La ciudad del pecado
Descripción Oficial
Los hermanos investigan una ola de muertes violentas que se han suscitado en Elizabethville, Ohio, un pueblo que estuvo como dormido hasta que recientemente se convirtió en una especie de paraíso para los apostadores y bebedores. Dean descubre que algunos demonios se han infiltrado en Elizabethville y, usando sus poderes de persuasión, han obligado a los lugareños a sucumbir a sus más bajos instintos. Mientras tanto, Ruby ayuda a Bobby a reconstruir la Colt desde el principio, al mismo tiempo que Jeffrey se reencuentra con un viejo amigo y se infiltra a su primera fiesta de manada.
Elizabethville, Ohio
En la parroquia
del pueblo, una de las hermanas se encontraba se encontraba terminando de poner
las flores para la próxima misa. De pronto escucho unos pasos y el padre
encargado de la parroquia apareció.
— Eso es todo
por hoy, hermana… Venga. La acompaño a su auto. — le indico el padre, la
hermana sonrió y dejo la ultima maseta en el suelo.
— ¿Padre? — se
escucho preguntar a una voz, así que tanto el padre como la mujer giraron la
mirada hacia el segundo piso, donde estaba parado un fiel de la comunidad.
— ¿Andy? —
pregunto el padre, hacia mucho tiempo que no veía al sujeto por los
alrededores.
— Padre, Dios no
está con nosotros… Nos abandono, — exclamo el hombre titubeante, su rostro
reflejaba miedo puro.
— Andy, por supuesto
que lo está… ¿Por qué dices eso? ¿Qué te pasa? — cuestiono el padre, temeroso
por el estado mental del sujeto en esos momentos.
— No puede
ayudarnos. Y si puede...no quiere hacerlo. — aseguro el hombre, entonces saco
un arma de su bolsillo y se la puso bajo la cabeza.
— ¡Andy, no! —
grito el padre, pero fue tarde ya que Andy acababa de jalar el gatillo y de
volarse los sesos ahí mismo. El padre se quedo consternado mientras que la
monja se puso a gritar y a llorar como loca.
Dakota del sur
Los hermanos
Winchester acababan de arribar a la casa de Bobby con un nuevo plan. Tenían que
estar preparados para la guerra con los demonios y una ventaja olvidada
apareció nuevamente en el camino. Bobby había tenido la idea de reparar el
colt, con el objetivo de regresar al camino la única arma que podría matar
demonios. Así que esa tarde, los chicos estaban trabajando en la construcción y
el desarme de armas.
— ¿Qué es esta
cosa? — pregunto Jeff, sosteniendo en sus manos una extraña y vieja pieza
negra. Deán se giro de sus labores de limpieza y le dio un manotazo. — Auuu,
oyee que duele. — se quejo Jeff.
— ¿Si? Pues no
me importa, que te dije que no tocaras nada… ahora dámelo. — le ordeno Deán, y
estiro la palma de su mano. Jeff lo pensó un segundo y termino por entregarle
la cosa extraña que tenia.
— No es justo,
no me dejan hacer nada. — se quejo Jeff, haciendo pucheros.
— Oh venga, no
te portes así Jeff… Ya te explique que las armas no son juguetes — le repitió
Deán cansado, en esos momentos era cuando mas extrañaba a su padre y su manera
de educar a los chicos.
— Ya se, papá ya
me dio la charla sobre las armas… y ya he tocado una, tu mismo me la diste
¿recuerdas? — dijo Jeff.
— Si, yo te di
el arma… pero era una situación de vida o muerte… esto es limpieza de armas,
cosas que se pueden romper fácilmente y que seguramente no podrás sujetar, ¿o
ya se te olvido que tienes un brazo fracturado todavía? — pregunto Deán con el
mismo tono de gallito que el chico.
— Vete al diablo
Deán. — murmuro el chico molesto y se di la vuelta con todo el pesar de su
cuerpo encima. Jeff se fue para otro lado, pero llego Sam
— Hola… ¿Qué
pasa con él? — pregunto Sam, esa cara en el rostro de Jeff le recordó mucho la
propia cuando era adolescente.
— Hola, no pasa nada fuera de lo habitual… se
ha enojado porque no le deje tocar las armas, ya se le pasara… pero ¿qué pasa contigo? — pregunto Deán para
cambiar de tema, hablar mucho de adolescentes y sus emociones le hacían ponerse
de malas también.
— Creo que
encontré unos augurios en Ohio… Rayos en seco, presión barométrica. — explico
Sam
— Que excitante—
murmuro Deán sin nada de entusiasmo por tener que volver al trabajo.
— Un tipo se voló
la cabeza en una iglesia... y otro se volvió loco en una tienda de manualidades,
antes de que la policía lo matara… podrían ser demonios. — agrego Sam
.
— O podrían ser
solo un solo suicidio y un simple psicótico. — sugirió Deán., renuente a dejas
la comodidad de la casa de Bobby.
—Sí. Pero es
nuestra mejor pista desde Lincoln. — le recordó Sam, ambos habían acordado
tomar todos los trabajos que fueran posibles en ese mes y así le dedicarían
después el tiempo a la salvación de Deán.
— ¿Dónde en
Ohio? — pregunto Deán, Ohio era uno de los estados con mas lugares divertidos
en todo el país.
—
Elizabethville… Es un pueblo obrero medio muerto. — comento Sam, y Deán no
evito hacer un gesto de aburrimiento, pues el simple nombre del sitio ya daba
bastante pena.
— Tiene que
haber un demonio o dos en South Beach. — aseguro Deán, tenia como pendiente en
su lista viajar a una playa y pasar un tiempo libre ahí.
—Lo siento,
Hefner… Quizá la próxima vez — comento Sam y luego se fue con Bobby a la sala
para ver si necesitaba de su ayuda. — ¿Cómo va eso Bobby? — pregunto Sam,
notando que Bobby había desarmado por completo el Colt.
— Lento. —
murmuro Bobby, la situación era frustrante pues no había ningún hechizo o
persona en el mundo que supiera siquiera como el mítico cazador Samuel Colt
había logrado crear esa arma.
— Si, la verdad
es muy triste ver una Colt así — murmuro
Deán sobre el arma hecha trizas.
— Lo único bueno
por ahora es descubrir que la hace funcionar. — dijo Bobby.
— ¿Y que la hace
funcionar? — pregunto Sam interesado, y solo recibió como respuesta una mirada
asesina de Bobby.
— Bueno, creo
que mejor iremos a comprobar esos augurios en Ohio... ¿Crees
que tener lista esa cosa para la tarde? — le pregunto Deán a Bobby, Sam se
empezó a reír porque le parecía bastante graciosa la habilidad que su hermano
tenia para hacer enojar a Bobby.
— Bueno, no
matará demonios para entonces... pero te
puedo asegurar que te matará a ti. — le aseguro Bobby, era claro que no estaba
de humor para bromas o presiones de cualquier tipo.
— Bueno, vámonos
mientras tenemos luz… ¡Jeff trae tu trasero aquí, ahora! — grito hacia las
escaleras y en segundos el chico bajo corriendo.
— Oh vaya, y yo
que pensé que me iban a dejar en la guardería. — comento Jeff con ironía y salió
de la casa. Deán negó con la cabeza y salió tras él.
— Nos vemos,
Bobby. — dijo Sam rendido, temía que si no salía pronto, sus hermanos se iban a
terminar matando.
— Oigan, si
encuentran algo… lo que sea, llámenme. —
les grito Bobby.
Para el
atardecer, los hermanos Winchester arribaron a Ohio y fueron inmediatamente a
la parroquia donde había ocurrido la última tragedia.
— Oh wow, miren…
esa figura de Ángel, ¡es de mi tamaño! — exclamo Jeff emocionado y corriendo
hasta la figura de marfil. Era un ángel bastante bonito, sus alas eran de
plumas reales y su mirada estaba muy bien detallada.
— Jeff, no se
corre dentro de la iglesia. — le amonesto Sam, pero Jeff estaba tan ilusionado
con el Ángel y los cuadros de la sala, que no le estaba prestando nada de
atención. — Deán, el párroco. — le dijo
al oído a su hermano mayor, así que le ordenado a Jeff quedarse quitecito en el
lugar y se fueron a hablar con el hombre.
— No ha quedado
mucho para la compañía de seguros… Fue un suicidio, yo lo vi. — comento el
padre.
— Entonces no
tardaremos mucho. — le aseguro Deán, entonces el padre los llevo mas a dentro
de la parroquia, hasta el lugar donde el hombre se había suicidado.
— Allí es donde
Andy lo hizo… llevaba semanas sin verlo, solía venir cada domingo. — comento el
padre, Sam se quedo mirando fijamente al techo y se dio cuenta de que todavía
se podía ver la mancha de la sangre del muerto.
— ¿Cuándo dejó
de venir? — pregunto Sam para distraer su mente de la idea.
— Tal vez hace…
unos dos meses… en la época en que todo empezó a cambiar. — dijo el padre.
— ¿Cambiar cómo?
— pregunto Sam interesado, eso no era muy común de escuchar.
— Digamos que
ésta era una ciudad era para enorgullecerte… La gente... se preocupaba por los
demás…. Andy cantaba en el coro, y un día, de repente, ya no era Andy… Era como
si estuviera...
— ¿Poseído? — le
interrumpió Deán.
— Podría decirse
así… Perdió su dinero jugando, engañó a su mujer... destruyo su negocio, si, era
como otra persona. — comento el párroco, los hermanos se miraron un segundo
para indicarse que rumbo seguir.
— Padre,
¿conocía al hombre que mató a esa gente en la tienda de manualidades? —
pregunto Sam
— Claro, Tony
Perkins… Un buen hombre. — aseguro el padre.
— ¿Diría usted
que su personalidad... cambió de un momento a otro? — volvió a preguntar Sam
— No lo había
pensado así, pero... sí… Más o menos cuando Andy, hace unos dos meses. —
comento el padre, los hermanos volvieron a mirarse porque todo empezaba a tener
sentido en sus mentes.
— Bueno, gracias
padre… Gracias por su tiempo. — dijo Deán, ambos se dieron la vuelta y
empezaron a caminar.
— Hace dos
meses, abrimos la puerta del diablo…. Y de pronto, ¿este pueblo se convierte en
Villa Margarita?... No es una coincidencia. — aseguro Sam
Los hermanos se hospedaron
en un nuevo motel y se sorprendieron con la habitación, era la mas lujosa en la
que habían llegado a estar en años, había un espejo enorme en el techo, buenas
sabanas, estupendas, camas. Era perfecto.
— ¿Sam me ayudas
a destapar esto? — pregunto Jeff pues no podía quitarle la tapa al cartón de
jugo de naranja, Sam se acerco para ayudarle y en ese momento Deán logro
divisar a un viejo conocido en la puerta de enfrente.
— ¿Richie?… No puede
ser. — exclamo Deán, saliendo del todo al pasillo para encontrarse con su viejo
amigo, el tonto que vestía como un rapero.
— ¡Ey! Deán
Winchester, ¿no? — pregunto el otro sujeto emocionado por volver a verlo.
— Sí. — dijo
Deán con una enorme sonrisa, misma que aumento al ver a la fabulosa mujer que
salía de la habitación de su viejo amigo.
— Ella es mi
hermana, Cheryl. — dijo el sujeto
— Hola. — le
dijo la mujer sonriente pero Deán ni lo noto, estaba realmente ocupado
mirándole otras partes del cuerpo.
— Aquí tienes. —
dijo Richie y le entrego un par de dólares a la mujer, ella sonrió y se fue
caminando como súper modelo por el pasillo.
— Bueno, es mi...
hermanastra. — agrego el muchacho y Deán se empezó a reír, si que era bastante
bella aquella mujer.
— Ven, acá— le
pidió Deán y Richie se metió a la habitación de los hermanos. — Éste es mi
hermano Sam y el pequeño es mi hermano Jeff. — les presento Deán
— Hola, ¿como va
todo? — pregunto Sam
— Nada mal. —
murmuro el hombre sonriente.
— ¿Cómo se
conocieron? — pregunto Sam a su hermano.
— Estabas en la
universidad. — murmuro Deán, eran tiempos difíciles de recordar porque el se
las tuvo que arreglar solo y sin nada para vivir.
— ¿Fue por un
súcubo, no? — pregunto Richie. — Oh amigos, debieron ver el cuerpo de esa
mujer… fue una pena cuando tuve que matarla. — agrego el hombre con un gesto de
completa lujuria ante el recuerdo.
— Espera,
espera. ¿Quién la mató?... Por lo que recuerdo, te tenía frito hasta que yo aparecí.
— comento Deán.
— Oh, había
olvidado que eres un comediante. — dijo Richie para hacerse mucho mas
interesante delante de los muchachos.
— Richie,
Richie... Te lo dije entonces y te lo diré de nuevo… No sirves para este trabajo, vas a conseguir que te
maten. — le dijo Deán, le agrava el sujeto y aun que sonara duro le estaba
diciendo la verdad, ya había visto a demasiadas personas morirse por su falta
de cuidado con lo sobrenatural, como para no preocuparse.
El celular de
Richie empezó a sonar y el respondió al instante.
— Dime… No, no
es buen momento, nena,, nos vemos mas tarde. — dijo rápidamente y colgó la llamada. — Sabes Winchester... las
palabras duelen. ¿Sí? — se quejo Richie y Deán asintió.
— ¿Has encontrado
algo en este pueblo, de todas formas? — pregunto Deán, el tipo era un idiota
para matar cosas pero era buen investigador y parecía tener un buen tiempo ya
en la ciudad. Tal vez les podría ahorrar tiempo con la investigación.
— Uh, no. No
tengo nada… Oh, espera un momento. ¿Te refieres a demonios y todo eso? —
pregunto Richie con esa sonrisa de idiota.
— Sí. — murmuro
Deán, apunto de golpearlo por lo idiota que estaba siendo.
— Sí… No, no
tengo nada tampoco. — dijo Richie y todos suspiraron por la frustración que les
causaba su falta de interés en el trabajo.
— Típico… ¿Qué
dices de tu hermana? — pregunto Deán rendido.
— ¿Honestamente?...
ella tiene al demonio en su interior… Pero no es un demonio, ¿me entiendes? —
pregunto Richie con un giño de ojo, Jeff le hizo un gesto de asco pues no se
podía creer que un tipo de 30 hablara así de una mujer. — El de la iglesia, y el de la tienda... Ya estaban
muertos para cuando llegué allí… Quizás hayan estado poseídos, pero no puedo
probarlo. — agrego Richie.
— Sí, en eso
estamos… pero vamos a decir que hay demonios poseyendo personas en este pueblo,
creando caos — dijo Sam
— Sí. ¿Pero por
qué un demonio se mataría? — pregunto Deán, esas cosas eran inmortales y no las
podía entender todavía.
— ¿Por
diversión?... así desecha un cuerpo y se traslada a otro… Como robar un auto
por diversión. — comento Richie.
— Entonces
busquemos a cualquiera que encaje en el perfil... Ya saben... Un buen tipo
convertido en un idiota y que aún esté vivo — sugirió Sam
— Está Trotter. —
murmuro Richie.
— ¿Quién es él? —
pregunto Deán.
— Solía ser el
encargado del club Rotary… Luego se convirtió en un bastardo de la noche a la
mañana… Se dio al juego, a las prostitutas… Prácticamente es dueño de todo el
pueblo. — explico Richie.
— ¿Sabes dónde
podemos encontrarlo? — cuestiono Sam
— Estará en su
bar dentro de un par de horas. — dijo Richie, los hermanos se miraron uno al
otro para formular el plan de búsqueda para la noche.
Un rato después,
los chicos Winchester llegaron al centro del pueblo para empezar la vigilancia
y se encontraron con una gran sorpresa. Todo el centro estaba lleno de bares,
hoteles lujosos, y paseaban muchísimas mujeres bellas y vestidas
provocativamente.
— ¿No dijiste
que era un pueblo medio muerto? — pregunto Deán a Sam, tras recordar sus
primeras palabras sobre el caso. No estaba molestas, mas bien agradecido.
— Así es… O se
suponía que era — murmuro Sam
— ¿Qué estamos
esperando? Vamos a investigar — ordeno
Deán con una enorme sonrisa, por primera vez estaba en un sitio lleno de todas
las cosas que le gustaban. Y muchas chicas lo estaban mirando con deseo pero, a
él le llamo mucho más la atención una mujer morena, que le estaba llamando
desde dentro de una limosina. Deán se quedo parado mirándola, así que Sam
regreso y se lo llevo a rastras.
La noche por fin
llego al pueblo y la gente en los bares se triplico por completo, era el
momento perfecto para iniciar la vigilancia. Así que los hermanos fueron al bar
de Trotter y se enfrentaron con el primer problema.
— Si no tiene
identificación no pasara a mi bar. —
decía el custodio sobre Jeff, era la primera vez en meses que pasaba aquello. A
Jeff le ayudaba mucho ser casi tan alto como Deán pero la cara de niño le
delataba por completo.
— He amigo,
seguro que lo podemos arreglar. — dijo Deán y trato de darle unos billetes pero
el cadenero se los tiro al suelo.
— ¿Estas
tratando de sobornarme? — pregunto hecho una furia, estaba por golpear a Deán y
viceversa, así que Jeff se metió en el
medio y se llevo a sus hermanos para atrás.
— Vale, lo
intentamos… pero ese ¡Idiota! — le grito Jeff a de la puerta. — Ni de broma me
va a dejar pasar, no pueden perder la pista… yo los espero en el auto. — les
dijo Jeff y se metió al impala, Sam y Deán se encogieron de hombros y entraron
al lugar, donde se encontraron con Richie, vestido como estrella pop.
— Oh, Richie.
Mírate… camisas de satín. — exclamo Deán, realmente era una ropa bastante
exagerada y en su amigo se veía mucho mas exagerada todavía.
— Oh, ¿te gusta esto?... Prueba la seda
tailandesa, en la calle Canal… tendrás que pagar 300 dólares por una como esta,
¿yo cuanto pague?.. Olvídenlo. — dijo Richie, no le gustaba presumir.
— ¿Cuánto es
"olvídalo"? — pregunto Sam con ironía, por la cara del sujeto se dio
cuenta de que estaba blofeando y hasta había pagado mas del precio normal por
esa camisa.
— Ah, olvídalo… Ahí
está Trotter… esta ahí toda la noche, no pueden tocarlo. — aseguro Richie,
señalando a un hombre algo mayor en una silla tipo rey, a mitad del bar.
— ¿Qué hacemos
ahora? — pregunto Sam, el plan se acababa de ir a la basura.
— No sé ustedes,
chicos, pero yo voy a... investigar un poco a la camarera. — dijo Deán que no
le quitaba los ojos de encima a la joven que servía los tragos en la barra, su
cabello negro era realmente impactante para la vista.
— Tranquilo…
Ella y yo tenemos "algo" preparado para más tarde. — dijo Richie.
— Sí, claro. —
dijo Deán a medio bufido, no le creía ni media palabra a ese sujeto.
— Duele ¿verdad?
— se burlo Richie. — Muy bien… Tengo que
ir atrás, a liberar a un rehén… Los veo luego. — agrego y se fue bailando
chistoso atreves de la pista de baile. Sam no pudo evitar el reírse de el.
— El nunca
conseguirá a una chica así, mírala… yo si me comería ese traserito. — exclamo
Deán, comiéndose a la mujer con la pura mirada.
— ¿No me digas? —
se escucho preguntar a una voz, así que los hermanos se giraron a la mesa y se
encontraron cara a cara con el párroco de la iglesia.
— Oh. Lo siento,
padre. — murmuro Deán, muerto de la pena por lo que había dicho en principio.
— Sabía que estarían
aquí, como todo el mundo — aseguro el padre.
— No se ofenda,
pero ¿qué hace aquí, padre? — le pregunto Sam, no todos los días se encontraban
con un párroco bebiendo cerveza en un bar de pacotilla, era hasta extraño
estarlo viendo.
— Te guste o no,
vas a donde va tu rebaño. — respondió el padre.
— Además… El
clérigo bebe gratis. — agrego otra voz. La camarera sexy de la que hablaba Deán
se había acercado para servirle más cerveza al buen hombre.
— Cierto… Y
cierta camarera me debe una confesión. — le dijo el padre.
— No en esta
vida, padre. — dijo la camarera con una sonrisa.
— Mas vale que
te vea el domingo en misa— le susurro el padre a ella en el oído. — Cuidado con ella. — les dijo a los Winchester,
tomo su vaso y se fue para saludar a otros conocidos del bar.
— ¿Qué les sirvo
chicos? — les pregunto la camarera.
— ¿Cuál es tu
especialidad? — cuestiono Deán.
— Puedo hacer un
huracán. — dijo ella.
— Vamos a verlo.
— murmuro Deán, ella le giño uno de sus hermosos y deslumbrantes ojos. Y se
regreso al interior de la barra.
— ¿Bebes
huracanes? — pregunto Sam entre risas, estaba seguro de que su hermano no conocía
el termino.
— Lo are, ahora.
— comento Deán sin prestar atención a su tono de voz.
Jeff estaba
recargado en el impala, aburrido por no poder hacer otra cosa diferente a mirar
mujeres y gente extraña pasar a su alrededor.
— Demonios. —
murmuro y pateo una lata de coca-cola que había en el piso, la lata reboto
sobre el trasero de un hombre borracho y este se giro como a loco a buscar que
había pasado y luego empezó a gritarle a todo mundo. Jeff oculto su sonrisa y
se alejo para que no fuera a atacarle.
— Eres un
travieso. — dijo una voz, Jeff se giro
con una mueca de disculpa. Pensando que se trataba de alguno de sus hermanos,
pero no era así. Era Alcide, su viejo amigo.
— ¡Oh, Por Dios!
¡Alcide! — grito Jeff y corrió a abrazarle. — ¿Qué haces aquí? — le pregunto.
— Yo vivo aquí,
¿Tu que haces aquí? — le pregunto el viejo lobo, Jeff se encogió de hombros.
— El trabajo
llama, ya sabes que no me puedo alejar de los problemas. — dijo Jeff con
ironía.
— No voy a
discutirte eso, así que… ¿supongo que escuchaste sobre los suicidios? ¿Y estas
solo aquí? ¿A mitad de la noche? — pregunto el hombre impresionado.
— No, no… mis
hermanos tuvieron que entrar a ese bar para investigar a un tipo… y yo, los
estaba esperando. Pero ya estoy aburrido, me quiero ir a casa. — dijo Jeff con
un puchero, Alcide se le quedo viendo con una expresión indescifrable.
— Puedo
acompañarte. — dijo Alcide y Jeff no se hizo del rogar, solamente le mando un
mensaje a sus hermanos mientras
caminaban.
Mientras, en la
mesa de junto a la barra de los Winchester. N tipo desconocido bebía y hacia
bromas con sus amigos del trabajo, fue cuando llego otro tipo bastante pálido y
enojado hasta ellos.
— Hola, John. —
dijo el pálido.
— Reggie. ¿Te pasa
algo? — pregunto el primer tipo, notando el estado tan extraño en el que estaba
su conocido y también vecino.
— No lo sé… No
me he sentido bien hoy. — dijo el hombre, en ese momento los chicos Winchester se percataron de que tenia un arma,
trataron de correr hacia el pero fue mas rápido y le disparo al otro sujeto en
la cabeza. Toda la gente empezó a correr. Entonces el hombre se puso el arma
bajo el cuello para suicidarse, pero Deán salto sobre él y lo derribo.
— ¡¿Qué estás
haciendo?! — preguntaba el hombre al sentir que Sam le vacio una botella de
agua (bendita) en su rostro. — Se acostó con mi mujer. ¡El maldito se acostó
con mi esposa! — gritaba el ahora asesino con desesperación, los hermanos se
miraron confundidos pues el tipo no era nada mas que un ebrio.
— ¡Que alguien
llame al 911! — grito Sam y la camarera linda se encargo de llamar a la
policía.
El forense llego
para recoger el cadáver del tipo muerto, mientras que la policía se encargo de
arrestar al tipo y de interrogar a todo el mundo sobre lo sucedido.
— Demasiados
policías aquí… Ya vámonos. — murmuro Sam, nervioso por la presencia de tantos
uniformados en el bar.
— Tu tranquilo….
Pobre tipo… Sólo le poseían unas latas de cerveza. — comento Deán para
tranquilizarlo.
— ¿Entonces que
sucede? ¿Están poseyendo a estas personas o no? — cuestiono Sam, después de lo
que había visto con ese ataque, no tenia nada claro lo que estaba pasando en
realidad. Ni siquiera podía formular una teoría.
— No lo sé…
Quizá sólo es esto... Un pueblo lleno de patanes. — dijo Deán, el tenia mas
experiencia en la vida real y entendía que a veces las personas simplemente
eran malas o estaban desquiciadas por algún hecho.
— Sí. Quizá. —
murmuro Sam resignado ante la idea y entonces se percato de que el dueño del
sitio lo estaba mirando bastante feo desde la esquina, pero no dijo nada para
no alterar mas a su hermano mayor.
— ¿Muchachos
listos para sus fotos?... El fotógrafo ya no tardara, y tomara sus fotos para
el periódico. — les dijo uno de los policías.
— Será un honor,
oficial. Qué emoción. — le dijo Deán con una sonrisa fingida por una emoción
que jamás sentiría.
— Sí, ya
vámonos. — murmuro Sam apenas ver que el tipo los había dejado en paz. Estaban
por salir del bar cuando Deán se dio cuenta de algo extraño.
— Un segundo, un
segundo. — murmuraba Deán.
— ¿Qué? —
pregunto Sam sin entender.
— ¿Dónde está
Richie? — se pregunto Deán, desde que fuera al baño no lo habían visto y ahora
que toda la gente ya casi se iba, tampoco estaba. Era muy extraño.
En efecto Richie
se había ido del bar, pero no solo. El se había ido con la camarera linda de la
barra. Ella lo invito a su casa, que había resultado ser subterránea e incluso
tenebrosa para Richie.
— ¿Como paga una
cantinera un sitio como este? — pregunto Richie, mientras bajaban por las
escaleras.
— Mis padres me
lo dejaron… No vengo mucho por aquí… Más que cuando quiero estar sola. —
explico ella.
— Vaya. Esto
es... ¿encantador? ¿Estás segura de que no estaríamos más cómodos... en una
habitación o en mi hotel? — pregunto Richie tras notar que en ese lugar no
había ningún mueble, ni una cama para
hacer lo que tenia en mente. Solo había un armario enorme y una alfombra roja. — No es por nada, pero... tengo aceites. —
agrego.
— Yo tengo
juguetes. — dijo ella
— Sí… Los
juguetes ganan a los aceites… ¿No te da miedo estar aquí tú sola? — pregunto
extrañado pues además de todo, el sitio no tenia energía eléctrica. Solo había
velas para aluzar.
— Claro que no… menos
si tengo un cazador que me proteja. — aseguro ella, y cuando se giro a ver al
cazador, tenia sus ojos negros y apago todas las velas con un soplido. Richie
saco un cuchillo de uno de sus tobillos y la ataco pero ella era mas fuerte, lo
tomo con un brazo y con el otro le rompió el cuello.
Por la mañana
los Winchester regresaron al bar, que de día servía como un café local, así que
Jeff también pudo pasar con ellos para investigar.
— ¿Si sabes que
hay carne roja... enfrente de ti? ¿Verdad? — pregunto Sam a Deán, estaban
rodeados de mujeres bellas que los miraban como héroes por lo de la noche
anterior, era el sueño de su hermano mayor. Y el no lo estaba notando.
— Le he dicho a
Richie que se meterá en problemas — murmuraba Deán mientras trataba de llamarlo
otra vez al celular, cosa que había hecho ya como 1000 veces.
— Deán, lo estas
dando por perdido y tal vez solo se fue. — le dijo Sam para tratar de calmarlo.
— Es un idiota…
Quiero decir... Es un idiota encantador, pero no es un cobarde. No se hubiera
ido, tengo que hallarlo. — explico Deán, por el brillo en sus ojos era claro
que eso era una batalla que no iba a abandonar hasta encontrarlo con bien.
— De acuerdo,
mientras yo… voy a seguir al tal Trotter. — murmuro Sam
— ¿Sí? — pregunto
Deán interesado, con tanta preocupación por su amigo desapareció, se había
olvidado del tema central.
— Sí… No lo sé,
hay algo en cómo me vio noche… Tal vez si suceda algo aquí…. ¿Jeff vienes
conmigo? — le pregunto Sam al chico que por primera vez en semanas estaba
comiendo con ganas y por su propia voluntad.
— Hum, no… de hecho… voy a salir con alguien. — murmuro
Jeff, limpiándose la boca con su servilleta. Sus hermanos se miraron
consternados.
— ¿Qué vas a
salir con alguien? ¿Con quien? — pregunto Deán casi en shock ante tal noticia,
era la primera vez que Jeff se les despegaba para algo mas que no fuera
esperarlos en el auto o dormir en el motel.
— Un viejo
amigo. — murmuro Jeff, no quería dar muchos detalles pero la mirada seria de
Deán lo obligo a hablar mas. — Oh vale, es con Alcide Herveux. — murmuro
— ¿El lobo?
¿Esta aquí? — pregunto Sam
— Sip, de hecho…
vive aquí, me invito a pasar por su casa en un rato. — comento Jeff.
— ¿Has pensado
que podría ser un psicópata o un pedófilo? — pregunto Deán en voz baja, por que
eso era justo lo que pensó en el primer momento que lo vio.
— ¡Deán! — grito
Jeff, escandalizado ante tal idea. El también leía a las personas, y había algo
en Alcide que le daba confianza.
Mientras tanto,
en Dakota del sur. Bobby continuaba tratando de reparar la Colt, la había
terminado de armas gracias a un viejo instructivo y ahora estaba disparando en
campo abierto para ajustar la presión del cañón con la carga.
— Linda pistola. — se escucho decir a una voz.
Para cuando Bobby alzo la mirada se encontró con una chica rubia y de chaqueta
roja. El no lo sabia pero tenia enfrente a la chica misteriosa que llevaba
semanas acosando a Sam
— ¿Quién eres tu?
— le exigió saber.
— No parara a un
demonio, si es lo que crees — aseguro ella sobre el arma.
— ¿Cómo demonios
lo sabes? — le pregunto Bobby,
impresionado por la seguridad y la información que parecía tener.
— Oh, no lo sé…
será que yo se de eso. — exclamo ella con ironía, agacho la cabeza y al
volverla a levantar, dejo ver sus ojos completamente negros. Fue ahí que Bobby
comprendió quien era ella en realidad.
— Entonces tengo
suerte... Encontré uno para probarlo. — aseguro Bobby, y ella se rio un poco.
— La suerte no
tiene nada que ver… Pero... oye, puedes hacerlo… dame tu mejor tiro. — pidió
ella y se estiro de brazos para esperar el tiro, Bobby le apunto pero algo en
su interior no le dejaba dispararle. — ¿Te
vas a quedar ahí como viejecita o vas a disparar? — le grito ella y eso hizo
enojar tanto a Bobby que le disparo en un costado.
— Auch, si, duele
un poco. — aseguro ella.
— ¿Qué quieres?
— La paz en el
mundo, otra camiseta... Ahora... ¿quieres que te ayude con esa arma o no? —
pregunto molesta, Bobby se quedo temblando por lo que estaba viendo ¿un demonio
dispuesto a ayudarlo? Era bastante raro.
Jeff llego al
departamento de Alcide y se encontró con que la puerta estaba abierta. Hecho un
vistazo rápido por una rendija y alcanzo a ver al lobo completamente desnudo.
Vaya que su espalda y sus brazos estaban bien trabajados y que decir de sus
caderas. Jeff estaba muy a gusto con la vista pero el pequeño sentido común
retomo su mente, así que se alejo y llamo a la puerta como si nada.
— Voy, solo un
segundo — grito Alcide desde dentro, Jeff espero paciente y entonces el lobo
abrió la puerta, terminándose de anudar una bata de cuadros.
— Hola… Alcide.
— titubeo Jeff, lo que había visto antes no se le iba de la imaginación.
— Hola, Jeff…
pasa. — murmuro Alcide y lo fulmino con la mirada, se había dado cuenta de que
la puerta estaba abierta y se preguntaba si el chico había llegado a verlo.
Prefirió suponer que no.
— Bonita
casa. — murmuro Jeff, mirando el color
amarillo de las paredes y los pocos, pero finos marcos con fotografías y
paisajes.
— Gracias, la
última vez me mostraste tu casa, así que… quería corresponder al gesto. — dijo
Alcide y camino para la cocina, Jeff detrás de él, haciendo gestos por lo
delicioso que olía. Y es que Alcide estaba cocinando. — Jajaja, quieres un poco
¿verdad? — pregunto el lobo entre risas al ver los gestos del niño. — Vale, si
quieres ver la sala… ahora llevo los platos. — dijo Alcide y Jeff obedeció.
La sala de
Alcide no era muy grande, pero era de buen gusto. Los sofás de un color café
oscuro y eran suaves. En la mesa de centro había un cuadro. Era de la
graduación del instituto de Alcide y estaba con una joven rubia, muy bonita por
cierto.
— Espero que te
guste, es una pasta especial para los lobos. — comento Alcide y puso los platos
en la mesa.
— ¿Quién es ella? — pregunto Jeff con la foto en las manos, la
mirada de Alcide se entristeció y le quito lentamente la fotografía para
regresarla a su lugar.
— Era mi prometida,
se mudo hace un mes de aquí — comento Alcide, Jeff se quedo boquiabierto pues
ahora entendía muchas cosas de esa casa, el buen gusto, los muebles, todo era
bastante femenino para un tipo como Alcide.
— ¿Un mes? ¿Y no
has cambiado los muebles? — pregunto el
chico impresionado.
— No tengo tiempo
para eso — le grito Alcide pero un segundo después se calmo y sonrió. Recordaba
que solo estaba hablando con un niño que seguramente no entendía ese tipo de
cosas todavía.
— ¿Has sabido algo
de ella? — pregunto Jeff
— No… pero mi
hermana si. Tiene un salón de belleza y Debbie sigue yendo ahí para arreglarse
el cabello… lo ultimo que supe es que daría una fiesta de manada esta noche, en
el mismo bar en el que estabas ayer.
— ¿Fiesta de
manada? — pregunto Jeff, aquello sonaba interesante.
— Si, es como…
una reunión, los lobos a veces se juntan para celebrar el inicio del ciclo
lunar de mes. — le explico Alcide y Jeff se quedo pensativo, su cabeza también
estaba empezando a formarse sus propias teorías. — Anda, ya come. — ordeno Alcide, la mirada de
ese chico no le estaba dando ningún buen presentimiento.
Así que Jeff se
comió lo que parecía ser una sopa normal pero no lo era. Era sopa de lobo,
hecha con vegetales y cosas naturaleza, realmente sabia deliciosa.
— Tienes que
pasarme la receta de esto, a mis hermanos les encantara. — aseguro Jeff, Alcide
se empezó a reír.
— Claro, siempre
y cuando me pagues los derechos de autor. — le dijo aun sonriente, entonces
Jeff dejo el plato vacio sobre la mesa y lo miro fijamente. — ¿Qué pasa?... esa
miradita no me agrada mucho Jeff. — le dijo Alcide.
— Alcide… yo…
vale, me voy directo al punto… quiero que me ayudes a entrar en ese bar esta
noche. — comento Jeff y Alcide rugió como un viejo lobo enfadado.
— ¿Estas loco?
Entrar ahí esta noche seria suicidio, seria como estar buscando que me rompan
la cara. — le dijo Alcide hecho una furia.
— Escucha… Se que
todavía estas triste por Debbie, pero verla con esos idiotas… te ayudara a
superarla. — aseguro Jeff, Alcide se puso de pie y le dio la espalda, le empezaba
a doler la cabeza muy fuerte.
— No, tú no
entiendes jovencito… Ella es novia de su líder ahora… esa manada es un cáncer
para nuestra especie, hemos vivido por mas de 100 años sin que los humanos se
enteren de nuestra existencia. Pero esos idiotas no temen matar a quien sea y
están dejando rastros… yo no me quiero ver inmiscuido con ellos, no me
interesa.
— Oh si claro, lo
dice el hombre que prepara el desayuno en ollas por que su tristeza no le deja
comprar una sartén. — dijo Jeff con
mucha ironía y eso encendió el enojo de Alcide pues le gruño mucho mas feo que
antes.
— No tienes idea de lo que dices niñito… Y si
quieres ir de fiesta, dile a tus hermano… a mi no me incluyas. — le grito
Alcide. — Y creo que ya tienes que irte a tu casa. — aseguro el lobo y le abrió
la puerta, Jeff lo miro suplicante pero no tuvo ningún efecto.
Jeff se tuvo que ir, pero no con las manos
vacías pues durante su estancia dentro de la casa, había podido robarse la
tarjeta del salón de belleza de la hermana de Alcide, ella seguro que también
tenia información relevante.
Mientras tanto,
Sam empezó a seguir al dueño del bar y este lo condujo hasta sus oficinas
clandestinas, en un motel a pocas cuadras del bar. Sam lo estaba mirando desde
el pasillo, cuando su celular sonó.
— Deán. —
murmuro apenas atender.
— Sammy
— Sí…. Hola. No
puedo hablar ahora. — le dijo Sam
— ¿Estás bien? —
pregunto Deán preocupado, sin entender porque su hermano estaba murmurando de
esa manera tan rara.
— Sí, estoy
bien. Sólo veme en el bar dentro de 20 minutos. — dijo Sam antes de colgar, sin
siquiera darle oportunidad a Deán de contarle lo que había descubierto en la
ultima hora.
Deán continuaba
vigilando en el bar, estaba temándose otra cerveza cuando una mujer de la vida
galante se le acerco con sus coqueteos.
— ¿Sabes que... todas
las mujeres en este bar, quieren comerte a besos? — le pregunto la mujer.
— Oye,
cualquiera pudo detenerlo... Quitarle la pistola... Y evitar otra muerte. — le
dijo Deán entre risas, estuvo viendo el cuerpo de la mujer por segundos hasta
que llego a la conclusión de que no le provocaba ningún deseo.
— Esto es lo que
voy a hacer… Normalmente, cobro 400 dólares la noche… ¿Por qué no lo dejamos en
200... y salimos de aquí? — ofreció la mujer y Deán se burlo.
— ¿Quién crees
que soy? — le pregunto con ironía y ella dejo de sonreír para mirarlo con su
mirada asesina de prostituta.
— ¿Quién crees
que soy?... tacaño. — murmuro la mujer y se fue, en eso llego la camarera
bonita (mas bien la demonio que mato a Richie) y se burlo de la escena.
— Te vi
rechazar a una prostituta… ¿Cómo esta eso? — le pregunto a Deán, aun
sonriendo.
— Ha, le dije
que tenía algo con la cantinera… Fue muy fácil. — le dijo Deán, también con su
sonrisa.
— ¿Quién dice
que la cantinera esta disponible? — pregunto ella con ironía.
— Buena pregunta…
¿Tienes algo que ver con un sujeto como de tu altura… que usa sudadera? — le
pregunto Deán, recordando las palabras sobre la cita de Richie en la noche
anterior.
— ¿Quién? —
pregunto ella, fingiendo no saber de lo que estaba hablándole.
— Nada. Error
mío… ¿Qué te parece si tomamos algo después de tu turno? — sugirió Deán.
— ¿Por qué
esperar... si podemos ir ahora? — respondió la mujer, tomo su chaqueta y de un
salto se brinco la barra para llevarse a Deán a su casa, o mas bien a su trampa
mortal para hombres.
Por su parte, Sam
se metió a la oficina del dueño del bar y estuvo revisando sus papeles por un
buen rato, no había nada más fuera de lo ilegal en esa oficina. Entonces llego
un hombre y trato de golpearlo, pero Sam lo derribo muy fácilmente.
— ¿Qué estás
haciendo aquí? — se escucho preguntar a una voz y cuando Sam se giro, se
encontró cara a cara con el dueño, que le apuntaba con un arma en la cabeza.
— Para que
pregunta, ya lo sabe. — le grito Sam
— ¿Sí? Bueno,
creo que voy a llamar a la policía. — respondió el sujeto.
— ¿La policía? —
pregunto Sam desconcertado, ¿que clase de demonio llamaba a la policía por
ayuda?, ahora mismo debería estarle atacando con sus poderes o algo así.
— Allanamiento
de morada, asalto... Estás en problemas amigo. — le dijo el dueño, entonces Sam
se dio cuenta de que tal vez y solo tal vez podría haber estado equivocado con sus
conjeturas desde un inicio.
— Uh, bueno,
creo que puedo explicar. — Murmuro Sam, se giro de golpe y le quito la pistola.
— No se muevan, ¡atrás! — le grito a los dos sujetos (el dueño y el que parecía
ser su guarda espaldas)
— ¡El dinero
está en la caja fuerte! ¡Tómalo y vete! — le grito el dueño con las manos
arriba.
— No quiero su
dinero… Quiero estar seguro. — exclamo Sam y les lanzo agua bendita a ambos
tipos en el rostro, así se cercioro de que no eran demonios, simplemente eran
humanos corruptos
— ¿Qué clase de
psicópata eres? — pregunto el hombre enojado por el baño de agua.
— Oh, Dios… Uh,
lo siento… Creo que fue un pequeño malentendido— murmuro Sam, mirando hacia
atrás para encontrar la salida. — Sí, bien… Qué tal si me voy, porque... Me llevo
éstas. — balbuceo como estúpido y quitándole las balas al arma y dejando la
misma sobre el mueble — Yo, uh, dejo
esto para, uh... Ustedes, uh... Qué tengan un buen día — les dijo y salió
corriendo, estaba realmente avergonzado por ese malentendido y jamás se lo
contaría a alguien, mucho menos a Deán porque se burlaría de él.
Jeff camino por
el pueblo hasta llegar al salón de belleza de Janice Herveux, era un lugar
bastante llamativo, con letreros de luces de neón y aparatos que ni siquiera
conocía.
— Tú debes ser el chico del teléfono. —
comento la mujer rubia y de buen cuerpo, la hermana de Alcide.
— Si, creo que ese soy yo… he, mira yo… — Jeff
no pudo terminar la oración pues la mujer lo jalo del brazo, hasta sentarlo en
la silla de centro de su salón.
— Gracias dios,
habría aceptado que mi hermano tomara a
un mocoso drogadicto bajo su custodia… pero tu eres tan lindo y tan tierno,
justo lo que necesita — comento la mujer, sin dejar de toquetearle las
mejillas.
— ¿Custodia? No, yo
no… Alcide solo es mi amigo. — dijo Jeff, aquellas palabras de la mujer no le
habían hecho nada de gracia.
— ¿Qué dices?
¿Acaso no eres un lobo? — pregunto la mujer, Jeff negó con la cabeza,
horrorizado ante tal idea. — Oh, eso es nuevo… pero no te preocupes cariño, igualmente
no tengo nada mejor que hacer ahora. — comento la mujer algo desilusionada y
Jeff no entendía el porque, así que mejor lo ignoro.
— Hem, llame porque necesito entrar al bar de Trotter sin llamar la atención — pidió
Jeff.
— ¿Te quieres
mezclar?, esa es mi especialidad… ¿Que tan lejos quieres ir? — pregunto la
mujer, Jeff se miro a si mismo en el espejo, en busca de ideas.
— Que parezca, que
si quiero puedo romperles el trasero — dijo Jeff y la mujer lo miro
dudosa.— Lo cual es cierto. — agrego.
— Muy bien,
empecemos con unos tatuajes temporales. — dijo la mujer y empezó a buscar en
los catálogos.
Janice se había
puesto manos a la obra con Jeff, le había peinado como un punk, le hizo un
tatuaje de dragón en el brazo y ahora le estaba delineando las cejas para
hacerle ver una mirada más ruda.
— Oye… ¿No crees
que si Alcide ama a Debbie todavía, debería ir esta noche y tratar de
recuperarla? — pregunto Jeff.
— ¡Claro que no!
— le grito Janice. — Una vidente ya le
advirtió que si se queda con ella terminara muerto. Pero no lo escucho y luego
ella lo abandono— le conto ella.
— Si pero, Alcide
la ama y eso es mas fuerte que cualquier profecía. — aseguro Jeff y la mujer
dio un bufido.
— La amaba porque
no conoce otras mujeres… Ella fue su primer amor, jamás conoció a alguien con
tanta vitalidad… solo me alegra que la maldita se comprometa hoy, tal vez así
lo deje en paz. — dijo la mujer.
— ¿Qué dices? ¿Se
va a comprometer? — se escandalizo Jeff y por eso tuvo que pasara la siguiente
media hora escuchando porque no debía contarle a Alcide la noticia. Aun que de
todas formas Jeff apenas salir del salón regreso con casa del lobo para
contarle las noticias.
— Wow, creo que a
mi hermana le agradas— comento Alcide apenas abrirle la puerta, reconoció el
estilo de Janice y ese chico era toda su escultura. Peinado Punk, ojos
delineados, base de maquillaje blanco en la cara.
— Debbie se va a
comprometer con otro tipo esta noche. — dijo Jeff apenas verlo.
— ¿Qué cosa? —
pregunto Alcide destrozado y completamente pálido. — ¿De donde sacas eso?
— Lo escuche en el
salón de Janice… Mira, Tal vez aun no sea tarde para que la hagas entender… Por
favor, ven conmigo, dudo lograr entrar en si tu ayuda— le rogo Jeff y Alcide
dio como 100 vueltas en toda la sala para pensarlo.
— Esta bien, pero tendremos que separarnos…
tal vez tu los engañes con ese disfraz pero a mi van a romperme la cara… de
nuevo. — aseguro Alcide y se fue a su habitación para vestirse.
Mientras tanto,
Deán y la camarera ya habían llegado a la propiedad. A Deán no le asusto ni le
impresiono que la casa fuera subterránea y bajo con mucha rapidez hasta el
sótano.
— Creo que la
sirvienta no vino. — comento al ver que el lugar estaba casi vacio y lleno de
polvo, a excepción de la alfombra.
— Ponte cómodo. —
le dijo Casey, quitándose la chaqueta y besándolo brevemente. Camino hasta su
armario para sacar un cuchillo (con el que atacaría a Deán) y se percato de que
estaba vacio, y el cuerpo del otro cazador que había dejado la noche anterior
ahí dentro, tampoco estaba ya.
— Oh, olvidé
mencionar que... Richie era amigo mío… Cuando me di cuenta de que podía rastrear
el GPS de su celular... vine aquí antes… Le di un entierro digno, es mejor que
estar pudriéndose en el sótano de una zorra. — explico Deán, ella se giro a
verlo y trato de saltarle encima pero reboto contra el suelo.
— Upss… ¿No es
una pena? — pregunto Deán, levantando un poco la alfombra para dejarle ver que
estaba atrapada en una trampa del diablo.
— Lo siento, hermana... pero vas a volver de donde saliste. — le dijo y
saco su libro de exorcismo.
— No lo creo. —
murmuro Casey.
Deán empezó a
leer el exorcismo pero en eso ella se puso de pie con los ojos cerrados y una
ráfaga de fuerte viento vino dentro, destruyendo por completo el libro de
conjuros de Deán. Luego todo empezó a temblar y parte de la casa se derrumbo
por completo, bloqueando la salida. Ella empezó a reír.
— ¿De qué te
ríes, perra?... Sigues atrapada. — le grito Deán.
— Tú también, perro.
— murmuro la demonio sin dejarse de reír.
Nada había
salido como Deán hubiera querido en un principio, así que no tuvo mas remedio
que prender las velas que aun quedaban en el sótano y así poder pensar en un
plan, uno que incluyera a la caballería. Deán caminaba de un lado a otro en
busca de señal para el celular pero no funcionaba.
— ¿Perdiste
algo? — se burlo la demonio.
— ¿Todos los
demonios tienen sentido del humor? — pregunto Deán con ironía.
— Es un don. —
murmuro ella.
— Sí. Bueno,
veremos si sonríes... cuando te regrese al infierno. — le advirtió Deán para
que se callara pero no funciono.
— ¿Sin tu
pequeño libro de exorcismos?... si, hazlo. — le reto la mujer y como todo
hombre, Deán empezó a recitar cosas en supuesto latín, pero realmente no se le
entendía ni una palabra claramente.
— ¿Tienes algún
problemita, amigo? — cuestiono la demonio, burlándose por lo idiota que parecía
Deán hablando sin saber lo que decía. — Buen
intento, pero creo que solo ordenaste una pizza… Debiste poner más atención en
la clase de latín. — agrego con una sonrisa particularmente fea.
— No sé por qué
sonríes… No vas a ir a ninguna parte. — le recordó Deán.
— Y
aparentemente, tú tampoco. — aseguro ella.
— Sí, pero
alguien viene a por mí... Y él sí prestaba atención en clase. — aseguro Deán.
— Oh, claro... Jeff,
ha no… hablas de Sam, todos dicen que él es el cerebro del equipo. — comento la
demonio.
— ¿Todos? —
pregunto Deán interesado por el uso del plural.
— Si, los
hermanos Winchester son famosos, no tan famosos como la Lohan pero algo. — dijo
la demonio.
— Bueno, eso es
halagador… Se lo haré saber a Sam cuando lleguen aquí.
— Si llega primero.
— murmuro al demonio y Deán la miro en blanco, asustado por lo que acababa de
insinuar. — ¿Qué? ¿Creíste que yo estaba
sola?... No deberías subestimar, Deán… Podría significar tu muerte. — agrego
ella y Deán continuaba sin palabras, estaba atrapado como rata y todo dependía
de la suerte ya.
— Puedes mirarme
mal todo lo que quieras... pero la verdad es que... tenemos que esperar y ver
quién llega primero… La caballería o los indios. — dijo la demonio y continuo
burlándose, era evidente la preocupación en el rostro de Deán, iba a disfrutar
mucho esa experiencia.
Mientras tanto, Sam
regreso al bar como había prometido, pero no encontró a su hermano. Solo se
encontró con un montón de gente escandalosa (los hombres lobo) y con la misma prostituta
que antes fallo en ligarse a Deán.
— Pareces tenso…
Conozco una forma segura de relajarte. — le dijo ella y le paso ambas manos por
los hombros para tratar de despertarle el deseo.
— Quizá después…
Disculpa. — dijo Sam sin interés y la empujo a un lado para ir a la barra.
— Hola. ¿Qué te
sirvo? — le pregunto el nuevo cantinero, recién verlo.
— ¿Recuerdas al
tipo con el que estaba anoche?... Nos sentamos justo aquí. — cuestiono Sam,
señalando la mesa donde habían estado antes.
— El gran héroe
que detuvo a Reggie. — dijo el hombre con una sonrisa y Sam dio un bufido,
esperando que Deán no fuera a escuchar esa palabra o realmente se volvería un
creído de secundaria.
— Sí, sí, el...
el gran héroe. Claro… ¿No lo ha visto por aquí hoy? — pregunto
— Quizá.
Depende. — murmuro el hombre.
— ¿Depende de
qué? — pregunto Sam impactado por la respuesta y entonces noto la mirada de quiero dinero del
sujeto. — Oh, por... ¿Qué todos aquí quieren dinero? — pregunto fastidiado,
saco unos dólares de la cartera y se los entrego.
— Se fue con
Casey, hace una hora. — respondió el hombre.
— ¿Alguna idea
de adónde fueron? — volvió a preguntar.
— A su casa... a
estudiar la Biblia. — dijo el hombre lleno de ironía.
— ¿Y sabe la
dirección?
— Tú estas loco,
¿crees que te daré la dirección de una colega solo para que puedas satisfacer
tus impulsos de mirón? — le grito el hombre a la cara, pero apenas darle otro
par de dólares cambio su actitud. — Esquina de Piermont y Clinton… Diviértete. —
le dijo el hombre y regreso a su trabajo. Vaya que si era un pueblo de estafadores.
Sam estaba por
salir corriendo del bar cuando se topo cara a cara con Jeff, se quedo
boquiabierto por verlo arreglado de esa manera tan bestial.
— ¿Jeffrey?
¿Pero que diablos te paso? — exigió saber Sam, Jeff lo jalo rápido del brazo y
se lo llevo a una esquina, no podían formar un escándalo.
— Relájate Sam,
esto… esto es un disfraz. — murmuro Jeff.
— ¿Un disfraz?
¿Para que cosa? La última vez que revise, aun no era Halloween. — le dijo Sam,
Jeff miro rápido a su alrededor y noto que los lobos estaban bebiendo en la
barra, tenia que acercárseles rápido.
— Sam, encontré
una pista… ¿ves a los sujetos en la barra? — pregunto Jeff y Sam no se tuvo que
girar a verlos, ya los ubicaba por el escándalo que llevaban haciendo por un
rato. — Pues son hombres lobo, estamos en un pueblo lleno de lobos… y pensé,
que tal vez ellos tienen que ver con las muertes, hasta donde se tienen un
poder que…
— Jeff, Jeff,
Jeff… no son los hombres lobos, creo que Deán ya descubrió que cosa esta
provocando problemas aquí… pero no lo puedo encontrar. — dijo Sam
—
¿Cómo que no lo encuentras?
— Si, no
aparece, no responde a su celular… voy a revisar la casa de la cantinera, me
han dicho que se fue con ella hace rato…. Y quiero que vengas conmigo. — dijo
Sam, tenia un mal presentimiento sobre el bar y los lobos.
— No puedo, no
me vestí como cantante de rock para nada… además, tengo que ayudar a un amigo
Sam. — dijo Jeff, Sam lo podía haber obligado a irse con él, pero ese brillo en
los ojos de su hermano le indico que estaba interesado en ayudar, así que Sam
finalmente se fue.
Jeff le indico a
Alcide con la mirada que todo estaba bien y se acerco a la barra, donde varios
sujetos lo estuvieron analizando con la mirada por un rato.
— Bebe camarada
— le dijo uno de los sujetos y le dejo un vaso de tequila enfrente.
— No gracias —
murmuro Jeff pero apenas decirlo se dio cuenta de que había sonado bastante
gay, y eso arruinaba su actuación de matón. — Mas bien… ¡a la mierda señores! —
grito Jeff, tomo el vaso y se lo paso de un solo trago, era la primera vez que
bebía y el tequila le estaba quemando la garanta y hasta le dieron ganas de
vomitarse pero pudo resistir. Todos empezaron a gritar para celebrar.
— Una mas, venga
chico. — le dijo uno de los lobos y le arrojo otra vaso, Jeff volvió a
pasárselo de un trago y esta vez si que se mareo. Pero por suerte los tipos
estaban tan borrachos que ni cuenta se dieron.
— ¿Quien mierda
eres? — pregunto alguien antes de jalar a Jeff por el hombro y darle vuelta
para hacerle frente, era Debbie y estaba bastante molesta. Alcide miraba a lo
lejos, pero al ver la escena tuvo que ir con el chico.
— Viene conmigo,
Debbie. — dijo Alcide, echando a Jeff a su espalda por si los golpes
comenzaban.
— ¿Acaso crees
que esa mierda del caballero galante servirá conmigo? ¿Conmigo precisamente? —
pregunto la mujer hecha una furia, pues pensaba que Alcide solo estaba
cubriendo al chico por pura cortesía.
— ¿Porque te
portas así? — pregunto Alcide y Jeff pudo notar en su tono que realmente estaba
enamorado de esa mujer.
— ¿A ti que mas
te da?
— Aun me
preocupo por ti Debbie, y si haces esto… te sacaran de la manada, y jamás te
dejaran volver. — aseguro Alcide, Debbie se empezó a reír como una loca ebria.
— ¿Si? Pues
quien necesita a esos idiotas, ahora ya tengo un hombre… uno de verdad, no como
tu. — le dijo ella.
— Esto no es
sobre nosotros — murmuro Alcide, dolido por las palabras de su amor.
— Eso dices… pero
vienes aquí y me traes a tu protegido vestido como zorra para ponerme celosa. —
aseguro Debbie y esta vez fue Jeff el que se rio, y hasta se puso delante de
Alcide para hacerle frente.
— ¿Zorra?, wow… viniendo de ti, eso suena gracioso — le dijo Jeff.
— Jeffrey. —
Alcide le llamo la atención, no por el insulto si no porque temía que la
emprendieran contra el pobre chico.
— ¿Enserio me dijiste
eso en mi propia fiesta? — le reto Debbie a Jeff, ella misma estaba apunto de
golpearlo.
— Oye… Alcide vino
aquí por que tiene fe en que la mujer que alguna vez amo sigue dentro de ti… el te ama,
no hace falta que te pongas así. — le grito Jeff y esta vez Alcide lo empujo
para atrás.
— Todavía no es
tarde, podemos irnos a casa ahora — le dijo Alcide e incluso le extendió la
mano para poder llevársela, pero entonces llego otro hombre y se interpuso
entre ellos.
— ¿Y este que hace
aquí? — pregunto el sujeto.
— Solo estamos
conversando Marcus. — murmuro Alcide.
— Pero tú ya no
le interesas, prefirió buscar un lobo de verdad. — dijo el sujeto y empezó a
lamer a Debbie por todo el cuello y ella también a él, mientras que los otros
lobos les hacían fiesta. Alcide no resistió mas y se fue encima de Marcus a los
golpes, fue una suerte que los demás estaban ebrios porque así no se metieron
en la pelea.
Marcus le rompió
una silla a Alcide en la espalda y lo dejo tirado, así que Debbie finalmente se
interpuso.
— Déjalo Marcus,
ya no nos va a molestar. — le aseguro y solamente vio con pesar y rabia como
Jeff sacaba a Alcide del bar. Aun que no lo admitiera, ella también tenia
sentimientos por él todavía.
Deán continuaba
dando vueltas por todo el sótano, tratado de encontrar una forma de salirse o
de poder quitar las piedras que había en la entrada.
— ¿Por qué no te
relajas? — pregunto la demonio.
— ¿Por qué no te
callas? — le grito Deán exasperado.
— Vaya, Deán.
Eres todo un poeta… No tenía idea— le dijo en tono de burla, para ella todo era
burla. — Si no podemos afectar el resultado en esto, vamos a ser civilizados. —
agrego.
.
— Civilizados,
¿eh? ¿Matar a Richie fue civilizado?... El tipo era inofensivo. — se quejo
Deán.
— El cuchillo
que me sacó no parecía tan inofensivo. — dijo Casey en su defensa.
— Un cuchillo no
te haría daño. — aseguro Deán.
— No, pero
dañaría este cuerpo… Y Casey tiene un buen cuerpo, no lo quiero maltratado. —
explico la demonio, parecía tener aprecio por el traje humano que estaba usando
y eso era poco común con los de su especie.
— Un demonio con
corazón. — se burlo Deán. — ¿Sabes que? Hay muchos muertos aquí que no están
desacuerdo contigo. — agrego.
— Oye, yo no
apreté ningún gatillo. — dijo en su defensa nuevamente.
— Pero hiciste
algo. — aseguro Deán, no se podía creer que los demonios no tuvieran que ver
con los suicidios del pueblo. A donde fuera que iban esas cosas, siempre había caos y muerte.
— ¿Quieres saber
lo que hice? ¿Lo que realmente hice? — le pregunto ella y Deán asintió, la
curiosidad realmente lo estaba matando.
— Comí. — exclamo con orgullo.
— ¿Comiste? —
pregunto confundido, hasta llegando a pensar que ahora los demonios se
alimentaban de almas o algo por el estilo.
— Trotter y yo…
Él una hamburguesa de queso, yo una ensalada... Y sólo le sugerí cuánto dinero
podría ganar... con algunos negocios de vicios inofensivos… Así que Trotter los hizo y...
vaya que funcionaron… personas temerosas de Dios... se entregaron al alcohol,
sexo y a las apuestas… Apenas y moví un dedo. — le explico Casey.
— ¿Eso es todo? —
pregunto Deán, aun mas impresionado que antes pues escuchándolo de esa manera,
ella parecía hasta inocente de todo mal.
— ¿No lo
entiendes?... Sólo hay que guiar a los humanos en la dirección correcta… Algo
de whiskey aquí, una prostituta allí... Y entraran en el infierno... con
enormes sonrisas en sus caras… Tu clase está corrupta, débil… La nuestra es más
fuerte… Por eso ganaremos.
— ¿Y ese es el
final? — pregunto Deán.
— No… será el
principio. — aseguro Casey, algo en el interior de Deán quiso estremecerse ante
la idea de una victoria demoniaca pero entonces recordó que no debía
preocuparse, él ya no estaría en el mundo cuando eso sucediera de todas formas.
— Así que, los
demonios toman el mando… Pensaba que los mansos heredarían la Tierra. — comento
Deán y la demonio volvió a reírse.
— Según su
Biblia… Es sólo un libro, Deán. — aseguro ella.
— No todos coincidirán.
— ¿Por que es el
Libro de Dios? ¿Crees en Dios, Deán?... Eso me sorprendería. — le cuestiono
realmente sorprendida,
— No lo sé… Me
gustaría creer. — murmuro Deán, un tipo como él que había visto la maldad tan
de cerca, siempre quería creer en la luz, en la esperanza y en que había algo
ahí arriba vigilándolos y guiándolos para hacer el trabajo.
— Pues yo no
creo que tu y tu dios... hayan hecho un buen trabajo… Guerra, genocidio... y va
de mal en peor. Quiero decir, en el último siglo... Tu gente ha causado tantas
muertes que nos sorprende hasta a nosotros… Ahora es nuestro turno y lo haremos
bien esta vez. — dijo Casey, en ese momento se escucho un ruido de algo
moviéndose y Deán salto de su asiento para ver que cosa era. — No te alegres Deán… No es lo que crees… Es
sólo el viento. — aseguro la demonio, así que Deán se volvió a sentar fuera de
la alfombra.
Sam fue a la
casa de Casey pero solo encontró un caos total entre sus cosas y lo peor de
todo, fue el azufre de color amarillo por todas partes. Seguramente que ella
estaba poseída, era la única explicación.
— Bobby, soy
Sam… Tenemos un gran problema… Encontré algo de azufre y ahora no puedo dar con
Deán… Llámame en cuanto oigas esto. — dijo Sam al teléfono antes de entrar al bar
otra vez y aliviarse de ver que Jeff ya se había, al menos uno de sus hermanos
evitaba meterse en problemas por unas horas.
— Hola, disculpa.
No estaban allí. — le dijo Sam al tipo que le estafo en la barra por la
información.
— Creo que
tendrás que aguantarte otra noche… Toma. ¿Por qué no bebes algo y te relajas? –
le dijo el hombre y le puso un vaso de vodka enfrente.
— No me quiero
relajar… ¿Qué es lo que le pasa a la gente de este pueblo? — pregunto Sam
enojado, estaba apunto de explotar y golpear a alguien.
— Como gustes,
princesa. — murmuro el cantinero y se fue, Sam se paso una mano por el pelo,
buscando idea en su mente. Entonces vio al párroco bebiendo solo en la esquina, así que se le
acerco.
— Padre… Um...
¿Puedo hablar con usted un segundo? — le dijo y el padre le invito a tomar
asiento. — Así que... ¿la camarera de la otra noche? Casey ¿La conoce bien? —
pregunto.
— Desde que era
pequeñita— dijo el hombre.
— Bien, ella y
mi hermano... ellos... Ellos se fueron, hoy... juntos
— Bueno, no es
que lo apruebe, pero los dos son adultos.
— Claro. —
murmuro Sam, el padre se le estaba yendo por la tangente y se estaba haciendo
otras ideas que no debía.
— Perdona...
Dijiste "hermano"… ¿no eran investigadores de seguros? — pregunto el
párroco y Sam maldijo su buena memoria.
— Sí, sí, lo
somos… Es como un negocio familiar… En
fin... así que fui al apartamento de Casey... y no estaban allí. Tengo la
sensación de que... que podrían estar en problemas. — dijo Sam
— ¿Qué clase de
problemas? — pregunto el hombre preocupado.
— Sólo
problemas… Por favor padre, necesito su ayuda… ¿Hay algo que pueda decirme
sobre Casey? ¿Algún sitio donde haya podido ir?
— Sí, hay un
sitio… Voy por mi chaqueta. — dijo el padre y se levanto para hacer lo dicho,
pero Sam le detuvo por un segundo.
— No, espere
padre… No quiero meterlo en esto, puedo hacerlo solo. — aseguro Sam, el sujeto
se le soltó y camino unos pasos hasta el perchero para tomar la chaqueta y en
un parpadeo descubrió sus ojos negros, el también estaba poseído.
— Hijo, si Casey
esta en problemas... no hay nada de que hablar… ¿Nos vamos? — dijo el hombre y
para cuando se giro, ya estaba normal, no parecía poseído. Así que Sam se fue
con él sin saber la verdad.
Mientras tanto,
en el sótano de la casa de Casey…
— Quieres llegar
muy alto cariño, no se si creerte. — murmuro Deán tras unos minutos de
silencio, pero el hecho de tener que escuchar a una demonio hablar como toda
una filosofa era bastante tedioso.
— ¿Por qué
mentiría? — pregunto ella.
— Los demonios
mienten. — murmuro Deán, esa era la filosofía que siempre seguiría en su
camino.
— Algunos si… Otros
somos muy creyentes. — aseguro Casey
— ¿Creyentes en
qué?
— ¿Qué? ¿Crees
que los humanos tienen la exclusiva de un poder superior? — pregunto ella,
completamente indignada.
— ¿Tienen un
Dios? — pregunto Deán impactado por la noticia, jamás se había planteado esa
posibilidad, no era posible porque los demonios eran unos seres asquerosos sin
sentimientos y con muy pocas probabilidades de tomar algo enserio.
— Claro… Se
llama Lucifer. — dijo ella.
— ¿Te refieres
al Diablo?
— Tus palabras,
no las nuestras… Lucifer en realidad significa "El que trae la luz"… ya lo sabes… Una vez fue el más
hermoso de todos los ángeles de Dios… Pero Dios exigió que se arrodillara ante
los hombres y cuando se negó, Dios le desterró... Dime, Deán… ¿Te inclinarías
ante criaturas menores? — le cuestiono la demonio.
— ¿Lucifer si es
real? — pregunto Deán, pues eso era lo único que podía pensar su mente y era
algo que no quería imaginarse porque seguramente era fatal.
— Bueno, en
realidad nadie le ha visto... pero dicen que él nos hizo lo que somos... y
dicen que volverá. — explico la demonio.
— ¿Ah, sí? ¿Y tú crees en eso? — le pregunto Deán.
— Tengo fe—
respondió al demonio y esta vez fue Deán quien se rio, aquello sonaba fatal
saliendo de la boca de esa cosa. — ¿Ves? ¿Es mi clase realmente diferente a la
tuya? — cuestiono la mujer.
— Bueno, exceptuando
que los demonios son malvados. — dijo Deán.
— Y los humanos
son una raza adorable… mira ese tal Dick Cheney. — dijo ella.
— ¿Es uno de los
suyos? — pregunto Deán, siempre había tenido la idea de que ese tipo era una
mala influencia para todo el mundo y
probablemente de saber que si era un demonio, lo iría a matar.
— Todavía no… Digamos
que tenemos un espacio reservado para él haya abajo. — dijo ella y esa
respuesta hizo pensar a Deán en su condena nuevamente, esta era una única
oportunidad de conocer a que debía temerle.
— Oye, hablando
de ahí abajo... ¿Cómo es haya? — cuestiono Deán, tratando de sonar casual para
no levantar sospechas sobre su interés particular, pero era en vano. Todo el
infierno sabía sobre su trato ya.
— ¿Qué? ¿El
infierno? — pregunto ella entre risas por lo patético de la pregunta y
entonces, recordó la noticia. — Es cierto… Reservaste tu lugar con ese trato,
no te mentiré… No te va a gustar, Deán… Y juzgando por los problemas que causaste...
no creo que te den la suite presidencial… Es el foso de la desesperación… ¿Por
qué crees que queremos venir aquí?
La respuesta de
la demonio, dejo callado a Deán por unos minutos. Estaba desolado y pensando en
como le ocultaría a sus hermanos, su
miedo ahora que ya conocía parte de lo que le esperaba ahí abajo. No seria
fácil, pero necesitaba hacerlo.
— Es divertido,
¿no crees?... Tú y yo, aquí sentados aquí como buenos amigos. — exclamo ella.
— Sí, es
ridículo... De una manera apocalíptica. — murmuro Deán.
— Tú me gustas
Deán… Los otros no te describen así, pero eres... eres agradable. — le dijo la
demonio.
— Le gusto a un
demonio… Perdona, pero no sé qué responder a eso. — dijo Deán con ironía, aun
que si era verdad. No sabía como tomar ese tipo de palabras.
— Puedes decir
gracias — murmuro ella e hizo reír
nuevamente a Deán. — El trato que hiciste para salvar a Sam...
Muchos se burlan por ello, diciendo que fuiste débil o estúpido… Yo no. —
agrego.
— Ha sido
liberador realmente, ¿Para que preocuparse por el futuro cuando no lo tienes
eh?— se pregunto Deán con una enorme sonrisa falsa.
— Pero aún te
queda un año… ¿No te asusta?
— Nah.
— ¿Ni un poquito?
— Claro que no. —
dijo Deán muy seguro de si, no le asustaba porque evitaba a toda costa ponerse
a pensar en ello.
Sam y el párroco
iban a toda velocidad para encontrarse con su gente. Ninguno de los dos sabían
lo que estaba pasando ni con la demonio ni con Deán, pero tenían un mal
presentimiento.
— Así que
investigador de seguros… ¿Te gusta el trabajo? — le cuestiono el hombre.
— Sí, sí... me
gusta ayudar a los demás. — fue todo lo que Sam pudo decir, no le hacia gracia
tener que mentir a un hombre de Fe, aun que si supiera la verdad…
— ¿Alguna vez
has pensado en hacer otra cosa?
— ¿Cómo qué? —
pregunto Sam interesado.
— Lo que sea, te
ves inteligente… no se, como que te veo enfrente de un grupo… podrías hacer
grandes cosas. — le dijo el demonio y ahí estaba la razón por la cual no había
matado a Sam, el conocía el plan del demonio de ojos amarillos y respetaba a
Sam por eso.
— No lo sé… Me
gusta hacer lo que hago, supongo. — murmuro Sam
— Bien, es tu
vida… Y… ¿Deán? ¿Se mete en problemas a menudo?
— Sí, sí… Deán es
muy impulsivo — se quejo Sam
— Que bueno que
te tiene… a su hermano guardián. — dijo el hombre, fingiendo estar feliz por
ellos pero no, realmente era todo lo contrario.
En el sótano de
la casa, Deán permanecía estoico en una orilla, mirando a la demonio y pensando
en que si todo lo que estaba diciendo era verdad, pensando en que tal vez ella era
diferente a otros.
— Vaya Deán, si
no te conociera mejor... diría que hay lujuria en tus ojos… seria buena forma
de pasar el tiempo… pero creo que no me respetarías en la mañana. — exclamo
ella, estirándose todo lo posible sobre la alfombra.
— Esta bien,
porque tampoco te respeto ahora. — Murmuro Deán y eso la hizo reír bastante. — Oye,
¿puedo hacerte una pregunta? — cuestiono Deán.
— Soy un libro
abierto. — aseguro la demonio y era cierto, no tenia nada que perder por hablar
con el muchacho Winchester y además, como había dicho antes. Deán le agradaba
de verdad.
— La puerta se
abrió… El ejército de demonios salió… ¿Ahora qué? No veo que tengan ningún gran
plan. — cuestiono Deán, pues esa era la gran interrogante que su familia
tenia... ¿Qué pasaba con la guerra venidera?
— Sinceramente,
había un plan… Azazel era un tirano, pero nos mantenía unidos. — comento ella.
— ¿Azazel? —
pregunto interesado, ¿acaso era el nuevo enemigo?
— Creo que sus
amigos le llamaban Ojos Amarillos… Pero tenía un nombre… Después de que lo mataste,
todo se derrumbo. — Explico la demonio y eso dejo un poco mas tranquilo a Deán,
el maldito estaba muerto y su plan también-
— Lamento eso ¿No
había una cadena de mando? — pregunto
— La había… Era
Sam… Se supone que Sam sería el gran jefe y guiaría el gran ejército. Pero él
no ha se ha presentado en su puesto ¿o si?
— Gracias a Dios
por eso. — murmuro Deán, no le sorprendió escuchar eso, puesto que el mismo ya
lo había llegado a pensar antes, solo podía estar feliz de que Sam continuara a
su lado y no cometería una locura.
— Otra vez con
Dios… ¿Crees que fue algo bueno?... Ahora tienen caos… Una guerra sin frente
definido, cientos de demonios compitiendo por el poder.... Luchando por la
corona... y la mayoría van a la caza de tu hermano… Para que conste, yo si iba a
seguir a Sam — dijo ella y eso si que sorprendió a Deán.
— ¡¿Deán?! — se
escuchaba gritar a Sam desde afuera, una y otra vez.
— Parece que tú
ganas. — dijo la demonio al ver la emoción en el rostro de Deán, que ahora
había corrido a la única entrada de aire para ver a su hermano.
— ¡Sam! ¡Sammy,
aquí abajo! El sótano se derrumbo. — le grito Deán y en segundos Sam llego
corriendo para ver que estaba bien.
— Deán. Oye, resiste…
Ya vamos. — dijo Sam
— ¿Vamos? ¿Tú y
Jeff? — pregunto Deán, por alguna razón aquello le había sonado muy mal y le
había dado una mala corazonada.
— No, estoy aquí
con el padre. — respondió Sam, Deán noto que el rostro de Casey dibujaba una
sonrisa, lo que confirmo su presentimiento.
— Sammy, ten
cuidado. — le dijo Deán sin entrar en mas detalles. Para cuando Sam se levanto
del suelo, se dio cuenta de que los ojos del padre eran negros, el era un
demonio y estaba por atacarlo.
En ese momento un
disparo cayo sobre la estatua de junto, el demonio giro la cabeza y vio a Bobby
con la colt en mano así que lo lanzo lejos con su telequinesis. Después se giro hacia Sam y lo arrojo sobre el
parabrisas de un auto que iba pasando, que no era otro más que el auto de
Alcide, con Jeff dentro.
— ¡Hay dios,
Sammy! — grito Jeff, antes de bajar corriendo del auto. — Sam, Sam… ¿estas
bien? — preguntaba Jeff desesperado e incluso Alcide se bajo del auto para
ayudar a Sam a ponerse en pie.
— Estoy bien,
estoy bien. — dijo Sam y luego corrió hasta tirarse al suelo, donde estaba
Bobby tirado también. — Bobby, ¿estás
bien? — pregunto mientras lo reanimaba.
— Sí. — murmuro
Bobby con dificultad.
— ¿Cómo sabías
que estábamos aquí? — pregunto Sam sorprendido por su aparición.
— Ve. — le dijo
Bobby aun con dificultad y le estiro la Colt, Sam la tomo en sus manos pero se
quedo ahí pasmado.
— Ya oíste al
hombre, ve. — se escucho decir a una voz y cuando Sam se giro se encontró con
que era la demonio rubia, otra vez.
— Ve por ese
bastardo Sam, yo me quedo con Bobby. — dijo Jeff desde atrás y sin quitar una
mirada de odio total contra la demonio. Sam no lo pensó más y salió corriendo
hacia la casa de Casey.
Las piedras del
derrumbe del sótano empezaron a moverse, hasta que el padre demoniaco entro y
lanzo lejos a Deán con su telequinesis.
— ¡Espera! — le
grito Casey para que no se acercara por la trampa, así que el hombre se inclino
y con un golpe en el suelo logro romper la trampa del diablo. Corrió hacia ella
y se besaron apasionadamente.
— ¿Ustedes dos? —
pregunto Deán confundido mientras se ponía de pie otra vez.
— Llevamos
siglos… yendo y viniendo del infierno —
dijo el padre orgulloso, entonces se acerco y levanto a Deán por el cuello con
todas sus fuerzas.
— Déjalo… No le
mates, déjalo ir... Por favor. — le rogaba Casey, ella ya sabia que Deán era
buena persona pero antes de que se lo dijera a su amante, Sam llego y le
disparo en el corazón. El padre dejo caer a Deán al suelo, y después una luz de
color anaranjada de extendió desde el lugar del impacto de la bala, hasta todo
su pecho… matándolo finalmente.
— Sam, ¡espera!
— le grito Deán, pero fue tarde. Sam giro la pistola hacia Casey y le disparo
en el estomago, matándola también al instante.
A la mañana
siguiente, Deán y Bobby salieron a desayunar juntos. Sam no los acompaño porque
estaba enfadado por todo lo que sucedió la noche anterior, así que se quedo en
el motel.
— ¿Qué opinas,
Bobby?... de lo que hicimos aquí. ¿Crees que marcamos una diferencia? —
pregunto Deán.
— Dos demonios
menos de los que preocuparnos… eso es algo. — aseguro Bobby.
— Sí, pero
Trotter sigue vivo. — murmuro Deán, recordando que tal vez los demonios ya se
habían ido pero continuaba el eslabón que Casey dejo para dirigir los negocios.
— Los humanos no son nuestro trabajo. — aseguro
Bobby.
— Sí, ¿pero piensas que algo realmente va a
cambiar? Tal vez estas personas sólo querían destruirse a sí mismas, quizá es
una batalla perdida. — dijo Deán.
— ¿Eres tú o la
demonio la que habla? — pregunto Bobby, empezando a preocuparse por lo sucedido
la noche anterior-
— Oh, soy yo… La
demonio está muerta, igual que la chica a la que poseía.
— Si, tuvo que
hacerse… Sam estaba salvando tu vida. — aseguro Bobby, y eso trajo los
recuerdos a la mente de Deán otra vez.
— Sí, pero no lo
viste Bobby... Fue frío. — comento Deán, con el recuerdo de la mirada fría y
sombría en el rostro de Sam, justo antes de disparar. — ¿Bobby? — pregunto.
— ¿Sí?
— Cuando
estábamos en Wyoming... Uh, hubo un momento... en el que el Ojos Amarillos me
dijo algo. — conto Deán.
— ¿Qué te dijo?
— Que quizá
cuando Sam volvió... de donde quiera que estuviera... Quizá volvió diferente. —
comento Deán, las palabras del maldito de Azazel taladraban en su cerebro.
— ¿Diferente?
— No lo sé… fuera
lo que fuera, no sonó bien…. ¿Crees que...? ¿Crees que algo ande mal con mi
hermano? — pregunto preocupado.
— No… Los
demonios mienten, estoy seguro de que Sam está bien. — aseguro Bobby, para el
todo se trataba de un cambio necesario en Sam para salvar la vida de su hermano
y lo entendía por completo.
— Sí… Sí, él
esta bien. — murmuro Deán, para nada convencido de lo que estaba diciendo
realmente.
Jeff por su parte llevaba toda la mañana en casa
de Alcide, ayudándole a vendarse las pequeñas pero doloras heridas que tenia en
la espalda por la golpiza con Marcus.
— Tienes buenas
manos. — murmuro Alcide antes de gruñir por el dolor provocado por el contacto
del alcohol con la herida.
— Si, bueno…
papá me obligo a practicar esto como 1000 veces, supongo que la practica si
hace al maestro… incluso con una mano rota. — comento Jeff y por primera vez
dejo ver el vendaje de su muñeca derecha.
— ¿Tuviste eso
todo el tiempo y aun así te metiste a ese bar? — pregunto Alcide impresionado,
si que ese niño era mas valiente de lo que pensaba.
— Sip, y lo
volviera a hacer… somos amigos Alcide, no se que opines pero me enseñaron a
pelear por eso — dijo Jeff y Alcide lo miro con ternura unos segundos.
— Ven aquí. —
murmuro Alcide.
— ¿Que? —
pregunto Jeff titubeante.
— Anda, ven
aquí… no muerdo. — dijo Alcide y entonces apoyo la cabeza de Jeff contra su
pecho en un abrazo. Jeff se quedo impresionado al sentir tanta musculatura en su
oreja, era como si estuviera apoyado en un suave pero firme cojín.
— Hay por dios,
estas tan tibio — murmuro Jeff.
— Lo siento —
murmuro el lobo apenado, pero algo en su interior se estaba disparando. Tal vez
ya no tenía a Debbie, pero en su corazón, ese sentimiento estaba siendo ocupado
por Jeff, de una forma diferente.
— No estoy acostumbrado, eso es todo. —
murmuro Jeff
— Es de nuestra raza, somos calientes — dijo
Alcide muerto de la pena.
— Creí que podías estar enfermando de
influenza — dijo Jeff con ironía y ambos se empezaron a reír, tal vez si podían
comenzar una bonita amistad después de todo.
Al mismo tiempo, Sam comenzaba a empacar las
cosas del motel para poder marcharse, seguía enojado por lo que había hecho y
entonces la puerta del apartamento se abrió sola.
— ¿Ya te vas? No
hemos podido ni celebrar. — dijo una voz y Sam no tuvo ni que girarse para
saber que era ella, la demonio Ruby.
— No, pero tú
puedes celebrar sin mí. — dijo Sam molesto y con cara triste.
— No vas a hacer
pucheros conmigo, ¿o si? — pregunto ella sorprendida y entro por completo a la
habitación. — ¡Vamos! mataste a dos demonios hoy. — agrego.
— A ti tal vez
no te importa...pero mate a dos humanos, también. — se quejo Sam, eso era lo
que mas pesaba en su conciencia.
— Sam, ya sabes
qué pasa cuando los demonios poseen a los humanos… Los dejan destrozados y deprimidos…
Era probable que esos dos murieran de una forma lenta y dolorosa… Probablemente
les hiciste un favor. — dijo la demonio.
— ¿Qué les hice un
favor?... Eres una perra fría, ¿Sabes? — le grito Sam
— Sí, y esta perra
fría... te ha salvado dos veces ya… Algo de respeto estaría bien… Especialmente
si quieres que te ayude... con Deán y su problemita. — dijo la demonio
— ¿Sabes qué?
Sigues diciendo eso... pero lo que yo veo es que Deán sigue condenado. — dijo
Sam, ahora si que estaba empezando a pensar en el hecho de que la demonio
solamente lo estaba manipulando.
— Cada cosa a su
tiempo, Sam… Aquí tenemos un quid pro quo… Estamos en guerra.
— Cierto y por
alguna razón, tu estas en nuestro bando… dime, ¿porque haces eso? — cuestiono
mas interesado que nunca antes.
— Vete al
diablo... Por eso… No te tengo que justificar mis acciones contigo— aseguro
ella y Sam simplemente se burlo. — Si no quieres mi ayuda Sam, esta bien… Entonces dame la pistola... y se
la pasare a alguien que si la usara. — agrego-
— Quizá la use
contigo. — murmuro Sam, tomo la pistola y le apunto al pecho.
— Adelante, si eso
te hace feliz… Aunque no le va a servir Deán. — dijo ella, se puso de pie y
acerco su cuerpo un poco mas al arma. — ¿Entonces
que va a ser? — le reto, Sam se lo pensó unos segundos y descubrió que por
salvar a Deán haría lo que fuera, así que bajo el arma nuevamente. — Ése es mi muchacho… No será fácil, Sam… Vas
a tener que hacer cosas... que van en contra de tu buena naturaleza… Habrá
daños colaterales... pero tiene que hacerse.
— Bueno, no me
tiene por qué gustar. — murmuro Sam
— No… No serías
Sam si te gustara… lo bueno de esto, es que estaré contigo… seré ese pequeño ángel
caído, en tu hombro. — dijo ella y se paro justo tras Sam, mirándolo y
sonriendo. Después de todo, las cosas iban mejor de lo que esperaba.
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