes de su vida. ¿Cómo podía ser martes otra vez?

— Sí. — murmuro Deán, mirándolo como si estuviera completamente loco por preguntar la cosa mas obvia.

— ¿Les tomo su orden? —pregunto la misma camarera gorda de la otra vez, quien llego de repente.

— Sí… Quiero el especial, tocino doble y un café. — dijo Deán.

— Uh, nada para mí... Gracias. — murmuro Sam, estaba seguro de que si comía algo se vomitaría por tanta confusión en su cabeza.

— Dígame si cambia de opinión. — le dijo la mujer y se fue a la cocina a por los pedidos.

— Enserio Sam este trabajo es pequeñez, deberíamos estar buscando a Bela. — dijo Deán pero Sam no le prestaba atención, solo miraba como loco hacia todas partes. Por eso Deán le trono los dedos. — Oye… ¿Estas conmigo?— le pregunto.

— ¿Qué? — pregunto Sam nervioso y por fin se giro para verlo.

— ¿Seguro que estas bien? — volvió a preguntar Deán, mucho mas preocupado de lo que estaba antes.

— Tú no...¿Recuerdas nada de esto?— pregunto Sam entre titubeos, no podía creer que fuera el único que estuviera teniendo esos recuerdos. No cuando todos estaban actuando exactamente igual al primer martes que tuvo.

— ¿Recordar qué? — pregunto Deán,

— De esto… De hoy… Como… ¿Cómo que ya había pasado? — le pregunto.

— ¿Como un Déjà Vu? — sugirió Deán

— No, como que esto enserio ya había pasado antes. — se explico Sam

— Sí, como un Déjà Vu. — insistió Deán, pues el mito de los Deja Vu decía que el alma de una persona se separaba de su cuerpo durante los sueños y viajaba al futuro para continuar el camino, pero al regresar al cuerpo humano. Se veía atrapada en el pasado y conformo pasaban sus días, iba recordando sus vivencias.

— No… no hablo de Deja Vu… Estoy preguntándote si sientes como... Como si estuviéramos viviendo el ayer otra vez. — dijo Sam

— Escucha, si eso no es Deja…— empezó a decir Deán.

— ¡No! ¡No lo digas!... No me... — gritaba Sam pero se quedo callado por el regreso de la camarera con la comida de su hermano y la dejo sobre la mesa.

— Café negro… Y salsa picante para el... ¡Oh! Diablos. — grito la mujer pues justo como el día anterior, la botella de salsa se le resbalo de las manos pero esta vez Sammy logro atraparla en el aire y evitar que se rompiera. — ¡Gracias! — dijo la mujer sorprendida y se fue.

— Buenos reflejos. — murmuro Deán, y Sam no tuvo mas que contarle todo lo que ya había vivido en un supuesto mares anterior a ese martes.

Los Winchester salieron a caminar por la calle, donde todo volvió a pasara otra vez, un perro les ladro, la mujer rubia choco hombros con Deán y los dos hombres estaban tratando de subir un piano por esas diminutas escaleras.

— Sam, lo siento… Pero no se de que rayos estás hablando. — dijo Deán

— Ayer fue martes, ¿si?... Pero hoy es martes también. — dijo Sam exasperado.

— Sí… No, Dios estas fuera de balance. — dijo Deán, realmente preocupado porque su hermano se estuviera volviendo loco de remate.

— ¿Entonces no me crees? — pregunto Sam alucinando.

— Sólo digo que eso es una locura, ¿entiendes?... Aun para nosotros, es una locura de manicomio…. Aun que tal vez, es una de esas de tus premoniciones. — sugirió Deán finalmente, pues no era tan  descabellado verlo de esa manera.

— No, no lo creo… Es muy vívida… mira, estuvimos en el punto misterioso y ahí…— empezó a contarle Sam, pero el re cuerdo de Deán muriendo en sus brazos le hizo un nudo en la garganta y se quedo en silencio.

— ¿Ahí qué? — exigió saber Deán.

— Me desperté. — Mintió Sam y entonces su cerebro tuvo una idea.— ¡Un momento! El punto misterioso… ahí tal vez... — y Sam se quedo callado otra vez, haciendo conexiones en su cerebro y teniendo la teoría de que el lugar donde murió Deán, pudo tener el poder de regresarlo al pasado.

— ¿Tal vez qué? — pregunto Deán.

— Tenemos que ir a verlo…. Solo… Confía en mí en esto. — le rogo Sam

— Está bien, está bien… Iremos hoy cuando cierren a revisar el lugar. — dijo  Deán, pero la sola idea de volver a hacer eso le puso la piel chinita a Sammy, así que se metió en su camino para no dejarlo dar un paso mas hacia su muerte.

— Espera… ¿Qué?... No — dijo Sam nervioso.
.
— ¿Por qué no? — exigió saber Deán.

— Uh... ¿Por qué luego?... mejor ahora, va a estar lleno de gente. — dijo Sam en su defensa.

— Deberás estas mal. — murmuro Deán, pues en los últimos segundos el comportamiento de Sammy había pasado de loco raro… a Súper demente raro.

— Deán.

— Esta bien… vamos ahora. — y Deán empezó a caminar pero no  se fijo al cruzar la calle, y un automóvil lo arrollo, haciéndolo volar por los aires antes de caer estrepitosamente al suelo. Todo ensangrentado.

— ¡Deán! — grito Sam y corrió a tirarse a su lado, logrando ver la cara del conductor del auto, que era uno de los tipos que comía en el restaurante esa mañana, el viejo los miro un segundo y se fue huyendo de la escena.

Sam tomo el tórax de su hermano y lo pus sobre su regazo para tratar de reanimarlo — Deán... No. No. No… Vamos, Deán… Deán, Deán. — decía Sam una y otra vez, pero nuevamente su hermano murió en sus brazos.

Y entonces Sam volvió a despertar en su cama, aquella mañana de martes con la canción Asia a todo volumen en la habitación.

— Ya es hora, Sammy. — dijo Deán entusiasmado y todo paso otra vez, canto, hizo gárgaras con la pasta de dientes, escucharon las mismas conversaciones en el restaurante y se sentaron en la misma mesa junto a la ventana.

— Oye, es martes... Puerco en parrilla. — volvió a decir Deán, justo como en los dos martes anteriores en la vida de Sammy.

— ¿Quieres escucharme, Deán?, o me volveré loco. — murmuro Sam de mal humor.

— ¿Les tomo su orden? — dijo la misma camarera, que como siempre llego de sorpresa.

— Él quiere el especial, doble tocino, café negro… Nada para mí, gracias. — dijo Sam rápidamente y hasta molesto.

— Enseguida — dijo la mujer seria y se fue a la cocina a por la comida.

— Sammy, me gusta cuando tomas el control así. — murmuro Deán con ironía y una sonrisa estúpida en su rostro.

— No juegues así, Deán. — le grito Sam, desesperado porque no le estuviera haciendo caso con su problema de vivir tantos martes.

— Esta bien, esta bien… te escucho, ¿tu crees que estamos en una especie de…?— cuestiono Deán.

— Circuito de tiempo. — murmuro Sam

— Como "Un día sin fin"— pregunto Deán, haciendo referencia a una película que trataba justo de un hombre que nunca dejaba de vivir en el mismo día de la semana.

— Sí… Exacto, como "Un día sin fin"— dijo Sam esperanzado a que su hermano por fin parecía estarlo comprendiendo, pero al girar su mirada hacia Deán, se dio cuenta de que tenía la risa contenida.  — ¿Sigues sin creerme?— le pregunto,

— Es... una locura… incluso para nosotros… Es una... — empezó a decir Deán, justo como el día anterior.

— ¿Locura de manicomio? — se adelanto a decir Sam

— ¿Cómo lo adviniste? — pregunto Deán interesado, no era la primera vez esa mañana en que Sam adivinaba algo antes de que pasara, por primera vez se planteo la posibilidad de que su hermano le estaba diciendo la verdad.

— Porque ya lo dijiste antes, Deán… ese es el punto — dijo Sam molesto, nuevamente lleto esa marera gorda y dejo la comida sobre la mesa.

— Café negro… Y salsa picante para el... Oh diablos. — dijo la mujer y nuevamente la botella de salsa se le resbalo de las manos, pero Sam la atrapo en el aire y se la devolvió. — Gracias.

— Buenos reflejos. — aseguro Deán.

— No... Yo sabía que pasaría— aseguro Sam

— De acuerdo, de seguro debe de haber una explicación. — dijo Deán, empezando a pensar en posibles teorías porque ya le estaba dando miedo que Sam estuviera teniendo premoniciones o cosas por el estilo, otra vez.

— Tienes que confiar en mi en esto, ¿si, Deán?.. Tienes que, tú me lo debes. — le grito Sam entre dientes.

— Cálmate. — le dijo Deán, pues su comportamiento ya estaba llamando la atención de algunos de los comensales.

— No me digas que me calme… No puedo calmarme, no puedo porque... — la rabia de Sam se convirtió en silencio absoluto.

— ¿Porque? — pregunto Deán intrigado, sabía que había algo mas detrás del enojo de Sammy, algo muy malo.

— Porque hoy tu te mueres, Deán. — dijo Sam en apenas un susurro. Deán se quedo helado por un segundo pero reacciono.
— No voy a morir, hoy no. — le dijo.

— Dos veces… te vi morir y no quiero hacerlo otra vez ¿oíste?... vas a tener que creerme, por favor. — le rogo Sam, y ese brillo de tristeza en sus ojos termino por convencer a Deán de que todo era verdad.

— De acuerdo… Aún creo que estás loco, pero... sea lo que sea esto, lo resolveremos. — dijo Deán, terminaron de comerse el desayuno y salieron a caminar por la calle otra vez, pasando junto al perro que les ladro, junto a la mujer que choco contra Deán y siguió su camino y finalmente junto a los trabajadores que trataban de subir el piano a la cima de un edificio, todo exactamente como las veces anteriores.

— ¿Y tú crees que esa trampa para turistas, tiene algo que ver con esto? — pregunto Deán.

— Tal vez sea real Deán... Los  campos magnéticos doblando el espacio y el tiempo. — explico Sam, citando la propaganda del punto misterioso.

— No, eso es muy "Expediente X" para mí. — murmuro Deán, renuente a creer que ese tipo de lugares tuvieran algo real tras sus puertas.

— ¡Pues no se como mas explicarlo, Deán! — grito Sam desesperado, tantas preguntas y negativas de su hermano, ya lo habían hecho enojar.

— ¡Esta bien!... Esta bien… Iremos hoy cuando cierren a revisar el lugar. — dijo Dean, y justo como el día anterior Sam se metió en su camino para detener que caminara directo a su propia muerta, otra vez.

— No, no, no, no... No podemos. — aseguro Sam

— ¿Por qué no? — pregunto Deán intrigado por esa reacción negativa de Sam

— Porque tú... — Sam ni siquiera podía decírselo, la imagen del cuerpo de Deán tirado por el impacto de las balas era bastante dolorosa y taladraba en su cerebro.

— ¿Yo qué?... ¿Muero ahí? — pregunto Deán, aun que la cara pálida de su hermano le indico que era de esa forma.  

— De un disparo. — murmuro Sam

— Bueno, vamos ahora. — dijo Deán e iba a cruzarse la calle sin fijarse de nuevo, pero Sam lo jalo hacia atrás, y justo a tiempo pues en eso paso el auto que la otra vez lo atropello.

— ¡Tenga cuidado! — grito el conductor, Deán se reía con orgullo pues Sam lo había sorprendido mucho con ese salvamento. Y al girar a verlo, noto la expresión de miedo en su rostro.

— ¿Qué? ¿El, me…?— intuyo Deán, ahora que lo pensaba ese salvamento fue bastante rápido y hasta premeditado.

— Ayer, sí. — murmuro Sam

— ¿Y? — pregunto Deán entusiasmado.
— ¿Y qué? — pregunto Sam sin entender porque la sonrisa.

— ¿Se vio cool, como de película? — Deán estaba sonriente y muy emocionado, lo que le hacia verse como todo un maniaco.

— Mojaste el pantalón. — le dijo Sam, le molestaba mucho que su hermano disfrutara con lo que el sufría mucho.

— Claro que moje el pantalón, fui atropellado ¿crees que tenia control de mi vejiga?... ¡Por favor! — dijo Deán indignado  y finalmente cruzo la calle. Riéndose de nuevo por imaginarse a si mismo, volando por los aires.

Los hermanos finalmente pudieron llegar al punto misterioso antes de que cerrara, estaba tan lleno de gente que seria imposible que el dueño lo matara de un disparo como antes.

— Muchachos, no saben cuanto les agradezco esto… necesito buena publicidad. — les dijo el dueño, apenas escuchar que Deán le ofrecía un supuesto articulo gratuito en el New York Times.

— ¿Desde cuando tiene este lugar, señor Carpiak? — pregunto Sam

— Mi familia ha estado vigilando sus secretos desde… quien sabe cuando. — comento el sujeto.

— ¿Usted sabría si algo extraño pasara? — volvió a preguntar Sam, si ere sitio era realmente poderoso, tendría que haber mas incidentes parecidos al suyo por ahí regados.

— ¿Extraño?... Lo extraño pasa aquí todo el tiempo… Es un punto misterioso. — dijo el hombre, riéndose orgulloso por tener el lugar en sus manos.

— ¿Y eso que significa? — exigió saber Sam

— Bueno, uh... Es donde las leyes de la física... No se aplican.— aseguro el tipo

— Si, pero ¿como? — volvió a exigir Sam, hasta ahora se daba cuenta de que todas sus respuestas eran puras evasivas, lo que dejaba ver que estaba ocultando algo.

— Hagan el Tour. — sugirió el dueño, ahí Deán también se percato de que los estaba evadiendo descaradamente.

— El sujeto que se perdió... Dexter Hasselback... ¿Hizo el tour? — finalmente Deán intervino.

— Un momento…. ¿Qué clase de artículo es éste? — pregunto el hombre extrañado por tanta insistencia en las incidentes de su local.

— Conteste a la pregunta. — exigió Sam

— La policía registro por todas partes, no encontraron al hombre… Yo jamás lo había visto… es un establecimiento familiar. — explico el hombre.

— Escúcheme… Algo raro sucede aquí… ¿Usted sabe algo al respecto o no? — le exigió Sam, estaba apunto de perder los estribos y golpearlo.

— Oigan señores… he… denme un respiro, compre el lugar en una subasta en marzo, ¿esta bien?... Yo antes vendía fianzas. — le explico el sujeto lleno de nervios, pero Sam lo seguía mirando muy feo.

— Oye Coyac, tomemos aire. — le dijo Deán y se llevo a Sam fuera del establecimiento para tranquilizarlo.

— Odio decirlo, pero este lugar es exactamente lo que creí… Puras patrañas— comento Deán y retomaron el camino de vuelta al motel.

— ¿Entonces qué es, Deán? ¿Qué esta pasándonos? — pregunto Sam con rabia, empezaba a anochecer y algo le decía que cuando el día terminara, no iba a avanzar, se iba a quedar nuevamente estacando en ese martes. Y ni siquiera tenía ninguna respuesta o teoría que lo fuera a ayudar a salir de aquello.

— No lo sé… Haber, déjame... ¿todos los días muero? — volvió a preguntar Deán

— Sí.

— ¿Y es cuando tu despiertas otra vez? — volvió a preguntarle

— Sí.

— Entonces hay que evitar que yo muera, si vivo hasta mañana, tal vez el circuito pare y lo resolvemos. — sugirió Deán

— ¿Tú crees? — pregunto Sam esperanzado, ya había llegado a pensar en ello pero no lo creía posible, por eso siempre era bueno que Deán lo apoyara en sus ideas, le daba mucha confianza con ello.

— Hay que intentarlo, hay que comprar comida, volvemos al motel y esperamos. — sugirió Deán.

— Si, ya esta… ¿Comida china? — sugirió Deán, dio un paso y entonces un piano (que era exactamente el que esa mañana trataban de subir por unas diminutas escalaras) le cayo encima, matándolo al instante. Sammy se quedo impactado pues no lo había visto venir.

Así que Sam volvió a despertar en la cama de motel otra vez, con la maldita canción de Asia sonando a todo volumen, Deán cantaba y le incitaba a levantarse, pero Sam no pudo más que volver a dejarse caer sobre la almohada, ya estaba cansado de vivir aquello. Pero finalmente volvieron a terminar en la misma cafetería, con Sam contándole todo a Deán otra vez.

— Aun creo que estas loco pero… sea lo que sea, lo resolveremos. — aseguro Deán tras escuchar la historia.

— Gracias. — murmuro Sam aliviado, este Deán había resultado mucho mas comprensivo con su problema.

— Ahora… si estas en un día sin fin…  ¿por qué? ¿Qué hay detrás? — pregunto Deán.

— Primero creí que era el punto misterioso… Ahora ya no estoy seguro. — murmuro Sam
— ¿Qué hacemos? — pregunto Deán, pues estaba totalmente sin ideas.

— Mantenerte vivo… tratar de llegar hasta mañana… Y eso es lo único que se me ocurre. — dijo Sam, totalmente cansado por darle vueltas y vueltas a la situación y no encontrarle mas remedio.

— No debe ser difícil. — murmuro Deán.

— Si claro, Deán... Te he visto morir varias veces, y no he podido evitarlo. — aseguro Sam con tristeza en el rostro, todos esos recuerdos no le estaba haciendo nada bien.

— Bueno, nada esta escrito… Dices que ordeno lo mismo cada día, ¿no?— le pregunto Deán.

— Sí, puerco en parrilla... doble tocino— murmuro Sam sin siquiera verlo, estaba cansado de tener que ver a la misma señora gorda tirara una salsa y de escuchar la estúpida risa de su hermano mientras ordenada.

Entonces Deán se giro hacia la cocina del local y levanto la mano. — Disculpe señora… ¿Me hace salchichas en lugar de puerco? — pregunto Deán en voz alta.

— Claro que sí, cariño. — dijo la camarera y fue a cambiar la orden.

— ¿Ves? Ya es diferente... Y si tú y yo decidimos que no voy a morir… no voy a morir. — aseguro Deán, probándole su punto con el mejor unto a su hermano menor.

Al poco rato llego la camarera y dejo su comida en la mesa. Deán empezó a comerse las salchichas, Sam sonreía porque se sentía feliz y optimista con el punto de su hermano, pero entonces Deán se empezó a ahogar.

— Deán… Deán. — decía Sam con pánico en su voz y entonces despertó nuevamente en su cama de motel, ya que Deán había muerto atragantado por esas salchichas.

Sam ya estaba cansado de tener que repetir todo el maldito día, pero el punto de Deán sobre la comida le dio una idea, así que esa mañana tras despertarse con la canción de Asia, decidió no salir siquiera de aquella habitación de motel.

— ¿Oye no podemos salir ni a desayunar? — pregunto Deán, asomando la cabeza desde la ducha.

— ¡Me lo agradecerás el miércoles! — grito Sam desde la sala, donde permanecía vigilante de la ventana.

— Lo que tú digas — murmuro Deán molesto, pues se estaba muriendo de hambreo. Se metió de nuevo a la ducha, y entonces Sam escucho a lo lejos como su hermano se resbala por el jabón y caía para morirse dentro de la ducha.

Sam se volvió a despertar en su cama de motel, todo paso exactamente igual, la canción de Asia, Deán cantando, pero esta vez no lo dejo siquiera ducharse, simplemente le sirvió unos tacos para que comiera y se quedara callado y tranquilo dentro del motel.

— Estos tacos saben raros. — aseguro Deán tras morder uno de los tacos y cayo muerto por algún veneno que tenían.
Sam volvió a despertar en su cama pero apenas lo hizo, Deán murió electrocutado por un mal contacto en el baño, así que Sam regreso despertar pero mucho mas molesto que antes, pues ahora todo estaba siendo mucho  más rápido, mucho más estúpido.

Sam estaba hecho una furia, así que apenas bajarse de la cama, se fue directo punto misterioso, amarro al dueño y con hacha de leñador se dispuso a hacer pedazos todo el sitio, solo así pensaba en terminar con el embrujo.

— No pasa nada, nadie saldrá herido, ¿esta bien? — dijo apenas llegar al sitio y encontrarse con el dueño hecho un manojo de nervios, entonces vio a su hermano destrozándolo todo a su paso. — ¿Sammy?... Tal vez deberías soltar el hacha  y dejar ir a este señor… ¿Qué dices? — sugirió.

— Esta pasando algo aquí… y quiero averiguar que es— dijo Sam sin dejar de romper cosas siquiera.

— Ya dañaste todo el lugar… Ya déjalo así. — le pidió Deán.

— ¡No!... voy a deshacer todo el lugar. — grito Sam con furia verdadera reflejándose en sus ojos, el dueño empezó a gemir pues tenia la boca tapada y no quería que destruyeran su lugar, su fuente de ingresos.

— Jajaja Sammy, ya basta… Dame el hacha. —  Dijo Deán entre risas falsas, se acerco y empezó a jalonearse el hacha con su hermano. — ¡Dame el hacha! ¡Deja eso! — le ordeno furioso.

— ¡Déjalo, Deán! ¡Déjame! ¡Apártate! — grito Sam y sin medir sus fuerzas jalo el hacha tan fuerte que reboto y corto la cabeza de su hermano, haciendo que su sangre cayera sobre el dueño del sitio.  — ¡Oh Dios mío, Deán! — grito Sam y antes de que pudiera acercarse al cuerpo de su hermano, se volvió a despertar en el motel

Sam ya estaba harto de vivir de esa manera, asi que se propuso a que ese seria su último martes, iba a cubrir todas las posibilidades para salvar a su hermano. Así que llegaron al restaurante y escucharon las conversaciones de siempre.

— Conduzca con cuidado ahora, señor Pickett. — Se escucho decir a una de las camareras y le dio su cambio a un hombre mayor, y gruñón que le daba el avión.

— No puedes sentarte si no ordenas algo, Cal… Conoces las reglas. — decía  otra camarera a un vagabundo que simplemente le arrojo unas monedas y se pidió un café, como no tenia casa, no tenia donde mas estar.

Finalmente llegaron a su mesa de siempre. — Oye, es  martes. Cerdo en parrilla. — dijo Deán con la misma sonrisa idiota de todos los días, pero Sam no dijo nada, solo le arrojo unas llaves sobre la mesa. — ¿De quien son? — pregunto intrigado.

— Son del viejo… Créeme, no lo quieres al volante. — murmuro Sam, mirando al sujeto que un segundo antes estaba en el mostrador y que ahora se disponía a irse, el mismo que atropello a su hermano una ocasión.

— ¿Les tomo su orden? — pregunto la camareta gorda de nuevo.

— Sí, si señora… quiero el especial, tocino doble, y un café. — ordeno Deán, igual que antes.
— Oiga Doris… lo que yo quiero es que vaya mas horas al tiro con arco, sus tiros son horribles. — aseguro Sam con amargura, pues tantos martes le habían permito hasta conocer a todas las personas de ese escenario.

— ¿Como lo sabes? — pregunto la mujer sorprendida.

— Lo advine. — murmuro Sam malhumorado, y ella finalmente se fue para la cocina.

— Muy bien, entonces ¿crees que esto es una especie de que? — pregunto Deán, pues la ultima escenita le había hecho interesarse realmente en el supuesto problema de Sam

— Circuito de tiempo — murmuro Sam sin siquiera verlo.

— Como "Un día sin fin". — sugirió Deán, exactamente como dos martes antes lo había hecho.

— No importa… No hay como pararlo. — aseguro Sam

— Estas de mal humor — aseguro Deán, viendo esa cara tan mala que tenia su hermano, la cara que Sam solo ponía en esas ocasiones que llego a pelear con su padre por la universidad.

— Así es… ¿quieres saber por qué? — pregunto Sam con ironía.

— ¿Por qué?

— Porque es el centésimo martes seguido que he vivido y jamás para, jamás… y si, estoy de mal humor. — le explico Sam, ya había pasado por 100 martes, todos muy cortos pues apenas despertarse Deán se moría y volvía a despertar en la cama y eso ya era desesperante. — La salsa. — murmuro Sam tras ver que su hermano no le creía.

— ¿Qué? — pregunto Deán sin entender, entonces llego la camarera gorda y dejo su comida en la mesa.

— Café negro…Y salsa picante para... ¡oops! — grito la mujer, pues como siempre la botella se salsa se le resbalo de las manos, solo que Sam la atrapo en el aire y se la regreso. — ¡Gracias!

— Buenos reflejos. — aseguro Deán.

— Sabía que iba a pasar, Deán… Sé todo lo que va a pasar. — aseguro Sam

— No sabes todo. — dijo Deán con una sonrisa de sabelotodo.

— Sí. Lo sé. — dijo Sam entre dientes y de muy mal humor, entonces Deán se recargo en la mesa para retarlo cara a cara, y Sam no huyo a la pelea.

— Sí, claro. — dijo Deán.

— Sí, claro. — repitió Sam, se miraron con odio y empezaron con la guerra de frases, que consistía en decir las cosas al mismo tiempo:

— Casualidad.
— Casualidad… No es casualidad — aseguro Sam

— Si, tú lees la mente.
— Si, tú lees la mente.

— Deja eso, Sam
— Deja eso, Sam

— ¡Sam!
— ¡Sam!

— Te crees muy gracioso, pero estas siendo muy infantil
— Te crees muy gracioso, pero estas siendo muy infantil

— Sam Winchester usa maquillaje.
— Sam Winchester usa maquillaje.

— Sam Winchester llora para tener sexo.
— Sam Winchester llora para tener sexo.

— Sam Winchester tiene una regla en su cama, y cada mañana
— y cada mañana, cuando se levanta...

— ¡Esta bien, ya basta! — grito Deán con furia, toda esa charla le había demostrado que le estaba diciendo la verdad, era como si Sam pudiera leerle la mente o algo parecido.

— Y no es todo… Randy, ¿el cajero?... Roba  de la registradora, ¿el Juez Meyers?... De noche, usa pijama de conejito… Y por halla... ese es Cal… Robara a Tony el mecánico de camino a casa. — Sam iba señalando a cada individuo dentro de ese local, tanto tiempo viviendo atascado en ese momento de la historia, le había dejado conocerlos a todos.

— ¿Cuál es tu punto? — pregunto Deán.

— Mi punto es que he vivido todos los martes posibles… Te he visto morir de todas las formas posibles, ya desbarate el punto misterioso, lo queme, intente todo para salvar tu vida, y no puedo, no importa que haga…tu mueres, y luego despierto, y es martes otra vez. — le explico Sam

Terminaron de desayunar, y los hermanos salieron para caminar por la calle otra vez, así que Sam no perdió tiempo para seguir demostrando que sabía todo lo que sucedería en el espacio y tiempo.

—  El perro. — dijo Sam y  cuando pasaron junto al animal, este les empezó a ladrar

— Debe haber una salida de esto. — murmuro Deán, ya empezaba a tener miedo de lo que estaba pasando con su hermano.

— ¿Dónde están mis llaves? — dijo Sam antes de pasar junto al hombre que alguna vez atropellara a Deán y quien se pregunto lo mismo, ¿Dónde están mis llaves?

— Disculpe. — dijo Sam antes de que Deán chocara hombro con hombro con la mujer rubia y ella dijera exactamente lo mismo. Deán estaba sorprendido.

— Ella es bonita… oye, ¿todas las veces que caminamos esta calle, he hecho esto? — Pregunto Deán y corrió tras la mujer —  ¿Perdóneme señorita? — le grito para que se detuviera a esperarlo.

—  No. — murmuro Sam, era el primer detalle en almenas cincuenta martes que llegaba a cambiar.

Deán se quedo platicando con la mujer rubia por un buen rato, hasta que finalmente regreso con su hermano — Cien martes, y ¿nunca te molestaste en ver que tenia en sus las manos?... es el que se perdió. — dijo Deán y le mostro el folleto que la chica estaba repartiendo por el pueblo.

— Sí, es el. — murmuro Sam

— Y ella es su hija. — comento Deán, así que Sam salió corriendo tras ella pues ahí tenia otro detalle que podría estar relacionado con el misterio de lo que estaba pasando. Deán se quedo atrás para esperar a Sammy, entonces el perro le volvió a ladrar como todos los días anteriores. —  Hola amigo. ¿Necesitas un amigo? — le pregunto Deán y el perro se le fue encima hasta matarlo.

Así que Sam volvió a despertar en su cama de motel, pero por lo menos con una pista más en sus manos. Esa mañana fue diferente, pues si fueron al mismo restaurante a desayunar, pero Sam se llevo la laptop para empezar la investigación.

— El reporte policiaco dice que Dexter Hasselback es profesor, pero no es todo lo que es. — comento Sam

— ¿Qué es? — pregunto Deán interesado.

— Hablé con su hija… El es periodista, columnas en revistas, periódicos…. Escribe sobre atracciones turísticas… Puntos misteriosos, caídas de OVNIS… Se dedicaba a desmentirlos, ya ha hecho que cierren cuatro de esos lugares… mira. — Dijo Sam y le enseño la pagina de internet del profesor.

— Dexter Hasselback ¿"Guerrero de la verdad"?... eso suena bastante pomposo para mí. — comento Deán, echando un vistazo rápido al contenido de dicha pagina.

—  Si, dímelo a mí… he leído todo lo que este tipo ha escrito y parece que no cabe en su propio cuerpo. — aseguro Sam

— ¿Cuándo hiciste toda esa investigación? — pregunto Deán asombrado, esta vez Sam no le había explicado lo del martes que se repetía una y otra vez, simplemente le dijo que estaban investigando el caso, justo como el primer martes que estuvieron en el pueblo

—  Vamos. —  Dijo Sam para evitar la explicación tediosa, se pusieron de pie y Deán se empezó a reír.

— ¿Qué? — pregunto Sam sin entender el porque de tanta gracia.

— Esto es gracioso, el tipo se pasa la vida cerrando puntos misteriosos y se pierde en uno… eso es irónico y curioso. — se burlo Deán.

—  Tienes razón… es curioso — dijo Sam, entonces noto algo raro en uno de los platos que estaban en el mostrador.

— ¿Qué pasa? — le pregunto Deán.

— Ese sujeto que estaba sentado aquí… Ha comido miel de maple los últimos cien martes, y de repente cambia a fresa. — comento Sam

— Es un país libre… puede elegir su miel, ¿no? ¿Cual es el problema? — pregunto Deán sin entender de lo que estaba hablando realmente.

— No en este lugar... No hoy… Nada en este lugar había cambiado, jamás… excepto yo. — aseguro Sam y esta vez y sin que Deán tuviera que morirse, se volvió a despertar en su cama, con la canción de Asia como fondo.

— ¡Ya es hora, Sammy! — exclamo Deán como antes y se puso a cantar la canción, Sam no entendía porque había regresado al inicio del día pero ahora ya estaba seguro de con que estaba tratando, esa maldita cosa había cometido un error enorme y lo iba a pagar, con su maldita vida.

Así que una vez más, los hermanos regresaron al restaurante, Sam había llevado el arma perfecta para acabar con la cosa que jugaba con su mente, y medio le había explicado a Deán lo que había estado viviendo.

— ¿Crees que estamos en una especie de qué? — pregunto Deán como todos los días.

— Sigue comiendo. — murmuro Sam si quitar la vista del hombre del mostrado. Y unos segundos mas tarde vio como este hombre misterioso salía del restaurante, se levanto con una bolsa y lo persiguió.

— ¿Qué hay en la bolsa? — pregunto Deán, dejo el dinero de la cuenta en la mesa y salió tras Sammy, quien se arrojo sobre el hombre misterioso y lo arrincono contra una reja del callejón.

— ¡Ey!... Sé quién eres… ¿O debería decir qué? — pregunto Sam molesto y de la bolsa saco una estaca de madera,

—  Oh, Dios mío… Por favor, no me mates. — rogaba el sujeto tembloroso pues Sam le había puesto su arma muy cerca de su estomago, listo para acabar con él.

—  Uh, Sam... — murmuro Deán con miedo, pues no entendía lo que estaba pasando.

— Me tomo  mucho tiempo, pero ya lo se… Tu sistema te delatado… ir tras pomposos idiotas, dándoles lo que quieren… eso te encanta ¿verdad? — continuo Sam

— Sí, esta bien, pero guarda la estaca. — rogo el hombre, estaba apunto de mojar el pantalón.

— Sam, quizá deberías... — empezó a decir Deán, pero Sam no le dejo apelar a su decisión.

— ¡No!... Sólo hay una criatura tan poderosa para hacer lo que estás haciendo, hacer cosas de la nada… atrapar personas de la nada… De hecho, solo podría hacerlo un dios… Tienes que ser un truquero. — explico Sam y le acerco la punta de la estaca mas al cuerpo, haciendo llorar al hombre por fin.
— Señor, mi nombre es Ed Coleman… mi esposa se llama Amelia, tengo dos hijos… Por el amor de Dios, yo vendo publicidad. — conto el hombre entre lagrimas, buscando apelar a la buena voluntad de Sam

— ¡Yo se lo que eres! ¡No me mientas! ¡Ya matamos a uno como tu! — le grito Sam hecho una furia, entonces el hombre dejo de llorar y sonrió.

—  En realidad bobo, no lo hicieron. — dijo el hombre y en medio de una especie de humo azul, tomo la forma del mismo truquero al que los hermanos se habían enfrentado en aquel campus universitario un año atrás.

—  ¿Por qué haces esto? — exigió saber Sam

—  Es un chiste ¿no?... ustedes trataron de matarme la última vez… ¿Por qué no iba a hacer esto? — les reto el hombre.

—  Y Hasselback... ¿Por qué ese hombre? — cuestiono Deán, pues le quedaba perfectamente claro el motivo de su venganza contra ellos.

— ¿Ese patán?... decía que no creía en agujeros de gusano, así que lo metí en uno… jaja, y ustedes aparecieron… los vi desde que llegaron. — comento el truquero.

—  ¿Esto es diversión para ti? ¿Matar a Deán una y otra vez? — pregunto Sam enfadado, lo quería asesinar con todas sus fuerzas pero quería entender primero, entender que tan loco se debía ser para hacer pasar a alguien por tanto dolor

— Uno... sí, es divertido… y dos... no se trata de que Deán muera… Este juego es para ti Sammy, el ver a tu hermano morir cada día, para siempre. — le explico el truquero entre risas.

— Hijo de perra — murmuro Sam entre dientes.

— ¿Cuánto tardaras en entender que no puedes salvar a tu hermano?... hagas lo que hagas. — aseguro el truquero y Sam apretó su cuello con mucha mas fuerza que antes.

— ¿Ah no?... te matare y todo terminare ahora. — aseguro Sam y levanto la estaca al aire para tomar un buen impulso.

— ¡Ey! Oye... Esta bien, esta bien, escucha… solo estaba jugando… ¿no te gusta la broma? Esta bien, estas fuera… maña cuando despiertes, será miércoles… lo juro. — dijo el truquero en pánico, tratando de evitar su inminente muerte.

— No es cierto. — dijo Sam entre dientes.

— Si miento, sabes donde encontrarme… comiendo Hot Cakes en el café. — aseguro el truquero, Sam se lo pensó por un momento y estuvo apunto de aceptarle la oferta pero, no confiaba en el.

— No… Es más sencillo matarte — dijo Sam

— Lo siento, no se puede. — Y el truquero trono los dedos y Sam volvió a despertar en su cama, solo que esta vez no sonaba la canción de Asia, ahora estaba otra música de fondo en la habitación.
—  ¿Dormirás todo el día? — pregunto Deán desde la puerta de salida, pues a diferencia de otros días, ya estaba listo para salir.

— No es Asia. — murmuro Sam sorprendido

— Si lo se, la estación es un asco — aseguro Deán, pero lo cierto es que quito la canción para no molestar el sueño de Sam como el día anterior.

— ¡Es miércoles! — grito Sam entusiasmado, tras ver el calendario.

— Sí, siempre es después del martes… Apaga esa cosa, ¿quieres? — ordeno Deán, la canción que estaban tocando en la radio era muy aburrida.

— ¿Estás loco? ¿No es la canción más hermosa que has oído? — pregunto Sam aliviado de no tener que volver a escuchar la canción de Asia nunca mas, por fin era libre y hasta se puso a cantar de la felicidad.

— No... Dios,  ¿cuantos martes tuviste? — pregunto Deán

— No lo sé… Perdí la cuenta… Espera. ¿Tu qué recuerdas? — le pregunto Sam, pues ahora si que su cerebro estaba hecho pomada.

— Recuerdo que estabas muy estresado ayer… Y que luego nos encontramos al truquero… nada más eso. — comento Deán, ahora que lo decía se daba cuenta de que ni se acordaba de cómo llegaron al motel para dormir.

— Excelente… empaca tus cosas… hay que irnos de aquí, ahora. — dijo Sam y se empezó a vestir tan rápido como pudo hacerlo.

— ¿Sin comer? — pregunto Deán impresionado.

— Sin comer. — dijo Sam, ahora si que no le importaba ni un centavo el hambre de su hermano, simplemente le importaba mantenerlo con vida. Así que Sam se fue a lavar los dientes, mientras le contaba en resumen todo lo sucedido a su hermano y Deán se adelante para guardar las cosas en el auto.

— ¿Crees que debiste dejar ir al truquero? — Pregunto Deán tras sentir una presencia a sus espaldas, se giro y descubrió que no era su hermano, era un tipo apuntándole con un arma.

— Dame tu cartera. — ordeno el sujeto.

— Ah, amigo…relájate. — murmuro Deán, las armas apuntándole a la cabeza lo ponían muy nervioso.

— ¡Estoy relajado! — grito el sujeto.

— Esta bien, tranquilo… nadie quiere que esto salga mal… hablemos un segundo. — le pidió Deán, sacándose la cartera del pantalón para dársela.

Sam estaba terminado de guardar sus cosas en la mochila cuando escucho el sonido claro y fuerte de un disparo. — ¡Deán! — grito y salió corriendo hasta la calle, donde su hermano estaba tirado con un disparo en el corazón.
— No. No, no, no, no, no, no… Por favor Deán… Hoy no, hoy no— rogaba Sam, se agacho y recogió el cuerpo de su hermano quien ya estaba muerto. —Esto no debe pasara hoy, por favor — decía Sam, cerro los ojos pero no paso nada como antes, él seguía ahí — Ya debería despertar. — murmuro Sam, y se dio cuenta de que ahora si había perdido a su hermano para siempre, el día no iba a repetirse, no habría mas oportunidades.

Sam se puso a llorar y se abrazo al cuerpo de su hermano. Quien para ese momento seguramente ya estaba en el infierno, pagando su trato.

Seis meses después.
Los meses corrieron como pólvora para Sam,  pero se seguía sintiendo perdido sin su hermano, sin Deán las cacerías eran mas difíciles y el se las había tenido que arreglar para sobrevivir solo. Incluso había tenido que suturarse heridas el mismo. Y todo porque su dolor era tan grande que se alejo de Jeffrey, dejándolo al cuidado permanente de Bobby, con quien tampoco hablaba. Sin embargo ninguno de los dos pudo alejarse del todo de Sam y seguían dejándole mensajes en el buzón:

— Sam, soy Bobby… supe del demonio que eliminaste en Death Valley… Buen trabajo… Hace tres meses que hablamos… seria un gusto escuchar tu voz… Llámame. Estoy aquí.

— ¿Sam? Soy Bobby otra vez… Oye, estoy preocupado por ti… Dime que no estás  sentado solo en algún sitio, obsesionándote con este maldito truquero… Llámame... Podemos hallarlo lo juntos…. Nadie debería hacer algo como esto solo ¿me oíste?... por cierto ese nido de vampiros en Austin... Gran trabajo.

— Sam, soy Jeff… se que no me quieres hablar, pero somos hermanos… y se suponía que estarías siempre para mi… Y yo solo quiero decirte que… me dieron una beca… para terminar la secundaria en MIT… me voy a ir Sam, me gustaría poder despedirme de ti.

Sam no presto atención a ninguno de los recados de su familia. Hasta aquella mañana, en la que estaba lavándose los dientes, cuando recibió una llamada más. — ¿Sam? Soy Bobby… Lo encontré.

Sam viajo inmediatamente para encontrarse con Bobby, en un pueblito a la mitad de la nada y donde se podía respirar el aburrimiento por doquier. Así que esa noche Sam entro en una bodega abandonada, donde se encontró con un enorme altar en el suelo.

— Que gusto verte Sam. — dijo Bobby emocionado y lo abrazo, sin embargo Sam ya era tan frio que no correspondió el abrazo.

— ¿Qué estamos haciendo aquí Bobby? — exigió saber Sam

— Es el último lugar donde el truquero usó su magia. — aseguro Bobby.

— ¿Y? — pregunto Sam si entender de todas formas.

— ¿Quieres a esa cosa?... Encontré un ritual de convocación que traerá al truquero aquí.— le explico Bobby, y esa noticia pareció regresar una parte de esperanza a Sammy.

— ¿Qué hace falta? — pregunto Sam

— Sangre.

— ¿Cuánta sangre? — volvió a preguntar.

— El ritual dice que 4 litros… y que tiene que ser fresca. — explico Bobby, leyendo directamente de su libro de conjuros.

— Entonces tendríamos que matar a una persona— aseguro Sam, pues esa cantidad de sangre era mas de la necesaria para que una persona pudiera vivir.

— Y tiene que ser  esta noche… o hasta dentro de cincuenta años. — agrego Bobby

— Vamos a conseguirla. — dijo Sam muy decidido y se dispuso a salir de la bodega pero la mirada de Bobby lo detuvo.

— Me rompes el corazón. — murmuro Bobby.

— ¿Qué? — pregunto Sam sin entender y se giro para verlo nuevamente.

— No te dejare matar gente inocente. — aseguro Bobby.

— ¿Entonces a que demonios vine? — le grito Sam, si Bobby no estaba dispuesto a hacer lo necesario para revivir a Deán, entonces no debió haberle dicho nada desde un inicio, porque ahora jamás se podría quitar la idea del ritual.

— ¿A qué?... Porque solo así quieres verme… estoy tratando de hacerte recapacitar, porque creí que tú jamás matarías a un hombre. — dijo Bobby

— Pues pensaste mal… deja las cosas, ya te puedes ir. — le ordeno Sam, no estaba para perder mas tiempo con charlas estúpidas, el si haría lo necesario.

— Dije que no dejare  que mates a alguien — le grito Bobby

— ¡A ti no te importa lo que yo haga! — grito Sam y dejo que Bobby mirara todo el odio y el dolor en su mirada, el que el ya no era el mismo Sammy Winchester de antes, ahora solo era un cazador.

— ¿Tanto quieres a tu hermano?... bien. — dijo Bobby, y le dio un chuchillo a Sam

— ¿De qué estás hablando? — pregunto Sam sin entender porque le daba el arma.

— Mejor a mí que a un civil. — aseguro Bobby

— Estás loco, Bobby… yo no te asesinare. — dijo Sam, por mucho odio que tuviera aun tenia aprecio por su familia y jamás les podría hacer año, jamás.

— Oh. ¿Ahora yo soy el loco? — pregunto con ironía. —Escucha Sam… estoy viejo, estoy llegando al final de mi ruta… Pero tú puedes seguir peleando, salvando gente… Pero necesitas a tu hermano… Déjame devolvértelo. — le rogo Bobby.

— Bobby... — murmuro Sam compungido, no sabia como responder a esa petición.

— Tú y Deán, ustedes... son lo más cercano que tengo a una familia… Quiero hacerlo. — aseguró Bobby, se podía ver la decisión en su mirada.

— De acuerdo. — murmuro Sam rendido.

— Bien… Sólo hazlo rápido. — Le pidió Bobby, y se arrodillo frente a Sam — Hazlo, hijo. — le rogo nuevamente, Sam lo miro con compasión una ultima vez y entonces se dio cuenta de algo sobre su comportamiento, así que dejo el cuchillo a un lado y saco de su chaqueta una estaca de pino.

— Sí esta bien, Bobby… Pero, ¿quieres saber por qué? — pregunto Sam con ironía y lo apuñalo con una estaca de pino por la espalda. — Porque tú no eres Bobby. — aseguro y lo dejo caer muerto al suelo. Sam estaba seguro de que había matado al truquero, y que este solo había estado jugando con su mente, al hacerlo decidir entre dos personas que amaba.

— ¿Bobby?… ¿Bobby?… ¡Bobby! — empezó a preguntar Sam desesperado, su teoría había estado mal y ahora había perdido a Bobby también, entonces y para su tranquilidad, el cadáver de Bobby desapareció en un humo azul, y el Truquero apareció por detrás.

— Tienes razón, te estaba probando… Eres muy listo Sam, mucho… te diré algo… quien diga que Deán era disfuncional, nunca te vio con algo filoso en tus manos jajajaja… hay que ver eso. — se burlo el truquero.

— Devuélvelo — exigió Sam

— ¿A quién? ¿A Deán?.... ¿Qué mi chica no te envió las flores? — se siguió burlando el hombre pero al ver la estaca en la mano de Sam, reformulo su conducta. — Deán está muerto, y no va a volver… Su alma está haciendo la danza del fuego halla abajo. — dijo lleno de ironía.

— Sólo regresamos a aquel martes... o miércoles… Cuando todo empezó, por favor… No te buscaremos… Lo juro. — le rogaba Sam, su teoría inicial de él lanzándose encima de esa cosa para matarla, se había ido por la ventana apenas verlo.

— ¿Lo juras? — pregunto el truquero.

— Sí.

— No lo sé… Aun que pudiera... — empezó a decir el hombre.

— Si puedes. — aseguro Sam

— Cierto, pero no debería hacerlo… Sam, hay una lección aquí, que he trato de meter en esa obstinada cabeza tuya. — aseguro el truquero

— ¿Lección? ¿Qué lección? — pregunto Sam intrigado, pues lo único que había aprendido en esos meses era a vivir solo y con dolor todo el tiempo.

— Esa obsesión por salvar a Deán… La forma en la que ustedes se sacrifican el uno por el otro, nada bueno sale de todo eso… solo dolor y penas, es su debilidad… Y los malos saben eso, y será la muerte para ti Sam…. A veces solo hay que olvidar a los muertos — le explico el truquero.

— Es mi hermano. — murmuro Sam, renuente a dejarlo ir como le estaba pidiendo esa criatura del mal.

— Sip… Y te guste o no, así es como la vida será sin él. — aseguro el truquero, había estado mirando a Sam de lejos y sabia que se las había pasado negras en muchas ocasiones.

— Por favor… Hazlo... Por favor. — rogo Sammy con lagrimas en los ojos, solo quería tener a su familia de nuevo junta, a Deán.

— Hay,  te juro que es como hablar con una pared… ah, pero de acuerdo, esto dejo de ser divertido hace meses… tu eres muy aburrido amigo, se acabo. — aseguro el sujeto desanimado.

— ¿Qué significa? — pregunto Sam sin entender.

— Significa que lo que sigue…  vas averiguarlo. — dijo el truquero  y trono los dedos. Entonces Sam despertó en su cama de motel otra vez, justo como en esos temibles días en el punto misterioso.

— ¿Vas a dormir todo el día? — pregunto Deán tras ver que Sam se sentaba en la cama, y lo miraba bastante desconcertado. — Ya lo sé… No es Asia, la estación es un asco. — dijo Deán y Sam miro la fecha del calendario inmediatamente.

— ¿Es miércoles? — pregunto Sam aliviado.

— Sí, siempre sigue del martes… Apaga esa cosa. — le ordeno Deán, entonces Sam se levanto y fue a abrazarlo, lo que fue muy extraño para Deán.

— ¿Oye, cuantos martes tuviste? — pregunto Deán extrañado, pues Sam parecía muy asustado y no lo soltaba del abrazo.

— Suficientes… Oye… ¿Tu qué recuerdas? — pregunto Sam

— Recuerdo que estabas muy estresado ayer, que nos encontramos al truquero y nada más. — comento Deán, igual que antes no recordaba como había terminado el día martes pero ambos estaban bien y eso era lo importante.

— Vámonos. — dijo Sam y por fin lo soltó.

— ¿Sin comer? — pregunto Deán alucinado, se estaba muriendo de hambre.

— Sin comer. — murmuro Sam, nuevamente no le importaba el hambre de su hermano, solo quería que estuviera a salvo y para ello tenían que marcharse para siempre.

— De acuerdo… voy al auto. — comento Deán, pues la preocupación de la mirada de Sammy lo había convencido de no protestarle mas.

— Deán, no iras a ningún lado solo. — dijo Sam y lo sujeto por el brazo para que no fuera a escapársele.

— Es el estacionamiento, Sam— se quejo Deán.

— Tú...  confía en mí. — le dijo Sam, estaba seguro de que pasaría un buen tiempo antes de que estuviera seguro de que el truquero ya los había dejado en paz.

Asi que los muchachos guardaron sus cosas rápidamente y se terminaron de vestir, sin embargo Sam se seguía viendo bastante pálido y asustado.

— Tu no te ves bien, ¿Qué mas paso? — le pregunto Deán preocupado.

— Sólo tuve un sueño raro— murmuro Sam, pensándose si seria correcto contarle todas las veces que murió a su hermano.


— ¿Enanos o payasos? — pregunto Deán con una sonrisa y se fue. Sam sonrió fingidamente pues tal vez el truquero lo había regresado a ese día, pero el dolor de los seis meses sin tener a su hermano seguía ahí dentro, en su corazón. 

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