domingo, 29 de septiembre de 2013

SPN 3.12 La Ley del mayor bien

La ley del mayor bien
Descripción
Sam  y Dean irrumpen en el apartamento de Bela con el fin recuperar la Colt. Bela le informa al Agente Henricksen sobre su paradero y logra que los hermanos sean arrestados. Mientras que Sam y Dean están encerrados en una celda, un demonio inrrumpe en la estacion y mata a algunos de los hombres del sheriff y posee el curpo de Henricksen. Después de que los chicos vencen al demonio, el agente del FBI se da cuenta de que estaban diciendo la verdad y se prepara para liberarlos, pero Jeff aparece con Ruby para advertir a Sam y Dean de que la cárcel está rodeada por una banda de demonios con un nuevo y poderoso líder que quiere matarlos.

Monument, Colorado
Sam y Deán finalmente habían encontrado una buena pista de Bela, así que esa noche irrumpieron en una habitación de hotel de  pueblo. Estaban esculcándolo todo pero no había nada más que basura en los cajones, nada que probara que ella estaba ahí.

— ¿Alguna señal?

— No… ¿De verdad esta es su habitación? — pregunto Sam

— Creo que sí. — Aseguro Deán tras encontrar un par de  pelucas guardadas, muy al estilo de Bela Talbot sin duda. El teléfono fijo de la habitación empezó a sonar sin cesar y el muy extrañado Deán se acerco para contestar.

— ¿Deán?... Querido, ¿eres tú? — se escucho preguntar a la voz de Bela por el otro lado del teléfono.

— ¿Dónde estás? — pregunto Deán, sonando lo mas frio y enojado que había podido en esos momentos.

— A dos estados de distancia. — se burlo Bela.

— ¿Dónde?

— ¿Dónde están tus bromas? Las extraño. — pregunto Bela llena de ironía, ahora era cuando le demostraba a Deán que ella era mas inteligente, y  mejor que ellos.

— La quiero de vuelta, Bela... ahora. — le exigió Deán.

— ¿Hablas de tu pistola?... Lo siento... No puedo por el momento. — se burlo Bela y hecho una rápida mirada a la Colt, que mantenía envuelta en un pañuelo de ceda y en el asiento del copiloto para no perderla de vista.

— ¿Entiendes que muchas personas van a morir si haces eso? — pregunto Deán, como siempre tratando de apelar a su lado humano, pero era imposible.

— ¿Qué crees que pienso hacer con la pistola? — se pregunto Bela llena de ironía

— ¿Tomar la única arma que tenemos contra un ejercito de demonios y venderla al mejor postor? — sugirió Deán lleno de odio y desprecio por ella.

— No sabes nada sobre mí. — murmuro Bela, sonando realmente compungida pero Dean le atribuyo eso a otra mas de sus brillantes actuaciones. 

— Sé que voy a ir por ti — aseguro Deán.

— ¿Aun que no sabes ni donde encontrarme?

— Oh, voy a encontrarte… ¿Y sabes por qué?... Porque no tengo absolutamente nada mejor que hacer... que seguir tu rastro — le advirtió Deán.

— Estas en un error, vas a estar muy ocupado… ¿Creíste que no iba a tomar precauciones? — pregunto ella con ese tono tan molesto de sabelotodo y en ese momento rompieron la puerta del apartamento y entraron unos policías.

— ¡Manos arriba! ¡De rodillas! — gritaban los policías. Bela escucho todo el alboroto desde el teléfono así que colgó, riéndose por haberse salido con la suya.

— ¡Perra! — murmuro Deán para si mismo, ahí tenia otra razón mas para odiarla.

— ¡Al suelo! ¡Ahora! — volvieron a gritar los policías, y esta vez los hermanos obedecieron y se tiraron al suelo, después se acercaron los oficiales y los esposaron.

— Sam y Deán Winchester, tienen derecho a guardar silencio… Todo lo que digan puede y será usado en su contra en una corte legal… Tienen el derecho de hablar con un abogado y de que un abogado esté presente durante el interrogatorio. Si no pueden pagar un abogado, se les asignará uno de oficio. — como siempre menciono uno de los oficiales.

— Hola, chicos… Es un placer. — dijo una voz, los hermanos se giraron a verlo y se dieron cuenta de que era el mismo agente del FBI que los encerró en la cárcel una vez y que casi los atrapaba en el banco, cuando el caso del Mimetista. Se miraron el uno al otro, preocupados porque los dos sabían que ya estaban perdidos.

El agente Víctor Hendricksen se adelanto a entrar a la comisaria del pueblo, para prepararlo todo antes de que el convoy con los hermanos llegara ahí.

—  ¿Los atraparon? — pregunto el sheriff apenas verlo llegar.

— ¿Dónde están todos? Pedí a todos sus hombres. — exigió saber Victor, pues no se le pasaba el detalle de que todo pudo haberse estropeado por el poco personal que tuvo de apoyo en la captura de los hermanos.

— Y los tienen… Fueron con usted en la redada. — aseguro el Sheriff.

— ¿Cuatro hombres? ¿Eso es todo? — pregunto Víctor impresionado.

— Son todos los que pude reunir en una hora, este es un pueblo pequeño. — dijo el sheriff y Víctor Hendricksen se fue hacia el área de  las celdas, esperando que estuviera vacía pero no, había un hombre ahí durmiendo.

— ¿Por qué está aquí? — pregunto Víctor otra vez.

—  Ebriedad y desorden- — explico el sheriff.

— Las llaves… Ahora. — exigió Víctor y el ayudante del Sheriff se acerco temeroso y le entrego las llaves de las celdas.

— ¿Que está haciendo? — pregunto el Sheriff, tras ver que el agente del FBI estaba abriendo la celda sin ninguna razón.

— Esta es su noche de suerte, señor… Puede irse. — dijo Víctor y saco al prisionero de la celda, indicándole el camino a seguir para que se largara por completo de la comisaria.

— ¿Qué demonios estás haciendo?... Agente Hendricksen, no puede liberar a mis prisioneros. — se quejo el sheriff, pero a Víctor no le importo que le reclamara, solamente siguió caminando como si fuera dueño del lugar. — Agente Hendricksen— le llamo una ultima vez y finalmente se giro para verlo.

— Escuche, ustedes creen que son policías — le grito Hendricksen

— ¿Disculpe? — pregunto el Sheriff impresionado, no se podía creer que ese sujeto fuera tan arrogante como para decirle eso a la cara.

— Y no estaría aquí, si pudiera elegir… pero un consejo es un consejo, y hay que moverse rápido. — dijo Víctor y salió apresurado por el pasillo, el Sheriff detrás.

— Escuche agente  no es mi primer rodeo. — le grito el Sheriff.

— No ha estado en un rodeo como este jamás… ¿tiene idea de a quién vamos a traer aquí? — cuestiono Víctor, estaba seguro de que no lo sabía pues ninguna persona que supiera de los Winchester podía estar tan tranquilo como ese Sheriff.

— Sí... un par de fugitivos. — dijo el Sheriff, y eso confirmo a Víctor que tenia razón con sus sospechas.

—  A los criminales más peligrosos criminales que jamás haya visto… Piense en Hannibal Lecter y su hermano menor… ¿Sabe que hacen ellos para divertirse?... Abren tumbas y mutilan cadáveres… No son sólo asesinos… Son asesinos adoradores de Satán— le explico Víctor a gritos y todos los demás en la comisaria se estremecieron por escuchar esa descripción tan terrible. — Así que trabaje conmigo, y los sacare de aquí a una cárcel de máxima seguridad… para que pueda irse a casa a ver televisión — le grito molesto y de muy malos modos, pero de todas formas su descripción de los hermanos asusto mucho al Sheriff.

— ¿En que puedo servir? — pregunto el Sheriff

— A todos sus hombres... póngalos en las salidas— ordeno Víctor.

— Sí, señor. — murmuro el Sheriff y se fue a la radio para informarles a todos los hombres de sus nuevas posiciones. Víctor lo miro complacido y luego saco su propia radio.

— Listos, tráiganlos…. No podemos hacer más— dijo a la radio.

— De acuerdo, halla vamos. — dijo otro hombre por radio, y unos segundos después entraron todos los policías, custodiando a los Winchester a quienes mantenían encadenados de manos y pies con grilletes.

— ¿Por qué las caras largas? — pregunto Deán con ironía tras ver al Sheriff, al asistente y a la secretaria, mirándolos con mucho miedo.

— Le abriré la celda. — murmuro el Sheriff y se fue.

Entonces uno de los policías empujo muy rudo a los hermanos y poco los tira al suelo. — ¡Hey, Hey! ¡Cuidado  con la mercancía! — grito Deán indignado por estar recibiendo ese trato, pasaron junto a la secretaria y ella tomo un crucifijo como si tratara de protegerse de ellos.
— No somos los que deberían asustarte, Nancy. — le dijo Deán tras leer su placa de presentación.

Los Policías encerraron a los Winchester en la celda, y apenas estar dentro, ambos intentaron ir a una esquina diferente de la habitación, pero como estaban encadenados con la misma cadena por los pies, casi se caen.

— ¿Qué haces? — pregunto Sam molesto

— Esta bien, esta bien… ¿Sentados? — Sugirió Deán

— Sí. — murmuro Sam y tuvieron que pasar uno encima del otro para poder desenredar la cadena y sentarse en la cama, muy incómodos pues la cama era muy pequeña y apenas y cambian los dos.
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— ¿Cómo saldremos de esta? — pregunto Deán, sonando asustado por primera vez en mucho tiempo, pues ahora no tenían ningún plan, ningún apoyo, y mucho menos algún arma que pudieran usar para escaparse.

— Buena pregunta. — murmuro Sam

Fuera de las celdas, Víctor Hendricksen se planteaba un montón de posibilidades para mantener el arresto de los Winchester de forma segura, pero termino por llamar al FBI para pedir ayuda de los más altos mandos.

— Soy yo… ¿Está Steven?.. Pues sáquelo de la reunión. — exigió apenas le atendieron la llamada.

— Groves. — respondió un hombre a los pocos segundos.

— Los tengo. — se apresuro a decir Víctor.

—Vaya… No puedo creerlo, ya imaginaba tu lapida diciendo "no pudo atrapar a los Winchester"— se burlo el otro sujeto, aunque realmente estaba mas que sorprendido por la captura de los hermanos.

— Y  estarán en máxima seguridad por la mañana. — aseguro Víctor

— ¿Cómo? — pregunto el otro sujeto, sabia que la prisión de máxima seguridad mas cercana estaba a muchos kilómetros de distancia de ese pueblito, y si los Winchester eran hábiles se podrían llegar a escapar en el traslado.

— En un autobús, cargado de hombres. — comento Víctor, sabia que esa era la única posibilidad de hacerlos llegar hasta ese lugar.

— ¿Un autobús? ¿Tratas de provocarme otra úlcera? — pregunto el otro sujeto.

— Tomamos precauciones. — murmuro Víctor.

— ¿Cómo la última vez? ¿Y la anterior?... Olvídalo, enviare un helicóptero. — aseguro Steven, el tenia mas experiencia en eso de capturar fugitivos peligrosos y sabia que siempre se debían trasladar por aire, evitando así que escaparan o recibieran ayuda inesperada.
— Lo que te consideres mejor. — dijo Víctor rendido, pues Steven era su jefe y no tenia mas que acatar sus ordenes.

— Helicóptero... Y yo estaré en él… No podemos perderlos otra vez… Han sido una espina en mi trasero durante meses… Y Víctor... No los pierdas de vista hasta que yo llegue. — ordeno Steven y colgó la llamada, Víctor se paso una mano por la cara pues no le gustaba cuando su jefe se ponía en ese plan mandón y le quitaba los casos.

— Vendrá un helicóptero. — dijo Víctor al Sheriff que estaba tras el.

— Pero no tenemos helipuerto. — murmuro el Sheriff.

— Entonces vacié el estacionamiento. — ordeno Víctor y decidió que ya era hora de cumplir con las ordenes de Steven, hora de visitar a los hermanos en su celda.

Sam y Deán permanecían callados y sentados en la  cama de la celda, tratando de pensar en un plan nuevo para poderse escapar, entonces se percataron de la atenta mirada del agente del FBI, quien los miraba con fuego real desde tras de los barrotes.

— ¿Saben que trato de decidir? — les pregunto Víctor

— No lo sé, ¿Sí la Viagra le ayudará a tu condición? — le pregunto Deán lleno de ironía, recordaba a ese agente con odio por lo que paso en el banco, cuando hizo que matara a su amigo Ronald y por ello lo odiaba.

— ¿Qué voy cenar esta noche?… ¿Carne o Langosta?…. Ah, mar y tierra… Tengo mucho que celebrar después de todo, verlos con cadenas. — se burlo Víctor.

— Sucio pervertido, no le hacemos a eso. — se burlo Deán.

— Jajá que gracioso. — dijo Víctor entre risas fingidas, ese comentario le había molestado muchísimo y su cara lo reflejaba, así que Deán decidió continuar por ese sendero.

— Yo no cantaría victoria todavía, no nos atrapo en el banco… Y escapamos de esa cárcel. — le recordó Deán, como forma de decirle que era un completo idiota y  perdedor.

— Tienes razón, me equivoque… los subestime, no pensé que fueran tan listos… Pero ahora estoy listo — aseguro Víctor.

— ¿Sí? ¿Para perdernos de nuevo? — le pregunto lleno de Ironía todavía.

— Con una orden para llevarlos a prisión de máxima seguridad en Nevada, hasta el juicio… Con una celda aislada sin ventanas y a prueba de ruidos, tan pequeña que aquí entre nos... Debe ser inconstitucional… ¿Cómo les suena eso? — dijo Víctor, realmente disfrutando la cara de fantasmas que pusieron los hermanos tras escuchar su destino.  — Mira bien a Sam, porque no se volverán a ver. — le aseguro y eso fue como dispararle en la cara a Deán, pues se quedo mucho mas frio que antes.

— Ah ¿Dónde esta esa sonrisa Deán? Quiero verla — se burlo Víctor.

— Están equivocados. — murmuro Deán, ahora iba a tener que planear algo para escaparse, porque no quería dejar de ver a Sam, no en sus últimos meses de vida.
— Sí, claro... Lo olvidaba, ustedes matan monstruos… Lo siento, Deán… La verdad es que su padre les lavó el cerebro con esos cuentos de monstruos y demonios… Pero es todo, esto es la realidad. — dijo Henricksen, disfrutando cada vez mas el gesto de enojo que provocaba en los Winchester.

— ¿Por qué no cierras la boca? — grito Deán, el tema de su padre era solo para la familia y no le hacia nada de gracia que un tipo tan desagradable como ese agente estuviera hablándoles mal de John. No tenía derecho.

— ¿Pero saben que?, ya es hora de que maduren… porque todos tenemos una historia triste, pero no nos volvemos asesinos. — les dijo Henricksen y en eso se escucho el sonido de las hélices del helicóptero, seguidos por un rayo de luz del mismo.

— Y ahora tengo dos preocupaciones menos... Es hora Mar y Tierra— agrego Henricksen y se fue riéndose como loco. Todo estaba saliendo como el quería.

Apenas salir de la zona de celdas, Víctor se encontró con su jefe, quien iba entrando todo sonriente a la comisaria. — Steven. — le saludo.

— Caballeros— Steven no era muy amable, así que se limito a decir ese saludo y le arrojo a Víctor una carpeta.

— ¿Qué es todo esto? — se pregunto Víctor, antes de abrir la carpeta y ver que estaba llena del papeleo de captura y extradición de los Winchester

— ¿Qué puedo decir? En el FBI no inventamos la burocracia… La perfeccionamos. — se burlo Steven, no era necesario que Víctor hiciera ese tipo de preguntas.

— ¿Quieres que haga esto ahora? — pregunto Víctor alucinado, no se podía creer que le estuviera pidiendo llenar el papeleo en esos momentos tan importantes para él.

— Lo siento… Ahora, Víctor… Voy a darles un largo vistazo a nuestros fugitivos. — dijo Steven y se metió a la zona de celdas.

Desde la puerta contemplo por un segundo las expresiones tristes de los Winchester, y  luego se burlo. — Sam y Deán Winchester… Soy el director adjunto, Steven Groves... es todo un placer. — les dijo.

—Pues yo no siento lo mismo. — murmuro Deán con miseria, pues las palabras de Henricksen seguían taladrando en su cerebro.

— He esperado mucho tiempo, para disfrutar este momento. — aseguro el sujeto y entonces saco un revolver y le disparo a Deán, haciéndolo caer estrepitosamente al suelo. Sam salto sobre el tipo y pudo quitarle el arma, luego se fijo que tenía los ojos negros, así que no se lo pensó para decir rápido el exorcismo, pues Steven era un demonio.

Exorcizamus te, omnis immundus spiritus
omnis satanica potestas, omnis incursio
infernalis adversarii, omnis legio,
omnis congregatio et secta diabolica.

Ergo draco maledicte
et omnis legio diabolica adjuramus te.
cessa decipere humanas creaturas,
eisque aeternae Perditionis venenum propinare.

La cabeza del hombre giraba sin control, hasta que logro burlarse como todo un villano de película. — Siento tener que irme, será una larga noche señores— aseguro Steven y la nube  negra de demonio salió volando hacia la tubería.

El resto de la gente del Sheriff y el mismo escucharon el grito de Steven (provocado por la salida del demonio de su cuerpo) y llegaron corriendo al área de celdas, donde encontraron a Steven tirado en el suelo y a Sam con un arma.

— ¡Baja el arma! ¡Le ha dispararon!— gritaba el Sheriff. Todos apuntaban a Sam con sus armas a la espera de que ordenaran el matarlo.

—No le disparamos… No le dispare. — grito Sam en su defensa.

— ¡Él me disparó a mí! — murmuro Deán desde el suelo, tratando de mantener presión en su herida con sus propias manos.

— ¡De rodillas, ahora! — Le grito Víctor.

— Si, si, si… no disparen, ya… tengan — Y Sam arrojo la pistola entre las rejas para terminar arrodilladlo en el suelo. — Nosotros no le disparamos… vean su cuerpo…No hay sangre, nosotros no lo matamos. — explico Sam con las manos arriba.

— Adelante, revísalo. — Ordeno Víctor a su compañero del FBI, el muchacho bajo su arma y con sumo cuidado se arco para revisar el estado del cuerpo de Steven, quien claramente estaba ya muerto.

— Vic, no hay herida de bala. — comento el agente.

— Tal vez lleva muerto meses. — murmuro Deán.

— ¿Qué le hicieron? — exigió saber Víctor, no le agrava mucho Steven pero eran compañeros, y no estaba feliz con que estuviera muerto.

— ¡No hicimos nada! — grito Deán, indignado porque a nadie parecía importarle que estuviera herido en un hombro.

— Dime, o disparo. — advirtió Víctor y les apunto a ambos con su arma. Toda esa situación estaba llegando a un punto desesperante.

— No nos creerías… — Murmuro Deán

— Él estaba poseído. — agrego Sam y todos en la habitación se quedaron en blanco, asustados por lo que estaban escuchando.

— Si, claro… poseído — se burlo Víctor pero eso lo calmo y volvió a guardarse la pistola. — Ve al helicóptero… los sacaremos de aquí ya. — le ordeno a su compañero.

— SI haga eso. — murmuro Deán, pues la advertencia del demonio le indicaba que algo muy malo iba a pasar y que solo quedaba muy poco tiempo para que pudieran evitarlo.

El compañero de Henricksen, el agente Reedy saco su intercomunicador para llamar al piloto del helicóptero. — ¿Bill?... Bill, ¿estás ahí? — preguntaba una y otra vez, pues lo único que escuchaba era interferencia. Así que Reedy salió corriendo de la comisaria, y encontró los cadáveres de los hombres del Sheriff, todos con las gargantas cortadas. Reedy se acerco poco a poco al helicóptero y se encontró con que el piloto también estaba muerto.

— Están muertos… Todos muertos. — dijo por radio y en ese momento el helicóptero estallo en llamas, derribando a Reedy al suelo por la onda expansiva. Misma que se escucho hasta el interior de la misma comisaria.

— ¿Qué diablos fue eso? ¿Reedy? — pregunto Víctor por radio, pero al igual que antes, lo único que escucho fue interferencia. — ¡¿Reedy?! ¿Reedy? ¿Qué está pasando? ¡Contesta Reedy! ¡Contesta! — seguía gritando por radio, pero Reedy no lo escuchaba ya que había perdido su radio.

Reedy se puso de pie tras el impacto, su mejilla estaba sangrando pero no le importo, el trato de regresar a la comisaria pero al girarse se encontró cara a cara con un demonio, quien le arranco el corazón de una sola tajada.

Tras escuchar la explosión del helicóptero, tanto Víctor como el Sheriff y sus hombres salieron a ver el estacionamiento pero apenas ver a lo lejos los cadáveres regados, decidieron quedarse dentro y preparar armas para lo que fuera.

— Mis hombres. ¿Agente Hendricksen? ¡Henridksen! ¡Cuatro de mis hombres! — gritaba el Sheriff, ahora se sentía culpable por haber expuesto a sus hombres, sus amigos a la muerte y todo por haber seguido al idiota del FBI.

— ¿Qué está pasando?—  pregunto el asistente del Sheriff que tenía mucho miedo por lo que había visto ahí fuera.

Nancy la secretaria, seguía tratando de mandar un mensaje de auxilio a quien fuera, pero no podía. — No consigo línea. Todos los teléfonos están fallando… Internet, mi celular... todo está muerto… ¿Cómo puede ser? — se preguntaba Nancy en pánico, entonces y para hacer las cosas más tensas,  se fue la luz en todo el edificio. Y hasta los Winchester se asustaron por ello, ya que sabían que no era una muy buena señal.

— Oh, dios mío. — grito Nancy, quien junto al asistente estaban completamente en pánico

— No. Está bien, está bien, está bien… Nos iremos… Nos iremos... ahora mismo. — decía el Sheriff para calmar a su gente pero el mismo estaba en pánico.

— Nadie va a salir de aquí… Tenemos que calmarnos —  grito Víctor, quien hasta el momento era la única persona con suficiente calma para manejar la situación.

— ¡Su compañero está muerto! ¡Mis hombres también! — le grito el Sheriff.

— Lo sé... Y si salimos moriremos también. — aseguro Henricksen, no era la primera vez que se enfrentaba a un asesino misterioso y sabia que el mejor camino para superarlos era mantenerse juntos y alertas en todo momento, La cosa es que no sabía para nada con quien se estaban enfrentando.

— ¿No lo entiende? — pregunto el Sheriff en pánico, no se podía creer que después de las últimas horas, el agente se siguiera sintiendo tan seguro de su control.

— ¿Entender qué?...  Están a fuera, y vendrán aquí… Esto es un sitio… así que es buen momento para cerrar las puertas, las ventanas, respirar y enfrentar esto como profesionales entrenados, con algo de inteligencia — les grito Víctor y todos se fueron a cerrar las entradas del edificio, excepto la secretaria que moría de miedo y no podía ni moverse.

— ¿Está bien? — le pregunto Víctor, ella asintió y luego negó con la cabeza.

— Imagine que no... Nancy, ¿cierto? — volvió a cuestionar y ella asintió. — Voy a sacarla de aquí…Tiene mi palabra… ¿oyó eso? — le decía Víctor. Nancy estaba agradecida por las palabras de Víctor, sonrió un poco y hasta pudo caminar ya, pues se sentía más segura.

Mientras tanto en las celdas, nadie se había preocupado por la herida de Deán, así que Sam no tuvo más que hacerse cargo el mismo de sacar la bala, pero al no tener los instrumentos necesarios para hacerlo, lo tuvo que hacer con sus dedos y eso fue muy doloroso, tanto que Deán se la pasaba quejándose y gruñendo todo el tiempo.

— Ya no seas tan llorón. — le dijo Sam y finalmente consiguió sacarle la bala, la cosa es que la sangre le estaba escurriendo mucho por el hombro, y no había nada con que suturarlo.

— ¿Cuál es el plan? ¿Matar a todos en la estación, para sacarlos? — se escucho preguntar a una voz y entonces el agente Henricksen se les paro enfrente de las rejas.

— ¿De qué hablas? — pregunto Deán sin entender.

— Hablo de  tus amigos psicóticos, hablo de una masacre. — dijo Henricksen y Deán se molesto tanto de que los estuvieran comparando con demonios, que tuvo las suficientes fuerzas de levantarse y acercarse a la reja.

— Yo te aseguró… que quien este afuera no ha venido a ayudarnos. — le dijo Deán.

— Tiene que creernos... Todos estamos en un terrible peligro. — aseguro Sam

— ¿Tú crees? — pregunto Henricksen con ironía pero a ese punto, los hermanos ya no tenían interés en su tonito.

— ¿Por qué no nos sacas de aquí para que los salvemos? — sugirió Deán

— ¿De qué? — pregunto Henricksen instigado pero las caras de los chicos fueron suficiente respuesta.  — ¿Vas a decir "demonios"?... No te atrevas a decir "demonios"— grito Henricksen desesperado por tanta locura. — Voy a decirles algo… Deberían estar más asustados de mí. — les dijo Henricksen, aun no se quitaba la idea de dispararles. Así que salió antes de cometer una locura.

— ¿Cómo está el hombro? — pregunto Sam a su hermano para cambiar el amargo sabor de su plática con ese sujeto

— Bien… Viviré… Eso, si salimos vivos de aquí— murmuro Deán y se sentó en la cama, su instinto de cazador le seguía diciendo que algo malo estaba por pasar. — ¿Tienes algún plan? — le pregunto pero no hubo respuesta, pues los dos se dieron cuenta de que alguien los estaba espiando desde la puerta, era la secretaria.

— Uh hola, por favor… Por favor, necesitamos ayuda… Eres... eres Nancy, Nancy ¿verdad? — le pregunto Sam y se acerco al filo de la celda para verla un poco mejor, ella asintió leventemente pues aun les tenía mucho miedo. — Nancy, mi... mi hermano esta herido… Y está... está sangrando mucho… ¿crees podrías conseguirnos una toalla? ¿Por favor? Sólo una toalla limpia. — le rogo Sam pero ella seguía mirándolo como si fuera un monstruo.

— Oye, solo míranos… no somos malos, lo juro. — le pidió Sam, pero ella no dijo nada, simplemente se dio la vuelta y se fue corriendo.

— Buen intento. — murmuro Deán, y un segundo después Nancy regreso, con una toalla blanca en sus manos.

— Gracias. — dijo Sam apenas verla y ella empezó a acercarse a su celda con mucha cautela, y hasta temblando. —Tranquila — le dijo Sam, y ella camino un poco más tranquila y rápido hasta pasarle la toalla entre los barrotes. — Gracias... Gracias. — decía Sam, y entonces sujeto el brazo de Nancy y la atrajo hasta los barrotes, ella empezó a gritar y eso atrajo al asistente del Sheriff, quien llego corriendo.

— ¡Suéltela! ¡Suéltela! — grito el oficial, sin dejar de apuntar a Sam con su arma. Sam obedeció y se hizo para atrás con las manos arriba. — ¿Estás bien, Nance? — le pregunto a la secretaria que sobaba su muñeca, pero asintió de todas maneras. — Lo hacen otra vez y disparo… Y no al brazo. — les amenazo el oficial.

— Entendido —murmuro Sam y los muchachos se fueron. Entonces Deán le dio duro puñetazo a su hermano en el hombro.

— ¿Que estabas haciendo? — exigió saber Deán, entonces Sam le mostro  un crucifijo que le quito a la secretaria. Ya no estaban tan indefensos contra los demonios después de todo.

Los Winchester pusieron en acción su arma secreta con el crucifijo, y después se sentaron a esperar a que algo pasara.

— Somos blancos fáciles aquí. — murmuro Sam

— Sí, lo sé… ¿¡Alguien podría darnos de cenar!? — grito Deán con todas sus fuerzas, pues se estaba muriendo de hambre como siempre.

— ¿Cuantos piensas que hay? — pregunto Sam sobre los demonios.

— No lo sé. — murmuro Deán.

— Haya los que haya, pueden poseer a cualquiera… cualquiera podría entrar. —dijo Sam alarmado, la idea de alguien entrando y matándolos por sorpresa no era muy bonita que digamos.

— Es una locura, ¿no?... vinieron por nosotros… No lo habían hecho jamás… Es como si hubiera contrato por nosotros… ¿Sera porque somos fabulosos?... Porque yo creo que somos fabulosos— dijo Deán con una sonrisa de puro orgullo, pues eran los primeros cazadores en la historia a los que todo el infierno buscaba cazar. Sin embargo la mirada de Sam lo hizo ponerse serio de nuevo y mucho más serio cuando el Sheriff llego hasta ellos.

— Hola, ¿Cómo esta, sheriff? — pregunto Deán con interés fingido, y antes de que el hombre les abriera la puerta de la celda.

— Uh ¿Sheriff? — pregunto Sam intrigado, no entendía porque estaba haciendo aquello.

— Se pueden ir muchachos. — les dijo el Sheriff.

— Uh... ¿Sabes qué?... Estamos bien aquí, gracias. — le dijo Deán lleno de ironía, pero aquella acción estaba resultando muy sospechosa, un Sheriff no liberaba a un preso de esa manera, y hasta llegaron a pensar que ese hombre estaba poseído y quería sacarlos de la celda para asesinarlos.

— ¿Que cree que está haciendo? — se escucho preguntar a Henricksen y todos se giraron para verlo entrar al área.

— No vamos a sentarnos a esperar la muerte, vamos a salir de aquí — le dijo el Sheriff.

— Es más seguro aquí— aseguro Henricksen.

— Hay un cuartel de SWAT en Boulder.— insistió el Sheriff, sabía que ese era el sitio más seguro al que podían acudir y estaba a muy pocos minutos en auto.

— No vamos a salir de aquí. — aseguro Henricksen.

— ¿Quién dice que no? — pregunto el Sheriff molesto por esa actitud de jefe y entonces Henricksen puso los ojos negros y le disparo a la cabeza. Los hermanos salieron de la celda y se fueron encima de él y lo sometieron para meter su cabeza en el retrete, donde el agua estaba vencida gracias al crucifijo de Nancy, así que Sam empezó a decir el exorcismo.



El sonido del disparo hizo que el asistente del Sheriff llegara corriendo con su arma, pero por suerte Deán lo vio y le apunto con la propia. — ¡No te muevas! — le advirtió y el sujeto se quedo parado en su posición.

Sam estaba por terminar el exorcismo cuando Henricksen logro sacar la cabeza del agua. — Ya es tarde, están en camino… ya los llame. — les dijo y la nube negra salió de su cuerpo y paso volando por encima de todos antes de desaparecer en un rayo azul.

— Está... ¿Está muerto? — pregunto Nancy tras ver a Henrickson tirado en el suelo y sin moverse, pero un segundo después el agente empezó a toser.

— Henricksen… Hey… ¿Está usted ahí? — le pregunto Sam y el se sentó para ver lo que había hecho, pensaba que todo había sido un sueño u alguna alucinación, pero el cadáver del Sheriff le decía que todo era verdad.

— Yo… Le dispare al sheriff— murmuro Víctor, totalmente compungido por su acción.

— Pero no mato al oficial. — dijo Deán con una sonrisita, pues sabía que el otro muchacho tenía las llaves de sus grilletes.

— Hace cinco minutos estaba bien, y luego… — empezó a explicar Víctor, pero los muchachos se conocían esa historia tan bien que no le dejaron terminarla

— ¿No me digas? Un sucio humo negro se metió por tu garganta. — aseguro Deán.

— Estaba poseído. — agrego Sam

— ¿Poseído cómo?.... ¿Poseído? — Henricksen ni siquiera tenía las palabras para expresarse, y si no hubiera sentido a aquella cosa, a aquella maldad en su interior, seguirá pensando que los muchachos estaban locos.

— Eso es lo que se siente… Ahora lo sabe. — le dijo Sam

— Te mereces un "Te lo dije" enorme. — le dijo Deán, no pudo perder la oportunidad de regresarle todas y cada una de sus ofensas con esa simple frase. Víctor se quedo pensativo un par de segundos hasta que tomo una decisión.

— Oficial Amici… Llaves. — ordeno Víctor al ponerse de pie, él muchacho le dio las llaves y  Víctor libero a los hermanos de sus grilletes. — Muy bien… ¿Y cómo sobreviviremos? — les pregunto, así que ahora estaba dispuesto a poner su fe en esos muchachos y sobre todo estaba dispuesto a ayudarlos, a pelear a su lado.

Lejos de ahí, Jeffrey esperaba a que sus hermanos pasaran a recogerlo, había estado las últimas 4 horas haciendo  exámenes de conocimientos que le permitieran acreditar el 9no grado y con ello se pudiera graduar de la secundaria. La cosa era que ya llevaba más de 30 minutos esperando y no llegaban por él. Y ni que decir del teléfono, ya había llamado más de 30 veces a los chicos y ninguno respondía, así que finalmente se harto.

— Deán, soy Jeff otra vez… me voy a casa yo solo… ya me canse de estar aquí como idiota parado, nos vemos en un rato. — dijo y colgó la llamada, empezó a caminar pero las luces empezaron a parpadear en toda la calle, lo que le llamo mucho la atención.

— No deberías andar solo por estos rumbos. — dijo una voz desde atrás y cuando se giro se encontró cara a cara con Ruby.

— Ah, tienes razón… hay demonios en el vecindario. — dijo lleno de ironía y Ruby se rio. — ¿Tú qué haces aquí? — pregunto rendido

— Vine por ti, necesito tu ayuda. — aseguró Ruby.

— ¿Mi ayuda?... hum… te equivocaste de hermano amiga, yo no soy Sam… y no te conozco, ¿Por qué me iría a pasear contigo? — le pregunto lleno de ironía, pero era cierto, él ni la conocía como para tenerle tanta confianza.

— Escucha, los demonios están aquí… vinieron tras ustedes, y a los idiotas de tus hermanos los han metido en la cárcel… así que si quieres seguir respirando, y ayudar a tus hermanos… vas a tener que venir conmigo— dijo Ruby

— ¿De qué rayos estás hablando? ¿Qué paso con ellos? — pregunto Jeff en pánico.

— Ah, te lo explico en el camino, vámonos. — le dijo Ruby, lo tomo de la mano y lo obligo a caminar con ella. Pero al dar vuelta en la esquina se encontraron con dos demonios.

— ¿Se van tan pronto chicos? — pregunto uno de los sujetos de ojos negros, y Ruby giro a ver a Jeff como diciéndole, ”Te lo dije

— Salgan de nuestro camino, si quieren vivir. — les dijo Ruby a los demonios, quien simplemente se burlaron de ellos.

— Oh, tranquila perrita… solo vamos a jugar un poco. — dijo el demonio y junto con el otro se fueron sobre ellos. Ruby se supo defender muy bien con su cuchillo mágico y pudo matar a su demonio en solo 20 segundos, pero Jeff, el no pudo contra su demonio y ahora la cosa lo tenía levantado por el cuello, apunto de rompérselo.

— El bebe Winchester… vaya, ¿Qué se supone que debería hacer contigo? — pregunto el demonio, Jeff pataleaba sin control para tratar de zafarse de su agarre, pero no fue así, hasta que Ruby salto por detrás y le corto la garganta al demonio.

— Debiste dejarlo en paz. — murmuro Ruby entre dientes y luego le dio la mano a Jeff para ayudarlo a ponerse de pie. — Ahora, si no tienes más dudas… ¿Qué te parece si nos vamos? — le pregunto Ruby, Jeff simplemente asintió pues aun estaba conmocionado por el ataque de los demonios.

Mientras tanto en la comisaría de policía, Sam había empezado a pintar las trampas del diablo en cada puerta y debajo de cada ventana del edificio. Mientras que Deán se puso a revisar el plano del edificio en busca de alguna salida u entrada sorpresa. Dejando que Nancy le curara de forma apropiada la herida del hombro. Luego entraron Víctor y el asistente del Sheriff con un montón de armas de la bodega.

— Dejen eso, no sirve de nada. — les aseguro Deán.

— Hay un arsenal aquí — aseguro el oficial.

— No le disparas a un oso con diábolos… solo lo molestan. — les explico Deán.

— ¿Que necesitas? — le pregunto Víctor, era bueno ver que su actitud había cambiado a la de pura cordialidad y cooperación.

— Sal, mucha sal. — dijo Deán.

— ¿Sal? — pregunto Víctor alucinado y preguntándose cómo demonios un condimento para comida podía terminar con los monstruos.

— ¿Qué, hay eco aquí? — pregunto Deán con ironía, le molestaba mucho cuando las personas cuestionaban sus ordenes, y más cuando hablaba así de claro.

— Hay costales de sal en la bodega. — Murmuro Nancy.

— Perfecto… Perfecto, pongan sal en cada ventana y cada puerta. — ordeno Deán, así que Víctor y el oficial se fueron a la bodega para sacar la sal. — ¿Cómo te sientes, Nancy? — pregunto Deán, pues podía sentir como la manos de la mujer palpitaban por los nervios.

— Estoy bien… Cuando era niña… regresaba de la iglesia y hablaba del Diablo… Mis padres decían que dejara de ser tan literal… Creo que no lo saben, ¿huh? — se pregunto Nancy, es difícil cuando te enteras de que las cosas que suenan imposibles son reales. — Eso servirá. — dijo tras acabarle de poner un parche a Deán en el hombro.

— Gracias. — murmuro Deán, ya le empezaba a agradar esa muchacha.

— De nada. — murmuro Nancy, sonriendo por primera vez en la noche y se fue a ayudar con la sal, entonces llego el oficial con los primeros costales de sal.
— ¿Y mi auto? — exigió saber Deán.

— En el estacionamiento. — murmuro el oficial.

— Bien. — exclamo Deán, poniéndose de pie para emprender el camino hacia la puerta de salida.

— Oiga, no va a ir allá. — dijo el oficial, temiendo por la seguridad de Deán.

— Necesito algo de mi auto. — dijo Deán y salió de la comisaria para buscar al auto, que estaba en la sección de vehículos decomisados.

Deán abrió la cajuela del auto y guardo todo lo que pudo en su bolsa de lona, como agua vendita, armas, y hasta unos amuletos. Entonces las luces de todo alrededor empezaron a parpadear y una brisa helada se soltó. Para cuando Deán se giro, vio un montón de nubes negras de demonio acercándose, así que corrió esquivando y saltando por encima los autos.

— ¡Ya vienen! — grito apenas entrar — ¡Rápido! — les grito para que todos se apresuraran a terminar lo que hacían. Un momento después las nubes impactaron contra el edificio y este se oscureció por completo, así que todos se reunieron en el mostrador y sintieron como todo el edificio se estremecía por la fuerza de los demonios queriendo entrar. Las nubes se podían ver pegadas a las ventanas, pero después todas se fueron.

— ¿Todos están bien? —pregunto Sam

— Define "bien"— dijo el oficial, pero lo ignoraron. Entonces Deán les empezó a repartir los amuletos de pentagrama.

— Quiero que se pongan estos… Impedirán que sean poseídos. — explico Deán y todos rápidamente se pusieron los amuletos.

— ¿Y qué harán tu y Sam? — pregunto Nancy, y ambos descubrieron el lado derecho de su pecho, dejando ver que tenían tatuado el símbolo del amuleto. Por lo que estaban protegidos siempre y para siempre de las posesiones.

— Muy listos… ¿Desde cuándo los tienen? — pregunto Víctor, pues los expedientes de búsqueda de los hermanos jamás mencionaron que tenían tatuajes.

— Hace poco— murmuro Sam, jamás lo contaría pero se tatuaron después de que Meg lo poseyera la última vez.

Siguieron esperando unos minutos más por algún ataque, pero siguieron  preparando trampas y cosas. Nancy estaba reforzando las líneas de sal de la ventana principal, cuando noto que un montón de gente se congregaba fuera del edificio.

— Ahí está Jenna Rubner. — dijo Nancy y entonces esa mujer tomo el frente de todas las personas, dejando ver sus espeluznantes ojos negros.

— Ya no es Jenna. — dijo Sam tras verle los ojos.

— ¿Ahí está el humo de los demonios? — pregunto Nancy, aun no le explicaban esa parte de la historia.
— Así parece — murmuro Sam y le ayudo a poner la sal faltante en las ventanas.

El ayudante del sheriff también quiso ver lo que sucedía afuera, así que limpio el vaho de una de las ventanas y tras una rápida mirada se fue, el problema fue que no se dio cuenta de que sin querer había roto una de las líneas de sal, y aquello podría ser la oportunidad de entrada para los demonios.

Mientras tanto, Deán y Víctor continuaron preparando balas de Sal, ellos no querían herir a las personas pero si a los demonios, asi que esas balas eran la mejor opción que tenían contra ellos.

— Cartuchos de escopeta llenos de sal… si eso sirve, detener monstruos con condimentos… bueno resulta que los demonios son reales. — seguía diciendo Víctor entre risas, aun estaba en la fase de aceptación de la noticia.

— Para que sepas… los vampiros también existen… Y los hombres lobo, los fantasmas, espíritus malos, payasos que comen gente…— empezó a decirle Deán, no podía perder la oportunidad de hacerlo sentir mal, exactamente como lo hizo con él.

— Muy bien. — murmuro Víctor, no se quería ni imaginar todo lo desconocido que podría haber fuera en ese enorme mundo.

— Si de algo te sirve, pie grande… no lo es. — murmuro Deán lleno de ironía.

— ¿No lo es? — pregunto Víctor con la misma ironía en su voz y ambos se rieron un poco, empezaban a notar que tal vez no fueran diferentes en su forma de ser. — ¿Cuántos demonios? — pregunto.

— ¿En total?... Ni idea… Muchos— aseguro Deán.

— ¿Sabes cuál es mi trabajo? — pregunto Víctor.

— ¿Aparte de encerrar a inocentes?... No tengo idea. — respondió Deán aun con ironía

— Mi trabajo es aburrido, y frustrante… Trabajas 3 años en un crimen y tal vez puedas salvar a algunas personas, solo tal vez…. Ese es el beneficio. — comento Víctor, todo emocional por estar hablando de ello. — Me he partido el alma quince años para atrapar a unos cuantos, y en esos años ya existían estos demonios… así que si, al parecer todo este tiempo, desperdicie mi vida. — aseguro Víctor, una revelación de ese tamaño hacia cuestionarse si uno realmente se enfrentaba al verdadero mal del mundo, o simplemente a escorias.

— No lo sabías. — dijo Deán para calmarlo y tratar de darle apoyo, después de todo ya lo empezaba a entender.

— Ahora lo sé. — murmuro Víctor y se quedo callado un segundo para pensar. — Esas cosa, ¿pueden vencerlas? ¿Pueden ganar? — le pregunto tras imaginarse una vida de lucha eterna contra esas cosas, la vida de los hermanos.

— Creo que… el mundo quedara ensangrentado… pero hay que pelear, uno lo decide… yo decidí morir luchando. — le conto Deán.

— Además, no tienes a nadie más que a tu hermano. — dijo Víctor, tratando de entender porque una persona decidía vivir ese tipo de vida, era por la soledad, por querer encontrar una razón por la cual vivir.

— Hermanos, de hecho. — murmuro Deán, tanto estrés en esa noche por poco le hacia olvidarse de Jeff.

— ¿Tienes mas familia aparte de Sam? — pregunto Víctor interesado, pues había leído muchas veces su expediente y jamás encontró registros de mas parientes vivos.

— Tenemos otro hermano… su nombre es Jeffrey. — dijo Deán.

— Jamás escuche de él, de hecho no tenemos registros de él… así que ¿también se dedica a lo mismo? — pregunto Víctor y no sabia lo aliviado que hacia sentir a Deán en esos momentos con la noticia de que su hermanito estaba fuera del radar.

— Si, hem… mi papá, el trato de alejarlo de esta vida pero… mi hermano es especial, y termino metido con nosotros… ya sabes, solo tiene 14… a esa edad uno no piensa. — comento Deán.

— ¿Tiene 14 años? Pero si es un niño. — dijo Víctor impresionado, no se quería ni imaginar a un chico peleando contra esas cosas extrañas, era simplemente estremecedor.

— Si, pero no lo conoces… es un poco… impulsivo. — le dijo Deán, recordando que esa había sido la primera frase con la que su padre le hablo del niño.  — ¿Y tu que? ¿Tienes una casa con cerca blanca? — pregunto.

— Hum no… Apartamento vacío, cadena de furiosas ex-esposas, estoy igual que ustedes. — dijo Víctor y termino riéndose, ahora se daba cuenta de lo parecido que era a esos muchachos y tal vez eso había sido la cosa que mas le atrajo del caso, el sentirse identificado.

— Eso creí— murmuro Deán y en ese momento se escucho un cristal rompiéndose, así que fueron corriendo para ver y se encontraron con Ruby, toda golpeada y atrapada en una de las trampas para demonio.

— ¿Cómo la mato? — pregunto Henricksen y le apunto con el arma, pero entonces llego Sam y lo hizo para atrás.

— A ella no — dijo Sam

— Es un demonio. — se quejo Henricksen.

— Vino a  ayudarnos. — aseguro Sam

— ¿Es enserio? — pregunto el oficial desde atrás y solo basto una mirada de Sam para que notara que si estaba hablando enserio.

— ¿Me dejas salir? — pidió Ruby  y Sam se agacho para rasgar la trampa un poco con un chuchillo. — Y dicen que no hay caballeros… por cierto no vine sola, traje refuerzos. — dijo Ruby y se giro a mirar hacia la ventana, entonces Sam se acerco lentamente y hecho un vistazo, encontrándose con Jeff.

— ¿Jeffrey?
— Oh por dios, Sam… ayúdame a subir. — le pido Jeff, ya que la ventana estaba muy alta. Así que Sam saco los brazos por la ventana y jalo a su hermanito hasta tenerlo dentro del edificio. — ¿Estas bien? — le pregunto.

— Si, solo tuvimos algunas peleas en el camino… Hola chicos. — dijo Jeff al ver al pequeño grupito dentro de la habitación.

— ¿Jeffrey? ¿Qué demonios estas haciendo aquí? — pregunto Deán, mas preocupado que molesto, pues le hubiera gustado mantener al chico fuera de esa situación tan peligrosa.

— Ruby me trajo. — acuso Jeff como si fuera un niño pequeño y Deán se giro a ver a la demonio con todo el odio posible.

— ¿Pero que estas loca? ¿Por qué lo trajiste aquí? — le pregunto Deán hecho una furia.

— Lo traje porque los demonios venían tras el también… y no estaba muy seguro que digamos cuando lo encontré abandonado a mitad de la nada… así que si, dime loca por querer salvarle la vida. — le dijo Ruby

— Lo hiciste, de hecho. — murmuro Jeff sin quitar la vista del suelo.

— ¿Alguien tiene una menta?... me callo sangre en la boca mientras nos abría camino. — dijo Ruby y se fue por el pasillo. Todos fueron tras ella, Sam se quedo a rellenar la línea de sal rota y luego los alcanzo.

— ¿Cuántos hay afuera? — pregunto Deán.

— Unos treinta... Hasta ahora. — comento Ruby, durante el camino con Jeff se percato de que había muchos mas demonios escondiéndose por el pueblo, como una especie de segundo frente o algo así.

— Ah, bueno 30… 30 asesinos detrás de nosotros… ¿Quién los mando? — pregunto Deán, los envía tan organizados que era casi imposible que no tuvieran un líder.

— ¿No le dijiste a Deán? — pregunto Ruby sorprendida a Sam que no le respondió nada. — Ah, me sorprende.

— ¿Decirme qué? — pregunto Deán intrigado.

— Hay un nuevo pez gordo… Un verdadero líder. — explico Ruby

— ¿Quién es él? — volvió a preguntarle, solo que esta vez Ruby se pudo burlar.

— El no… Ella… Su nombre es Lilith — agrego Ruby

— ¿Lilith? — pregunto Deán, pues el nombre sonaba bastante ridículo para su gusto.

— Y ella quiere los intestinos de Sam en el suelo… Creo que lo ve como competencia— explico Ruby, todos se quedaron callados ante esa importante noticia.

— ¿Tú sabías de esto? — le pregunto Deán a su hermano, y Sam siguió sin hablar. — Cielos Sam, ¿hay algo más que deba saber? — pregunto un Deán indignado, y preguntándose como era posible que Sam le ocultara información tan importante.

— ¿Qué tal si ustedes hablan después?... Necesitamos la Colt. — dijo Ruby y nuevamente nadie hablo, solo se quedaron mirándose los unos a los otros. — ¿Donde está la colt? —  exigió saber.

— Nos la robaron— murmuro Sam

— Disculpa, debo tener sangre en mi oído… creo que oí que fueron tan estúpidos como para dejar que les quitaron la Colt de sus estúpidas e idiotas manos… fantástico, esto es fabuloso. — decía Ruby para si misma, estaba furiosa y no pudo hacer mas que alejarse de los hermanos para no asesinarlos con sus propias manos.

— Ruby. — Sam estaba por disculparse y contarle toda la historia, tal vez ella podría ayudarlos a recuperar el arma, pero Ruby, no estaba interesado en nada de ello en ese momento.

— Cállate. — le grito Ruby, necesitaba pensar en otro plan y rápido porque ella podía sentir como una fuerza oscura se aproximaba a llegar. — Bien… como no veo que haya otra opción, solo conozco otra forma para sacarlos de aquí con vida. — dijo.

— ¿Cuál es? — pregunto Deán

— Conozco un hechizo… Matara a cada demonio en un radio de un kilometro… A mí incluida… Así que perdieron la Colt de vista y ahora tengo que morir… la próxima vez, tengan mas cuidado, dicen que los errores cuestan. — explico Ruby, Sam se estremeció al escuchar que ella moriría.

— Bueno… ¿Qué hay que hacer? — pregunto Deán inmediato, no solo no tenia problema con que ella muriera, también le alegraba que así fuera.

— Hay… Tú no puedes hacer nada— Se burlo Ruby. — Este hechizo es muy específico… requiere una persona con virtudes— agrego la demonio. 

— Yo tengo virtudes. — aseguro Deán, haciéndose el orgulloso de si mismo.

— Ja no tienes… No eres virgen. — aseguro Ruby.

— Yo si. — murmuro Jeff dese atrás y a nadie le sorprendió, era un niño todavía.

— No sirves para el hechizo, eres solo un niño… Y esto es muy especifico… necesita a un adulto que sea Virgen. — explico Ruby.

— Ya nadie es virgen. — le grito Deán, y todos se quedaron callados asintiendo a que ya no eran vírgenes, todos excepto Nancy la secretaria. — No… no es cierto… ¿es broma? Eres…— Deán ni siquiera podía pronunciar las palabras, Nancy era un chica linda, y no era posible que jamás hubiera llegado a estar con un hombre.

— ¿Qué? Es una elección, ¿si? — dijo Nancy en su defensa y eso confirmo que ella si era Virgen después de todo.

— Entonces, tu… tu... ¿Ni una vez?... Ni siquiera cuando... WOW — exclamo Deán realmente asombrado, ella era la primera persona adulta virgen que conocía.

— Entonces, el hechizo... ¿Qué tengo que hacer? — pregunto Nancy para regresar al tema principal y evitar sentirse mas abochornada.

— Quedarte quieta... Mientras te arranco el corazón. — le explico Ruby.

— ¿Qué? — pregunto Nancy en pánico, aquello había sonado horrible y espantoso.

— ¿Qué, estás loca? — le grito Deán.

— Estoy ofreciendo una solución. — dijo Ruby en su defensa.

— Estas ofreciendo matar a alguien. — le grito Deán.

— ¿Y qué crees que le pasará a esta chica cuando los demonios entren? — pregunto Ruby, no se podía creer que fuera tan ingenuo como para poner el bienestar de una sola persona sobre el bienestar de montones.

— Vamos a protegerla de ellos. — aseguro Víctor, no conocía a Ruby pero en los últimos minutos ya la había llegado a odiar.

— Que nobles… Todos van a morir… esta es la única manera. — les aseguro la demonio, y empezaron a discutir entre todos sobre no querer matar a Nancy, sus oportunidades, los planes, todos estaban gritando como locos, hasta que…

— ¡¿Quieren callarse por favor?! — grito Nancy, y todos finalmente se giraron a verla.  — Las personas de afuera... ¿Se salvarían? — pregunto.

— Sacará a los demonios de sus cuerpos… Y si sus cuerpos están bien... sí. — aseguro Ruby.

— Lo hare. — finalmente dijo Nancy, no necesitaba mas garantía que esa para dar su vida. Todos le empezaron a gritar a rogar que no lo hiciera.

— No tienes que hacerlo. — le dijo Deán.

— Todos mis amigos están halla fuera. — dijo Nancy en su defensa.

— No sacrificamos personas, o no seriamos mejores que ellos. — dijo Víctor

— No tenemos opción— dijo Ruby, todas sus palabrerías de la vida eran hermosas pero eran basura, solo había una forma de sobrevivir a esa guerra y esa era seguir su plan.

— Sí bueno, pues tu opción no es opción. — le grito Deán.

— Sam, sabes que tengo razón — murmuro Ruby, apelando a la opinión de Sammy quien se había mantenido ajeno a toda la situación en los últimos minutos.

— ¿Sam? — pregunto Deán, entonces vio que el rostro de su hermano reflejaba un conflicto de interés. — ¿Qué esta sucediendo? Sam, dile. — le exigió, pero Sam siguió callado, pensando en las opciones que tenían.

— Es mi decisión — dijo Nancy,

— Bien dicho amiguita — le dijo Ruby.

— ¡Basta! ¡Basta! ¡Nadie matará vírgenes! — grito Deán, desesperado y furioso. — Sam, tenemos que hablar. — le dijo y salió hacia el pasillo hecho una furia, Sam detrás suyo. — Por favor, dime que no estás considerando esto… ¿Vas a sostener a la chica y arrancarle el corazón? — le pregunto Deán lleno de ironía, pero lo cierto es que ya empezaba a pensar en que Sam si seria capaz de cometer tal atrocidad.

— Y estamos hablando de 30 personas afuera, Deán… Inocentes también, y van a morir junto con todas las de aquí— aseguro Sam, el sabia que si no se detenían a todos los demonios de fuera, iban a empezar a mutilar sus propios cuerpos humanos por diversión.

— ¡No vamos a tirar el libro de reglas y a dejar de actuar como humanos!… No dejare que ese demonio mate a esa chica dulce e inocente… Que ni siquiera ha tenido sexo… Y si así es como ganas guerras, entonces no quiero ganar. — grito Deán, estaba furioso.

— ¿Entonces qué? ¿Qué hacemos, Deán? — le grito Sam, igualmente furioso por la necedad y dramatismo de su hermano.

— Tengo un plan… No digo que sea uno bueno, ni que vaya a funcionar… Pero es mejor que matar a una virgen. — aseguro Deán.

— Esta bien, ¿cuál es el plan?

— Abrir las puertas, dejarlos entrar a todos... y pelear. — explico Deán, como bien le dijo a Víctor, uno mismo decide como morir y no había mejor manera que pelear contra ellos. Almenas así tal vez podrían salvar sus vidas o morir en el intento.

Deán les explico su plan a todos, y tanto Víctor como el oficial estuvieron de acuerdo en pelear con tal de no matar a Nancy. Así que se pusieron a preparar armas y más costales de sal para la batalla venidera, mientras que Jeff y Sam se encargaron de la fase final de su plan, un exorcismo poderoso y masivo.

— ¿Si funciona el equipo de sonido? — pregunto Deán tras ver regresar a sus hermanos desde la oficina principal del Sheriff.

— Sip… tuvimos suerte, la batería esta cargada al máximo. — dijo Jeff

— ¿Pero? — pregunto Deán tras ver el rostro extraño de Sam

— Esto es una locura. — aseguro Sam resignado.

— Es una demencia total. — murmuro Ruby, que estaba sentada en un escritorio detrás de ellos, así que se giraron a verla.

— Ya entendí, si tu crees... — empezó a decir Deán pero la demonio ya no iba a dejarlo hablar mas con sus estupideces.

— Yo no creo... yo lo sé… No va a funcionar. — aseguro Ruby, y tras pensarlo unos segundos se puso de pie. — Adiós muchachos. — les dijo.

— Entonces, ¿si te vas a ir? — le pregunto Sam incrédulo, había visto a Ruby pelear antes y sabia que su ayuda les caería bien esos momentos.

— ¡Oye!... iba a suicidarme para ayudarlos a ganar… No me quedare aquí para verlos perder… Y estoy decepcionada... porque yo trate… enserio… pero creo que aposte al perdedor. — les reprocho Ruby, los hermanos se quedaron callados por que escuchar esas duras palabras los hacían sentir mal, no por ella, si no por ellos mismos.

 — ¿Me dejan salir? — exigió Ruby, así que Sam rompió la trampa del diablo de la puerta delantera y Ruby pudo salir del edificio, y apenas hacerlo empuño su cuchillo frente a ella, pues el montón de demonios ya estaban ahí para bloquearle el paso.

— Me voy… ¿quieren detenerme? — les grito a todos y como llevaba el cuchillo en sus manos, los demonios fueron abriéndole paso, hasta que desapareció.

Dentro del edificio, todos se apresuraron a seguir el plan de Deán y una vez que ya estaba todo listo, Deán, Víctor, Sam y Jeff se posicionaron en cada una de las entradas de la comisaria, todos armados y alertas.

— ¿Todo listo? — grito Deán tras abrir las puertas principales.

— ¡Sí! — gritaron Víctor y Sam al unisonó.

— ¡Hay que hacerlo! — ordeno Deán y todos procedieron a romper las líneas de sal y rasgar la pintura de las trampas para dejar pasar a los demonios.

— Creo que es buen momento para decirte que pase los exámenes, oficialmente… ya me gradué de la secundaria, Sammy — comento Jeff con la voz temblorosa y sin mucho animo, Sam bajo el armo un momento y se giro a verlo, por fin una buena noticia

— Jeff eso es grandioso…. Y si salimos con vida de esto, te prometo que iremos a celebrarlo a lo grande. — le dijo Sam, se sentía emocionado y orgullosos de su hermano, y eso era un motivo mas para querer pelear y salir vivos de ese infierno.

Los muchachos seguían a la espera de los demonios, y el primero en atacar, salto sobre Víctor y lo pateo en la cara para derribarlo, sin embargo el logro soltar un disparo y con eso alerto a los demás. Ahora los demonios vinieron por la puerta del frente y Deán les dispara apenas verlos. Sam también hacia lo mismo hasta que demonio lo derribo Jeff se lanzo encima para pelear.

Un demonio logro darle una paliza a Víctor y luego lo levanto del suelo por el cuello, manteniendo un agarre de acero sobre él. — Ojala esto funcione. — decía Víctor con dificultad, saco su botella de agua vendita y lanzo en el rostro al demonio, haciendo que se alejara. Entonces llego Deán y entre los dos empezaron a dispararle a todo lo que entraba por las puertas.

— ¡Vete! ¡Vete! ¡Vete! — le gritaba Deán, y ambos corrieron en direcciones opuestas para dispersar a los demonios.

Mientras los demonios seguían entrando, Nancy y el otro oficial estaban en el tejado, esperando a que todos estuvieran dentro.
— Cuando esto acabe, voy a tener mucho sexo— murmuro Nancy, y el oficial la miro extrañado — Pero no contigo… hay que empezar.— dijo Nancy, bajaron del tejado por la escalera de incendios y empezaron a poner la sal en cada puerta ventana del edificio, pero ahora por fuera, pues así dejarían atrapados a los demonios dentro del edificio.

Sam, Jeff y Deán se habían quedado si municiones por lo que empezaron a lanzar agua bendita a todos los demonios, pero para cuando se les acabo se vieron rodeados por el ejercito completo de demonios. Todos ellos estaban mirándolos como si fueran comida para perros hambrientos, sin embargo una sola mujer se abrió paso entre todo el ejercito y con solo levantar su mano, lanzo a los tres hermanos contra el muro de detrás.

— Henricksen, ¡Ahora! — grito Deán y Víctor que seguía peleando contra los demonios logro correr y prender el alta voz de la comisaria, el cual trasmitió a todo volumen el exorcismo.

Exorcizamus te, omnis immundus spiritus
omnis satanica potestas, omnis incursio
infernalis adversarii, omnis legio,
omnis congregatio et secta diabolica.

Ergo draco maledicte
et omnis legio diabolica adjuramus te.
cessa decipere humanas creaturas,
eisque aeternae Perditionis venenum propinare.

Vade, Satana, inventor et magister
omnis fallaciae, hostis humanae salutis.
Humiliare sub potenti manu dei,
contremisce et effuge, invocato a
nobis sancto et terribili nomine,
quem inferi tremunt.

Todos los demonios empezaron a gritar desesperados e intentaron correr a la salida trasera, pero solo un demonio pudo salir tras aprovechar que aun no estaba completa la línea de sal de la puerta. Salió corriendo del edifico y se detuvo para mirar a Nancy una ultima vez y se fue corriendo, dejando que Nancy completara la barrera.

Ab insidiis diaboli, libera nos Domine.

Exorcizamus te, omnis immundus spiritus
omnis satanica potestas, omnis incursio
infernalis adversarii, omnis legio,
omnis congregatio et secta diabolica.

Ab insidiis diaboli, libera nos, Domine.
Ut Ecclesiam tuam secura tibi facias
libertate servire, te rogamus, audi nos.
Ut inimicos sanctae Ecclesiae humiliare digneris,
te rogamus, audi nos.



Las nubes negras de demonio salieron de los cuerpos de todos y formaron una única pero enorme nueve en el techo, entonces un temible fuego la consumió por completo, provocando que los Winchester tuvieran que cerrar los ojos pues era como estar viendo una parte del infierno que desapareció. Finalmente los hermanos cayeron al suelo, rendidos. Y Henrickson regreso limpiándose la sangre de la boca y Deán solo se encogió de hombros, no había salido tan mal después de todo y habían ganado la batalla.

La mañana llego al fin y con ella la hermosa luz de sol cruzo por todas las ventanas del edificio, era como si le hubiera devuelto la vida. Y los Winchester pasaron las siguientes horas ayudando a la gente, por suerte todos los poseídos habían salido con heridas menores, y todo gracias a las benditas balas de sal.

— Debo reportar esto…. Tengo una  historia que no contare — aseguro Víctor tras ver que el ultimo de las heridos se marchaba por fin.

— ¿Entonces que les vas a decir? — le pregunto Sam

— La mentira menos ridícula que se me ocurra en los próximos cinco minutos. — dijo Víctor.

— Buena suerte con eso…. No es por presionarte ni nada, ¿Pero qué piensas hacer con nosotros? — le pregunto Deán, pues durante toda la noche nunca dejo de pensar que todavía tenían problemas con la justicia.

— Voy a matarlos. — dijo Henricksen y los muchachos lo vieron con temor, pues dadas las ultimas horas, ya no sabían de quien confiar. — Sam y Deán Winchester estaban en el helicóptero cuando explotó… No quedo nada, no podemos identificar a nadie con los registros dentales… Descansen en paz, chicos. — les explico, era un plan muy bueno. Así que los hermanos le dieron la mano como si fueran viejos camaradas, y con ello también le daban las gracias por ese favor.

— Salgan  de aquí— les ordeno Henricksen y no falta repetirlo pues ellos se fueron de inmediato. Henricksen estaba seguro de que había hecho lo correcto, esos chicos eran buenas personas y hacían lo que el jamás podría, salvaban personas de la verdadera oscuridad y estaba seguro de que dormiría mejor por las noches sabiendo que ellos estaban por ahí fuera.

Pasaron unos minutos en la comisaria, Henricksen estaba hablando por teléfono con las oficinas del FBI, mientras que Nancy  trataba de barrer el polvo, la Sal y los escombros que los demonios provocaron. Fue cuando llego una mujer, sujetando de la mano a una pequeña niña.

— Oh. Hola. — dijo apenas verla Nancy, la niña se soltó de la señora y se le acerco.

— Disculpe... Busco a tres muchachos, son hermanos… Uno es muy alto, uno es niño y el otro muy guapo — le describió la niña, pero su inocente mirada hizo que Nancy se riera de ella.

— Jaja ¿Cuál es tu nombre, linda? — pregunto Nancy.

— Lilith — murmuro la niña y puso sus ojos en blanco, Nancy se hizo para atrás por el susto, lo que llamo la atención de Henricksen y el oficial Amici. Ellos trataron de correr para atacar a la niña pero ella levanto la mano y les lanzo una temible luz blanca. Un poder que solo contados demonios podían llegar a tener, solo demonios tan poderosos como Lilith. La nueva líder del infierno y quien no descansaría hasta terminar con los Winchester.

Los hermanos estaban descansado en el motel cuando llamaron a la puerta, se miraron extrañados un momento pero Deán fue abrir.

— Vean las noticias. — dijo Ruby, apenas poner un pie dentro de la habitación. Sam la miro extrañado pero encendió la televisión al instante, le puso en las noticas y se encontraron con la temible escena de la comisaria de policía en llamas, y a pocos metros estaba una reportera, narrando los hechos:

La comunidad sigue llorando por la tragedia ocurrida hace sólo unas horas…. Las autoridades piensan que una fuga de gas, causo la explosión masiva que destrozo la estación de policía y cobro la vida de todos en su interior…
Entre los fallecidos, al menos seis policías y personal… Incluyendo al Sheriff Melvin Dodd, el ayudante Phil Amici, y la secretaria Nancy Fitzgerald,.. Al igual que tres agentes del FBI, identificados como Steven Groves, Calvin Reedy, y Víctor Henricksen… Dos fugitivos en custodio también fallecieron…  Continuamos investigando esta historia en el lugar, por ahora volvemos al estudio.

— Debió pasar cuando nos fuimos— murmuro Sam y apago la televisión, no quería seguir viendo algo tan triste como aquello, sus nuevos amigos habían muerto y de la peor manera posible.

— Considerando el tamaño de la explosión... Yo culparía a Lilith. — dijo Ruby, y les lanzo un costal de hechizo a cada uno.

— ¿Qué es esto? — pregunto Deán, notando que se trataba del mismo costal de embrujo que utilizaban las brujas para sus hechizos.

— Algo que los protegerá… Alejara Lilith por un rato, por un tiempo al menos. — les explico Ruby. Ser demonio no le había quitado los conocimientos de brujería de cuando fue humana.

— Gracias. — murmuro Sam

— No me des las gracias… Lilith mato a todos… Masacro a su preciosa virgen, y a media docena de personas… después de tu discurso sobre humanidad y guerra, resulto que tu plan… causo mas muertos… ¿saben como luchar una batalla?... atacan rápido y no dejan sobrevivientes que vayan a contarle al jefe…  La próxima vez...  seguiremos mi plan. — dijo Ruby, y salió furiosa de la habitación


Los hermanos se quedaron en silencio, estaban cansados de que el mal siempre les ganara, de que siempre cobraba las vidas inocentes de personas como Nancy, como Víctor. Y ellos eran la razón por la que tenían que terminar con esa guerra, por lo que deberán ganarla.

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